De acuerdos y de discursos

El acuerdo firmado en El Cairo entre los líderes de Hamas y de Al Fatah crea una nueva situación cara al próximo mes de septiembre, cuando la Asamblea General de la ONU debe aceptar la resolución sobre el tema del Estado palestino y sus fronteras. El primer ministro de Israel, Beniamin Netanyahu, se apresuró a dar su opinión y dijo que el presidente palestino, Mahmud Abas, debe decidir si quiere la paz con Israel o la paz con Hamas. Netanyahu quiere demostrar ante el mundo que el reconocimiento del Estado Palestino, tras el acuerdo entre las dos fracciones, es como aceptar el Estado de Hamas, que se niega a admitir los acuerdos de Oslo, se niega a reconocer a Israel y a llegar a un acuerdo de paz con él. Netanyahu espera que el acuerdo palestino le libere de la necesidad de presentar un plan político propio, cuando pronuncie su discurso el 24 de mayo ante las dos cámaras del Congreso de Washington, ya que Abas ha preferido la unidad interna a la negociación con Israel.

Hamas plantea un serio problema a todo aquel que desea la paz en Oriente Medio. Este movimiento islamista, que cuenta con el firme apoyo de Irán, no es una oposición palestina que acepte las reglas del juego, sino una organización que considera el acuerdo de Oslo, que creó la Autoridad Nacional Palestina y sus instituciones, un acto de sumisión por parte de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) frente a Israel. Esta organización considera la violencia contra Israel como un arma legítima; de hecho, ha estado utilizando una violencia extrema en los años que han transcurrido desde el acuerdo de Oslo, y no está dispuesta a aceptar la existencia de Israel.

Según el acuerdo interino entre Israel y la OLP de 1995, se prohíbe a personas y organizaciones que apoyan la violencia participar en las elecciones para la Asamblea Legislativa de la Autoridad Nacional Palestina. En 1996, Hamas no participó en las elecciones, pero sí lo hizo en el 2006, a raíz de que el anterior presidente estadounidense, George Bush, exigiera al primer ministro israelí de entonces, Ariel Sharon, que lo aceptase. Sharon, que no estaba dispuesto a reconocer que existía una diferencia entre Al Fatah y Hamas, no tuvo muchos reparos en aceptarlo, y así se allanó el camino de la organización hacia las elecciones y hacia su victoria.

Sólo cuando Hamas logró la mayoría de los votos de los palestinos, el mundo recordó que se trataba de un movimiento que no reconocía el acuerdo que hizo posible la creación del Parlamento palestino y la creación del Gobierno palestino del que ahora llevaba las riendas, y entonces el Cuarteto (EE. UU., la UE, Rusia y la ONU) decidió poner condiciones al reconocimiento de Hamas: rechazo de la violencia terrorista, reconocimiento de Israel y reconocimiento de los acuerdos firmados por los dirigentes palestinos. Hamas no aceptó esas condiciones, se apoderó de Gaza con violencia y estableció una autonomía en la franja, que quedó separada de Cisjordania, gobernada por la ANP.

Para Abas fue un duro golpe. Durante los últimos cuatro años ha hecho muchos esfuerzos por unir esa fractura y, recientemente, se ha firmado un acuerdo entre ambas partes que no llega a la raíz de las discrepancias existentes entre ellos, sino que propone soluciones técnicas cara a una reconciliación. Unir esa fractura puede dar legitimidad a Mahmud Abas para hablar en nombre de todos los palestinos y llegar a un acuerdo con Israel sobre la creación de un estado palestino en Cisjordania y en Gaza, solo que Hamas todavía no ha cambiado de actitud hacia Israel.

En mi opinión, se deberían mantener las condiciones del Cuarteto también en el futuro y exigir a Hamas que las acepte, si es que quiere formar parte de los procesos políticos. El acuerdo político debe hacerse también en el futuro con la OLP, que es la organización reconocida por el mundo, desde los años setenta, como representante del pueblo palestino. Por lo que respecta al Gobierno de expertos que se va a formar y que preparará las elecciones al Parlamento palestino, que se celebrarán en un año, por supuesto que se debería reconocer, siempre y cuando cumpla las condiciones del Cuarteto (aunque Hamas no lo haga).

Ni Israel y ni el resto del mundo tienen interés en la fractura del frente palestino. Nosotros tenemos interés en una dirección palestina con la que se pueda llegar a acuerdos, y a la que se puedan dirigir también quejas sobre su incumplimiento. No podemos afirmar, por una parte, que Abas representa sólo a la mitad del pueblo palestino y que, por tanto, no se puede llegar con él a un acuerdo permanente, y por otra parte, quejarnos de que está intentando unirse a Hamas para representar también la franja de Gaza y a sus habitantes. Espero que los próximos discursos de Obama y de Netayahu aprovechen lo positivo del entendimiento entre los palestinos e intenten descongelar el proceso de paz. También espero que la renuncia de George Mitchell, que ha tenido un estrepitoso fracaso como enviado especial estadounidense para Oriente Medio, abra un nuevo capítulo. Los esfuerzos por ahora deben centrarse en la cuestión de qué es lo más práctico en estos momentos, cuando en Israel hay un Gobierno de derechas y de halcones, cuando los palestinos están ocupados en unir la fractura interna y preparándose para anunciar en la ONU, en septiembre, un Estado palestino, mientras el Gobierno estadounidense ya está preparándose para las próximas presidenciales. Es posible que ahora sea más práctico conformarse con un acuerdo parcial en espera de uno permanente, con el compromiso estadounidense explícito sobre el carácter del acuerdo permanente, cuando sea posible.

Por Yossi Beilin, ex ministro de Justicia israelí, arquitecto del proceso de paz de Oslo.

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