Dadle a Madrid este relevo

(Carta abierta a los miembros del Comité Olímpico Internacional)

Honorables miembros del CIO:

Me dirijo a ustedes para sumar mi voz a las más doctas y autorizadas que el próximo miércoles defenderán la candidatura de Madrid a los Juegos de 2020 ante su Asamblea General de Lausana. No tengo otro título para hacerlo que el de decano de los directores de periódicos de España, y tal vez del mundo democrático, pues llevo ya 33 años compitiendo deportivamente por la confianza de los lectores. Pero conozco lo suficiente el movimiento olímpico como para saber que así como ustedes no se someten nunca a ningún tipo de poder, prácticamente cualquier ser humano puede contribuir a moldear su criterio y determinar sus decisiones.

Ésa ha sido la clave de la transformación del olimpismo en una de las grandes fuerzas que mueven el mundo: ustedes siempre han sabido escuchar a todos. A los jefes de Estado en el palco del estadio y al hombre de la calle en sus gradas. A los simples aficionados y a los expertos mejor preparados. Ninguna institución ha promovido de forma tan abierta los debates sobre todo aquello que le afectaba –profesionalismo, esponsorización, doping, mercadotecnia, politización del deporte– como el Comité Olímpico Internacional. Y ha sido esa permeabilidad, esa falta de prejuicios, esa sorprendente capacidad de adaptación y cambio lo que les ha permitido superar todas las crisis, propias y ajenas, con una inaudita vitalidad y fuerza.

Ustedes son los guardianes de la llama. Los depositarios de un legado que representa lo mejor del ser humano en una etapa especialmente convulsa de nuestra civilización. Todos y cada uno de ustedes desean lo mejor para el Movimiento Olímpico porque saben que promover la competición y la buena lid en el deporte es una forma de velar por el bien de la humanidad. En ese idealismo radica mi confianza porque creo que, desde la modestia de un mero feligrés que se dirige a la jerarquía, puedo ayudarles a acertar.

Aunque deciden colegiadamente, cada uno de ustedes sólo responde ante su conciencia con su voto secreto e intransferible. Por eso se les ha comparado tantas veces con los cardenales de la Iglesia católica cuando se reúnen en cónclave para elegir al nuevo Papa. Normalmente ustedes no eligen a una persona sino a una ciudad, pero esta vez, en septiembre en Buenos Aires, no sólo tendrán que designar la sede de los Juegos de 2020 sino también al nuevo presidente de su organismo. Lo que está pues en sus manos, y por partida doble, es la continuidad de la edad de oro del Movimiento Olímpico fraguada durante las presidencias de Juan Antonio Samaranch y Jacques Rogge.

Ahora les explicaré por qué pienso que Madrid puede ser un eslabón que contribuya a garantizar la prolongación de esa cadena de esplendor, pero déjenme antes contarles, a propósito del paralelismo entre las grandes religiones y el CIO, algo que viví personalmente durante los Juegos de Atlanta. Sin medir del todo sus palabras, el presidente Samaranch declaró a una emisora de radio que el olimpismo era «más importante» que el catolicismo porque tenía «más seguidores», lo que irritó al arzobispo John Donahue, quien prohibió a un sacerdote mexicano que acudiera a decir misa a la Suite Olímpica del Hotel Marriott. Como viejo amigo suyo, acompañé a Samaranch a la residencia del arzobispo. Estaba preocupado por la repercusión del incidente y no sabía muy bien cómo arreglarlo. Había decidido darle todo tipo de explicaciones e incluso pedirle disculpas, pero ¿bastaría eso para aplacar al arzobispo? Llegamos a su elegante residencia de la calle Wesley y yo me quedé en la antesala. La entrevista se prolongó más de la cuenta pero Samaranch salió sonriente. Ya en el coche, nos explicó a su secretaria y a mí la clave del acuerdo:

–Tres entradas para la sesión de clausura y tres para el atletismo del sábado… No se olvide, Annie, de mandárselas mañana sin falta al señor arzobispo.

¿Son ustedes conscientes de que hoy en día no existe en la Tierra ningún dirigente político o religioso capaz de resistirse a la fascinación por el Movimiento Olímpico? La política deportiva es una prioridad para cualquier gobierno que se precie de trabajar por el bienestar de una ciudadanía que vive el deporte con la mística de una religión. Yo he visto en Los Angeles y en Barcelona, en Atlanta y en Sidney, cómo esa secretaria del presidente Samaranch, la vascofrancesa Annie Intxauspe, repartía los pines del CIO por las calles como si se tratara de pequeñas reliquias de santos.

La Historia nos ha demostrado demasiadas veces cómo un impulso espiritual puede desembocar en el fanatismo y la tragedia. Por eso es tan importante que ustedes garanticen que el Movimiento Olímpico continúe siendo un instrumento de concordia universal y una fuente de valores positivos y buenos ejemplos para los jóvenes, especialmente en estos tiempos de crisis en los que encuentran tantos motivos para el nihilismo o la desesperación.

Todo depende en gran medida, ustedes lo saben de sobra, de dar bien los relevos en esa interminable peregrinación que lleva la antorcha olímpica, de ciudad en ciudad, a todos los confines del mundo. Madrid ha reclamado ese honor por tercera vez consecutiva y por tercera vez consecutiva ha pasado el corte de las exigencias del CIO y ha sido proclamada finalista. A la tercera va la vencida, decimos en castellano; y es de justicia que ustedes hagan realidad ese dicho.

Pregunten a cualquiera por el diario EL MUNDO. Unos les hablarán bien, otros les hablarán mal; pero nadie les dirá que estamos al servicio de nadie. Más bien coincidirán todos en que solemos fastidiar bastante a cualquiera que ocupe el poder y que nuestra principal obsesión es regenerar la democracia y defender los derechos de los ciudadanos. Nadie me ha pedido que escriba este artículo. Es más: prefiero que prospere el Movimiento Olímpico a que lo haga la ciudad en la que vivo pues en el planeta de las ideas todos habitamos un mismo mundo. Pero desde esa independencia y ese desinterés, quiero que se den cuenta de que Madrid es una apuesta segura y llena de potencialidades para los propósitos del CIO.

En realidad, la Madrid cosmopolita, multicultural, multirracial, pletórica y acogedora con el turismo, abierta a las migraciones, nudo de interconexión de todo y para todos, lleva siendo mucho tiempo olímpica sin saberlo. Sólo la íntima relación del presidente Samaranch con su ciudad natal explica que la capital de España diera un paso atrás y cediera la vez para ayudar generosamente a Barcelona a conseguir los Juegos del 92. En 2020 habrán pasado 28 años desde entonces, más del doble del intervalo que medió entre los Juegos de Los Angeles y los de Atlanta, y Madrid continuará siendo la única gran capital del mundo desarrollado que, tras 31 olimpiadas de la era moderna, aún no habrá sido sede de los Juegos.

Aunque la justicia histórica es uno de los valores más importantes que el CIO debe proteger, no es sólo a ella a la que apelo. Ustedes conocen ya el minucioso informe de su Comité de Evaluación. En cierto modo el presidente Rogge pareció adelantar sus conclusiones cuando en marzo resumió la extensa entrevista que concedió a EL MUNDO en un elocuente titular: «Ustedes ya están listos».

Quería decir con ello que la tenacidad y la solvencia con que Madrid viene persiguiendo ser elegida sede de los Juegos le ha dado esta vez la ventaja de tener la mayor parte de las instalaciones e infraestructuras construidas; y todas las «asignaturas pendientes», aprobadas. La Comisión de Evaluación ha comprobado que la mayoría de las sedes de las competiciones están terminadas y oscilan entre lo idóneo y lo espectacular; que la oferta hotelera es suficiente, compacta y asequible; que la red de transportes y comunicaciones ronda la perfección; que el planteamiento de la Villa Olímpica es impecable; que los medios de comunicación dispondrán de todas las comodidades materiales y todos los avances técnicos; que los Juegos Paralímpicos encontrarán un entorno solidario en una ciudad que se ha volcado en facilitar todos los accesos a los discapacitados; y que no hay una sola objeción que ponerle a la nueva Ley Antidopaje.

Pero todavía hay más. Algo que un visitante sólo puede captar de forma parcial: el espíritu de la gente. Por eso quiero pedirles que dediquen dos minutos al vídeo de la Noche del Deporte (http://bit.ly/122 cuVs) que el pasado 22 de junio organizó el diario Marca –también parte de nuestro grupo editorial– con motivo de su 75 aniversario y con la entusiasta implicación de la alcaldesa Ana Botella. Más de 50.000 madrileños corrieron, saltaron, practicaron la gimnasia, el volley o el tenis de mesa en torno a la Puerta del Sol, la estatua de la Cibeles, el estanque del Retiro y demás lugares emblemáticos de la ciudad. Fíjense en sus rostros porque su denominador común era el apoyo a la candidatura de Madrid 2020, liderada no por un político –por una vez los políticos están dando todo su apoyo pero sin exigir a cambio el protagonismo– sino por un hombre del deporte, un miembro de la familia olímpica, trabajador, competente, accesible y modesto como Alejandro Blanco.

La Noche del Deporte fue un pequeño anticipo de la actitud que adoptará Madrid si consigue organizar los Juegos. Mientras en otros lugares del mundo la calle servía de escenario a las protestas de manifestantes airados, en Madrid se convertía en un gigantesco estadio multidisciplinar por amor al deporte olímpico. Y si esto ha sido así en plena crisis económica, con altísimas tasas de desempleo juvenil, imaginen la explosión de entusiasmo que se vivirá dentro de siete años cuando hayamos superado esos desequilibrios. No voy a hablarles de los Juegos de Barcelona porque mi vivencia podría hacerme parecer parcial –fue la ciudad dorada de mi infancia– y el 92 ya está un poco lejos. Pero sí les hablaré de algo que sucedió justo en nuestras antípodas: si ustedes quieren vivir unos Juegos tan bien organizados, emocionantes, sofisticados y ejemplares como los de Sidney, denle, dadle a Madrid este relevo.

Y si les queda alguna duda pónganse en el lugar de los madrileños y sus dirigentes que, tras haber quedado fuera de la final de Singapur por un solo voto, volvieron a presentar la candidatura a pesar de que la lógica hacía muy difícil que después de Londres se eligiera a otra ciudad europea. Y si aún les queda alguna duda pónganse de nuevo en su lugar cuando tras haber perdido frente a Río en Copenhague, volvieron a presentar la candidatura pese a los inconvenientes de la crisis económica y haber perdido ya dos veces. Y si todavía siguen dudando recuerden el diálogo entre Harold Abrahams y su novia Sybil Gordon en Carros de fuego:

If I can’t win, I won’t run!

If you don’t run, you can’t win.

Madrid os ha demostrado una y otra vez que sabe participar. Ahora os demostrará que también sabe ganar.

Pedro J. Ramírez, director de El Mundo

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