De cómo Sánchez puede ser presidente

Todas las hipótesis sobre el futuro Gobierno siguen abiertas en el escenario poselectoral español. En el mes y medio transcurrido desde el 20-D solo ha surgido un dato nuevo: el de que Mariano Rajoy está políticamente acabado. Aunque eso era obvio desde que se conoció la formidable derrota electoral del PP, la poderosa maquinaria mediática de ese partido ha conseguido disimularlo hasta hace unos días. Y ahora que es incontrovertible, las demás piezas del tablero han entrado en una dinámica nueva que hasta puede evitar la repetición de los comicios.

La entrada en escena de Pedro Sánchez en condición de candidato a la investidura solo podía producirse tras confirmarse el fracaso definitivo de Rajoy. Era el requisito sine qua non. Ahora el líder del PSOE puede barajar sus cartas. Sabe perfectamente hasta dónde puede llegar, sus límites son los mismos que han fijado los barones socialistas y su partido no va a ponerle obstáculos: la posibilidad de volver al Gobierno es el mejor bálsamo para las tensiones internas.

En principio, Sánchez tendría que optar entre dos caminos distintos. Uno es el del pacto con Podemos, IU y el PNV para la investidura o para la formación del Gobierno, con la abstención de Convergència y ERC. El otro es un acuerdo con Ciudadanos y algunas formaciones menores, con la abstención de Podemos o incluso del PP.

La tendencia natural del líder socialista, y la actitud mayoritaria en su partido, sería la de caminar en la segunda dirección. A menos que se haya producido una revolución ideológica interna que nadie ha detectado, el PSOE es constitucionalmente reacio a entenderse con formaciones que estén colocadas a su izquierda. El que acuerdos de ese tipo se hayan producido en varias autonomías es un hecho circunstancial que no ha modificado mucho la tendencia de fondo.

Lo malo es que en estos momentos parece imposible que un eventual pacto con Ciudadanos obtuviera la abstención de Podemos, y mucho menos del PP. Pero no está fuera de la lógica que dentro de unos días la primera pueda conseguirse. Un entendimiento entre el PSOE y Albert Rivera podría estar basado en un programa que recogiera algunos de los requisitos que Podemos considera imprescindibles para la actuación del nuevo Gobierno en materias económicas y sociales y de lo que se ha venido a llamar regeneración democrática: el contrato único que reclama Ciudadanos podría quedar perfectamente fuera del mismo.

Y aunque, contrariamente a lo que se dice, Podemos no sufriría mucho electoralmente por hacer fracasar ese acuerdo y propiciar nuevas elecciones, tampoco cabe descartar que el partido de Pablo Iglesias se abstenga tras haber logrado algunos objetivos programáticos. Para ser la única oposición a un Gobierno del PSOE que no lo tendría precisamente fácil, mientras el PP estaría anulado durante un largo tiempo por sus problemas internos.

La abstención del PP en la investidura de Sánchez es mucho menos factible. Porque implicaría la previa renuncia de Rajoy a seguir encabezando el partido, y eso no va a producirse antes de que haya un Gobierno o nuevas elecciones. De ahí que quepa pensar que la insistencia de Rivera en contar con el PP en el actual proceso responda más a su interés en diferenciarse del PSOE y mantener un perfil propio en las negociaciones que a un convencimiento de que el partido de Rajoy puede entrar en el juego.

Está claro que Sánchez va a jugar la baza del Gobierno de centro-izquierda hasta donde pueda. Pero eso no le va a impedir explorar también el terreno de un entendimiento con Podemos. Claro está que en condiciones distintas de las que ha exigido Iglesias. Sin reparto del poder fijado de antemano y sin compromisos demasiado exigentes en relación con la cuestión catalana.

La solución ideal para el líder del PSOE sería que Ciudadanos se abstuviera en la votación de un entendimiento con Podemos que se limitase a la mera investidura de Sánchez. Porque le permitiría prescindir de la abstención de Convergència y de Esquerra. Pero esa es una solución demasiado redonda para que salga sin más, y cualquier avance en esa dirección implicaría concesiones importantes por parte de todos. Y, por tanto, tiempo. No tiene sentido pedir una aceleración del proceso cuando hay tantas cosas de las que hablar. A menos que se tenga ya decidido el no sin mayores contemplaciones. Lo cual también puede ser.

En definitiva, que la investidura de Pedro Sánchez es posible siempre y cuando las dos soluciones alternativas para la misma -pactos con Podemos o con Ciudadanos- se crucen en uno o varios momentos. Y con una condición adicional: que el eventual entendimiento no entre a fondo en la cuestión catalana. Que la deje aparcada. No es una perspectiva muy alentadora. Pero seguramente la cosa no da para más.

Carlos Elordi, periodista.

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