De Gaza a Líbano, grave crisis regional

Por Mariano Aguirre, director área de Paz, Seguridad y Derechos Humanos del Centro de Análisis Internacional FRIDE (EL CORREO DIGITAL, 20/07/06):

La crisis violenta en Oriente Medio es de las más graves que han ocurrido en los últimos años en la región. Esta crisis vincula dos situaciones diferentes: la ocupación por parte de Israel de los territorios palestinos y la fragilidad del Estado libanés. A la vez, muestra que tanto Israel como algunos grupos armados consideran que sólo la fuerza les ayudará a conseguir sus objetivos políticos.

En Gaza, Israel utiliza la excusa de rescatar al soldado secuestrado por la rama militar de Hamás hace dos semanas para hacer caer el Gobierno de Hamás. En Líbano, los ataques de las fuerzas armadas israelíes pretenden, primero, empujar hacia el Norte a la guerrilla de Hezbolá, con el fin de que cesen los ataques que sistemáticamente realiza con misiles contra el Norte de Israel y, segundo, que el Gobierno libanés la desarme.

La política de Israel hacia el Gobierno de Hamás, elegido democráticamente en enero pasado, es no reconocerlo debido a sus pasadas actividades terroristas. EE UU y la Unión Europea apoyan esta política cortando sus ayudas. A la vez, Israel ha limitado el ingreso de impuestos y fondos a Gaza que derivan de las exportaciones palestinas. La población sufre duramente el castigo por las autoridades a las que eligió.

Hamás mantenía una tregua desde hacía 16 meses, y había un debate entre sus líderes acerca del reconocimiento implícito de la solución al conflicto a través de la existencia de dos Estados. Pero Israel no cesó el hostigamiento militar en los últimos meses, causando un promedio de 20 palestinos civiles muertos al mes durante el mismo período. En ese plazo murieron violentamente 45 israelíes.

El Ejecutivo israelí y sus aliados externos han seguido la línea dura de evitar todo diálogo con Hamás, aislar a su Gobierno y encerrar a Gaza, controlando sus fronteras por tierra y mar, más el espacio aéreo. Esta es la política que inició el ex primer ministro Ariel Sharon, según la cual los palestinos no tienen autoridades responsables con las que se pueda negociar. En consecuencia, Israel debe abandonar toda perspectiva negociadora, construir un muro de separación y olvidarse de las resoluciones de la ONU sobre los territorios ocupados. El plan se completa con la retirada de Gaza y de unas partes fragmentarias de Cisjordania, algo que obliga a desplazar a algunos asentamientos ilegales israelíes. El primer ministro Ehud Olmert estaba hasta hace dos semanas siguiendo esta política. Ahora ese plan se verá muy afectado porque distintos sectores le indicarán que si Gaza no es controlable, menos todavía lo serán zonas de Cisjordania controladas por Hamás.

En Israel ha prevalecido en los últimos años la idea de que sólo mediante la fuerza será posible garantizar la seguridad del Estado, asumiendo que el país tendrá como vecinos a un territorio, no un Estado, palestino sumido en el caos. Más estratégicamente, Israel cuenta con EE UU para limitar la actuación o eventualmente acabar con los gobernantes radicales en Irán y controlar a Siria. La irrupción tan fuerte de Hezbolá ha alterado ese panorama, recordando que no será sencillo que Israel se aísle y no negocie.

Como indica David Clark, ex asesor de política exterior del Gobierno británico, la crisis actual ha surgido en el momento que el presidente palestino Mahmud Abbas estaba negociando con el Gobierno de Hamás para que aceptase el llamado 'documento de los prisioneros', elaborado por presos de Fatah (su movimiento) y de Hamás. El documento propugna la existencia de dos Estados en la región a cambio de un reconocimiento de Israel de negociar un Estado palestino.

A la rama militar de Hamás y al Gobierno de Israel les inquietaba esta iniciativa y la simpatía de Abbas por la misma porque era una vía para reabrir el diálogo. «La realidad es que Israel piensa que puede obtener más beneficios imponiendo una solución -dice Clark- a través de la fuerza que a través de la negociación, y no está interesado en ningún tipo de proceso de paz».

En el caso de Líbano, la guerrilla de Hezbolá ha aprovechado el asedio a Gaza para dar un golpe militar a Israel -secuestrando y matando soldados- y ganar posiciones en ese país y en la región. El grupo chií Hezbolá está apoyado por Siria e Irán. Los cambios políticos que sucedieron en Líbano desde 2004, especialmente la retirada de Siria y la Resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU exigiendo esa retirada, elecciones libres y el desarme de las milicias, abrieron una fuerte tensión entre el Gobierno libanés y grupos armados como Hezbolá.

Durante la guerra en Líbano, en los años 80, se fortalecieron estos grupos armados. De hecho, Hezbolá controla el sur del país, desde donde dispara sus misiles contra Israel. Las fuerzas israelíes se retiraron de esa zona en 2000 después de 18 años de ocupación. La intención legítima de Olmert es que el Gobierno libanés controle la zona con su ejército y desarme a Hezbolá. Pero este grupo tiene ministros en el Ejecutivo del Líbano y desarmarlo no es sencillo. Además, Hezbolá ha hecho alianzas con el Movimiento Amal, otro grupo chií, para resistirse al desarme. Las tensiones entre los grupos cristianos, suníes, drusos y chiíes pueden volver a resurgir. Hezbolá también mantiene buenas relaciones con la rama militar de Hamás.

Para presionar al Gobierno de Líbano, las fuerzas israelíes están llevando a cabo una campaña militar contra la población civil. Al igual que en Gaza, la táctica es castigar a los ciudadanos por las políticas de sus dirigentes. Por su parte, Hezbolá lanza misiles contra la ciudad de Haifa, centro industrial y de comunicaciones de Israel, llevando la guerra dentro de ese país por primera vez en 50 años.

En el nivel regional se está produciendo una alianza o conexión entre Hezbolá, la rama militar de Hamás y el muy probable apoyo de, o de sectores de los servicios militares, de Siria e Irán. Es improbable que Israel lance una ofensiva contra estos países, excepto si recibe un ataque masivo o terrorista en las que estén claramente implicados Damasco o Teherán. EE UU, por su lado, no tiene interés en que eso ocurra porque ya tiene una compleja situación en Irak.

Dada esta situación es preciso negociar cuanto antes, empezando con un alto el fuego, devolución o intercambio por presos de los soldados, dar acceso a ayuda humanitaria y permitir la entrada de una fuerza de interposición de la ONU en la frontera entre Líbano e Israel como han propuesto el secretario general de la ONU, Kofi Annan, y el primer ministro británico, Tony Blair. A la vez, Europa y los países árabes deberían transmitir a EE UU e Israel que es preciso cesar de inmediato el acoso a la población de Gaza, y luego negociar la existencia un Estado palestino viable para que ese tema deje de envenenar, de una vez y para siempre, la política de la región y no sirva de excusa a grupos como Hezbolá.