Dar poco y pedir mucho

Sabido es que el eslogan publicitario del Día de la Madre de hace algunos años era precisamente el contrario al del titular de esta reflexión. O sea, «dar mucho y pedir poco». Y es que así es como se comportan las madres en términos generales con sus hijos. Exactamente lo contrario a lo que hace permanentemente el presidente del Gobierno con todos nosotros.

No digo yo que Pedro Sánchez tenga que convertirse de la noche a la mañana en un ser angelical que, como él dice, se desviva por distribuir el esfuerzo de forma equilibrada, esto es, para que los españoles no sientan que la guerra rebaja su bienestar, no. Ya sé que hay cosas que la naturaleza impone en nuestro carácter y es imposible tratar de torcerle el brazo a la naturaleza. O, cuando menos, no es conveniente.

Pero una cosa es que el Sr. presidente no tenga, precisamente, espíritu maternal y otra es que pretenda imponer ese espíritu a todo aquel con el que se relacione para beneficiarse él, Su Persona, del maternal trato.

Se preguntaba esta semana el Sr. presidente en su intervención en el Congreso de los Diputados en el que compareció para hablar de casi todo (simulacro de debate del estado de la nación, lo calificó algún portavoz), que qué tenía que ocurrir para que adoptásemos decisiones bajo la influencia de un espíritu de unidad. A lo mejor, digo yo, sería suficiente con que él, que tiene la sartén por el mango, se lo propusiese.

Creo que todos los españoles recuerdan, para mal del Sr. Sánchez, la manida expresión por él utilizada de que «no es no» y la más hiriente dirigida a su interlocutor de «qué parte del no no entiende».

Si se fijan bien, ambas manifestaciones, procedentes de la misma persona, no ponen de relieve otra cosa más que la que les mencionaba al principio. Que el Sr. Sánchez exige a sus interlocutores, en todo tiempo, el comportamiento de una madre. Cierto es que el de una madre que tiene un hijo mal criado y despótico.

Durante la legislatura en la que nos encontramos, la XIV, que comenzó hace algo más de dos años, el único trato recibido por la oposición por parte del Sr. presidente del Gobierno, especialmente por el primer partido de la misma, el Partido Popular, ha sido el del intento permanente de deslegitimación y de ninguneo.

Poco después de su comienzo en enero de 2020, comenzamos a afrontar el singular número de reveses que han presidido nuestras vidas desde entonces. Desde el comienzo de los efectos de la pandemia, el entorno del Sr. presidente comenzó a acusar a la herencia recibida del Partido Popular, que había dejado el Gobierno dos años antes como consecuencia de una moción de censura en 2018, como la responsable de su incapacidad para hacer frente a la pandemia. Dos años después, tras muchos estados de alarma, reales decretos motivados por situaciones de emergencia, etc., la situación del mundo no es buena, pero, dentro de él, la de España es objetivamente peor.

Durante todo este período, a pesar de las muchas propuestas planteadas por el Partido Popular, ninguna de ellas ha sido aceptada, aunque después hayan sido adoptadas como ideadas por el Gobierno. La última de ellas fue tenuemente esbozada por el propio presidente del Gobierno en su comparecencia de esta semana. Aunque a principio de la legislatura se rechazó una propuesta del Partido Popular para constituir una Comisión Interministerial para analizar y tratar los problemas de Ceuta y Melilla de manera transversal y multidisciplinar, esta semana, el presidente anunció la existencia de un «Grupo Interministerial» para acometer los citados problemas específicos. De momento, productos, desconocidos, pero su existencia anunciada.

Y es que ésta es la tónica general de la conducta de nuestro presidente. Pedir unidad para que dé la impresión de que todo es obra suya.

Por no mencionar que cualquier manifestación de discrepancia por parte de la oposición no sea interpretada como lo que es, como la exposición de una perspectiva diferente de un mismo asunto, sino para adquirir la dimensión de traición a los intereses nacionales. Pues, en fin, complicado ofrecer en esas condiciones una imagen de unidad.

Y es que la única unidad que entiende un niño mal criado es la de que todo el mundo, no sólo haga lo que él pretende, sino que, incluso, lo interprete de la misma manera. Su carácter caprichoso no tolera, por la naturaleza de su carácter, que no se asuma que todo lo que él dice es inigualable.

Y eso, a pesar de la evidencia de los cambios de orientación en sus actuaciones. De las carencias del sistema público de asistencia sanitaria como consecuencia de los llamados recortes del PP a los magníficos resultados cosechados por nuestro sistema público de asistencia sanitaria bajo la dirección socialista (con excepción de Madrid, claro, que ahí todo mal). Del indiscutible respaldo del Partido Socialista a las resoluciones de las Naciones Unidas en el asunto del Sáhara Occidental al reconocimiento privado (hecho público por la casa real marroquí) de la preferencia por las posiciones unilaterales de Marruecos. De la potencial eliminación del Ministerio de Defensa, por innecesario, al reconocimiento de la necesidad de elevar el presupuesto de Defensa para garantizar nuestra seguridad.

En este último capítulo, el de la Defensa, largamente defendido por el Partido Popular y rechazado por los socios de Gobierno del presidente, se le ha ofrecido todo el respaldo que precise a cambio, solamente, de recibir información leal y transparente sobre las disposiciones en fase de análisis y consideración por el Gobierno, pero ni eso es posible obtener de su presunto espíritu de unidad.

En resumidas cuentas, en lugar de ofrecer lo que está al alcance de los que tienen recursos, dar mucho y pedir poco, de nuestro presidente no esperamos más que una continuidad en su disposición anímica manifestada a lo largo de los años, dar poco y pedir mucho.

Fernando Gutiérrez Díaz de Otazu es diputado nacional por Melilla del Grupo Parlamentario Popular.

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