Dar en el clavo a pesar de Portugal

No sabemos lo que pasaba por la cabeza de Bernardo O´Higgins cuando, poco antes de expirar en la mañana del 24 de octubre de 1842, exclamó con voz entrecortada «¡Magallanes! ¡Magallanes!» Posiblemente se trataba de inquietudes geoestratégicas y no históricas. Lo que sí había pasado por la cabeza del factor de la Casa de Contratación Juan de Aranda más de tres siglos antes era que el portugués Magalhães, que había aparecido por Sevilla a finales de octubre de 1517, debía ser fichado para el servicio del rey de España.

Podía aportar informaciones importantes para revitalizar la vieja aspiración castellana de acceder a la Especería ya que había acompañado al virrey don Francisco de Almeida a la India y participado en la expedición de Diego López de Sequeira para la conquista de Malaca, lo que le había acercado necesariamente a esas codiciadas islas. Además, estaba desengañado de su señor natural. Por ello, Aranda preparó una audiencia con Carlos I, en principio sólo destinada a satisfacer el interés del rey-emperador por una materia que ya había sido objeto de la mayor dedicación de sus abuelos los Reyes Católicos, e incluso de su padre Felipe, como rey castellano consorte -iure uxoris-.

Dar en el clavo a pesar de PortugalLo que parecía un medio casi juglaresco de entretener al monarca, devendría ¡nada menos! que en una concesión monopolística para descubrir, como Colón, bajo el estandarte real, la ruta del clavo, de la canela y de la nuez moscada que habría de producir a la Corona y a los particulares inversores, según apreciación de los asesores, un veinte por ciento de beneficios. Porque Magallanes y su socio el cosmógrafo Faleiro llevaban junto con sus globos terráqueos, sus esferas armilares y sus planisferios ilustrados, para hacer con ellos unos juegos malabares político-geográficos, todo un proyecto para que las naos españolas pudiesen acceder y tomar posesión de unas tierras que correspondían a la Corona española según sus cálculos y mediciones sin que los derechos de Portugal, establecidos para el Atlántico por el meridiano de Tordesillas, se vieran conculcados en la proyección de éste en el Mar del Sur, que aún no se había determinado.

A la postre, de lo que se trataba era de desposeer al reino lusitano de un monopolio obtenido por ahora a través de terceros y de tomar posesión formal de las islas productoras antes que aquél, sin que se resintiera la Pax Iberica.

No es de sorprender por lo tanto que, ya de antes, el gallardo e inteligente Manuel I, o Bem-Aventurado, tío político y futuro suegro y cuñado pero, sobre todo, rival del rey-emperador desde el descubrimiento portugués de la ruta atlántica hacia las verdaderas Indias por el cabo de Buena Esperanza, hiciera por su parte una labor paralela de contraespionaje y captación. Antonio de Herrera narra que, inquieto por la prosperidad del avance castellano en las Indias envió a Sevilla a un tal Alonso Alvares que andaba sonsacando de parte del Rey de Portugal y atrayendo pilotos y navegantes castellanos a su propio servicio.

Don Manuel es puntualmente informado por sus agentes de la actividad organizadora de la expedición entre 1517 y 1519, mientras cursa instrucciones de cómo tratar a los españoles que apareciesen por sus dominios orientales.

Tampoco sorprende que Camoens proclamara a Magallanes Portuguêz, porém, não na lealdade. Reconociendo la condición gloriosa de la gesta, pese a la deslealtad, el deservicio que para un lusitano, en su opinión, debía suponer. Esta valoración negativa se mantuvo para la historiografía portuguesa, que le consideró seguidor de maus caminhos y culpable de huma grande treyçao. Valoración que, sorprendentemente, parece invertirse en la actualidad. Para algunos Magallanes vuelve a ser importante, un portuguez illustre, como forma óptima de monopolizar o todo lo más compartir, el honor de su hazaña hasta donde ésta pudo haber llegado y más aún, basándose en el hecho de su nacimiento, sin pararse a considerar que fue súbdito de sus reyes hasta que dejó de serlo, para prestar vasallaje a Carlos I, circunstancia que en ese momento determinaba la nacionalidad, por encima del lugar de origen o natura.

Magallanes refrendó su nueva condición de español al rendir pleito homenaje a su nuevo señor como capitán mayor y adelantado y desplegó solemnemente el estandarte real en su capitana y, a sus pies y con notable protesta por parte de sus mandos subalternos, el que como cavalheiro fidalgo le correspondía y que cabe presumir que ya llevase acolada la cruz de Santiago, de uso exclusivo de súbditos del rey español.

La empresa proyectada por Magallanes y aceptada por el Emperador no produjo los resultados apetecidos y resultó inviable a medio plazo cuando se comprobó que el camino hacia el Maluco era demasiado largo y carente de bases intermedias para ser rentable y que Portugal tenía razón jurídica y geográfica en considerar esta zona de influencia como privativa. Tras una indemnización, se acabaron cediendo los derechos sobre el Maluco a Juan III en circunstancia que no pudo disfrutar su padre por haber sido la víctima más ilustre de la peste de Lisboa de 1521.

Pero el malogrado proyecto tuvo una consecuencia impensada, indeseada e incluso prohibida por sus protagonistas mayores, determinada por una situación desesperada la vuelta al mundo por vez primera del grupo de supervivientes comandados por Elcano, la primera vuelta alrededor de un mundo que gira en frase de un maestro, hazaña a la que ahora concretamente me refiero. Fracasado lo pragmático, se valoró, con razón, lo extraordinario, lo heroico y lo deportivo, y se premió en cabeza del más caracterizado de sus autores con un escudo de armas hasta ahora indiscutido, timbrado con un globo con la leyenda Primus circumdedisti me.

Pese a lo mucho que se ha suavizado el tema, sigo pensando que los términos Ruta Magallánica en lo aplicable a todo el periplo, e incluso el de Ruta Magallanes-Elcano, son engañosos y que algunas transacciones amistosas atentan contra la verdad documental y la obligación de defenderla.

Hugo O’Donnell y Duque de Estrada es censor de la Real Academia de la Historia.

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