De estrategias y tácticas

Irán menosprecia la debilidad", declaró meses atrás el ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger. La altanería con que el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad viene actuando frente a la comunidad internacional parecería darle la razón. Alentado seguramente por los errores y titubeos de EE. UU. y la UE y su impotencia ante la imparable carrera nuclear iraní, así como la creciente intervención del régimen teocrático de Irán en los asuntos de otros países de Oriente Medio, Ahmadineyad se regodea públicamente.

En lo que unánimemente ha sido interpretado como un nuevo desafío a la ONU, que acababa de aprobar nuevas sanciones contra su país, el presidente iraní ha anunciado que su país cuenta ya con la capacidad de enriquecer uranio en escala industrial. Este anuncio ha sido recibido con sentimientos encontrados: aumentan los temores ante la posibilidad de que Teherán se acerca al punto tecnológico de no retorno en su programa nuclear, pudiendo producir artefactos explosivos nucleares en no mucho tiempo, pero, por otra parte, el escepticismo es la tónica entre los expertos, algunos de los cuales consideran que Irán no ha logrado avances significativos en su programa nuclear. Para estos expertos, el régimen iraní está lejos de superar los escollos tecnológicos más serios y no se trata de otra cosa que una declaración política destinada a reforzar su posición nacional e internacional y su capacidad de regateo ante EE. UU. y Europa. "Deberán pasar años hasta que adquiera la capacidad necesaria para producir artefactos nucleares", declaró recientemente un experto a nivel internacional. Incluso Moscú ha recibido con escepticismo el anuncio del presidente iraní. Rusia, que construye una planta nuclear en Irán, consideró necesario aclarar que "no es consciente de que se haya conseguido un avance tecnológico que pueda modificar la naturaleza de las actividades de enriquecimiento que tienen lugar en Irán".

Según los expertos, Irán tiene en funcionamiento poco más de trescientas centrífugas para la producción de combustible nuclear, mientras se necesita, en teoría, por lo menos tres mil para desarrollar un artefacto nuclear. Teherán habla de una instalación en Natanz, el lugar donde el presidente Ahmadineyad hizo su anuncio, con capacidad de cincuenta mil centrífugas ¿Por qué insiste Irán en intentar demostrar que avanza con su programa nuclear a todo vapor, a la vez que trata de convencer a la comunidad internacional de que ha logrado avances científicos inexistentes?, se pregunta un analista israelí. ¿Intenta Irán asegurar que futuras negociaciones sobre su capacidad nuclear comiencen en un punto en el que se encuentren más avanzados tecnológicamente?

En Iraq está usando todos los medios disponibles para conseguir sus objetivos, desde la diplomacia hasta las actividades clandestinas. La guerra Israel-Hizbulah de julio-agosto del año pasado, así como la crisis que esta organización fundamentalista chií ha desencadenado en Líbano, ha empeorado las tensiones entre suníes y chiíes en toda la región. En Iraq y en Líbano, Teherán se ha constituido, directamente o a través de sus protegidos, en factor de desestabilización. “Los países suníes están aterrorizados por la ola chií”, escribe Kissinger. La creación de un creciente chií en el corazón de Oriente Medio constituye la nueva amenaza que han de tener en cuenta los gobiernos de la región, declara públicamente el rey Abdalah de Jordania. Los países árabes moderados intentan encontrar un modus vivendi con Teherán, tratando de evitar que sumerja a todo Oriente Medio en un sangriento enfrentamiento chií-suní. Y no olvidemos las casi cotidianas cuotas de ponzoña con que Ahmadineyad alimenta a diario al mundo árabe con sus llamados a borrar del mapa a Israel, mientras niega, a semejanza de los buenos nazis de nuestros días, que el holocausto haya tenido lugar.

Una decena de países de Oriente Medio ya se ha dirigido al Organismo Internacional de Energía Atómica solicitando su cooperación para desarrollar sus propios programas nucleares. Turquía y Egipto ya han anunciado sus planes para construir plantas nucleares. La proliferación nuclear en la región podría ponerse en marcha. Y la razón no es otra que el temor ante la amenaza nuclear iraní.

Mientras los servicios de inteligencia alemanes e israelíes concuerdan en sus análisis en que los iraníes están determinados a producir la bomba nuclear lo más aceleradamente posible y que, en lo que a su tecnología se refiere, están menos avanzados de lo que las declaraciones de sus líderes sugieren, el ex ministro de Asuntos Exteriores de Alemania, Joschka Fischer, escribe que el estado actual del programa nuclear iraní no exige una acción militar inmediata y que en su lugar los esfuerzos deberían dedicarse a aislar al régimen de Teherán, alejando de él a Siria. Teherán, según Fischer, teme el aislamiento regional e internacional. ¿Pero tiene la comunidad internacional la voluntad política o la capacidad de disuasión para hacerlo? A juzgar por lo hecho hasta el momento, difícilmente. Parecería, más bien, que a medida que aumenta la determinación del régimen de Teherán, se debilita la decisión de la comunidad internacional.

Samuel Hadas, analista diplomático. Primer embajador de Israel en España y ante la Santa Sede.