De Juana, héroe, mártir y asesino suelto

La historia general de la infamia relatará que el día 1 de marzo de 2007 una ambulancia que conducía camino de un hospital a un terrorista convicto y contumaz, Ignacio de Juana Chaos, liberado por el gobierno español con toda clase de subterfugios torticeros tras dos medidas huelgas de hambre a cámara lenta, fue recibido como un héroe por sus fanáticos partidarios, que apostados en la carretera hacían flamear banderas y enseñas de celebración para recibirle como si de un vencedor del Tour de Francia se tratara, en vez de un sujeto que ha pasado en la cárcel menos de nueve meses -la gestación al revés: una ironía siniestra- por cada uno de los veinticinco asesinatos perpetrados, que acaso repetiría de no impedirlo la desaparición física de sus víctimas.

Esa historia recogerá también que el gobierno que le manda a casa sin cumplir condena, y sin que se den ninguno de los supuestos del código penal para conceder el segundo grado penitenciario, es un gobierno que ha mentido, y que no ha tenido la decencia de usar su prerrogativa de indulto para, al menos, asumir todo el costo -y las supuestas ventajas- de su acto «humanitario», sin contaminar a otras instituciones del Estado ni sembrar la confusión en la hastiada ciudadanía. Y esa historia deberá también dar fe de que numerosos medios de comunicación, nacionales e internacionales, con el The Times a la cabeza, se prestaron gozosamente a colaborar en la desinformación de la verdadera situación, vida y catadura del exrecluso de Juana Chaos, mintiendo también sobre supuestas «liberaciones» irregulares de etarras presos por otros gobiernos anteriores -y admitiendo, con esa excusa, que iba a perpetrarse una arbitrariedad. La historia general de la infamia deberá pues señalar el 1 de marzo de 2007 como un notable hito del inacabable deterioro del Estado de derecho en España, de humillación de las víctimas y perseguidos por ETA y euforia de esa banda, y de entrega de pies y manos no sólo de un gobierno, sino de todos los partidos que lo sostienen, al chantaje más descarnado.

A De Juana le reciben sus fanáticos admiradores como si hubiera ganado el Tour, decía, y es innegable que ha ganado al Estado su tour de force. A lo largo de estos meses hemos asistido al constante incremento del número de declaraciones que, con falaces argumentos humanitarios, han trasladado a la opinión pública esta falacia: si De Juana muere en prisión, aunque sea por su voluntad soberana, el Estado se habrá convertido en asesino. Y todos nosotros quedaríamos, claro, contaminados por esa sangre vertida. Algunos histriones han empeorado el esperpento trufando sus declaraciones de ridículos epítetos adversativos para salvar las apariencias: ojalá se muriera en la cárcel el maldito asesino, pero... José Luis, no nos podemos permitir ese precio a dos meses de las elecciones; y por unos meses solamente... no vayan a empeorar las cosas.

Pues bien, esos dicterios exculpatorios no añaden nada, salvo hastío, a la operación retórica que han liderado: ayudar a ETA, y en general a cualquier terrorismo y violencia política, no ya a equiparar la «violencia legítima del Estado» (que legitima y legisla cómo tener encerrados contra su voluntad a los asesinos y criminales) con la «violencia terrorista», sino a ir bastante más lejos. Porque la liberación subrepticia de De Juana admite en la práctica que la «violencia terrorista» es defensiva y moralmente superior al monopolio estatal de la violencia. En efecto, ¿qué otra cosa significa liberar a un asesino condenado, que nos desafía y chantajea a todos sin arrepentirse de nada, sino que su derecho privado a matar y chantajear prevalece sobre el derecho a la justicia, la seguridad y la libertad de todos nosotros?

Lo sucedido va más allá de un fracaso limitado del Estado de derecho: es un torpedo a su línea de flotación. Ha dado de lleno, y pronto le seguirán otros: hay centenares de etarras presos que pueden imitar esa conducta, y si este gobierno no ha encontrado un solo argumento que le impida poner en libertad a ese sujeto, tampoco encontrará ninguno mejor para ir soltando a los que se pongan en la misma situación. Tras la huelga de hambre a plazos y cámara lenta, tendremos amnistía a plazos y cámara lenta. Y sin la menor renuncia ni condena de la violencia, sino incrementando su eficacia. Estupendo.

En el plano de la moral pública, quizá lo peor haya sido la conversión de un caso de justicia y aplicación del derecho en una orgía de falso humanitarismo, deleznable y sentimental. La estúpida elección que han planteado tantos oportunistas -el gobierno no debe permitir que De Juana se convierta en un mártir, mejor que se quede en un héroe para los suyos-, ha conseguido regalarles todo. Desde hoy, De Juana no sólo es un mártir para los suyos -lo ha sido desde que fue capturado por la Policía y condenado por los tribunales-, sino además un héroe. Mártir y héroe de una tacada. Y navegante y pastor de pueblos, dueño de la «hoja de ruta». Autor famoso cuyos textos leen con fruición sus émulos y admiradores.

Naturalmente, hay que indagar las razones del gobierno de Zapatero para plegarse a este chantaje con un desenlace largamente anunciado. Algunos estimarán que esto forma parte de la «hoja de ruta»; otros, que liberar así a un asesino emblemático es un precio pequeño comparado con el gran premio de la paz. Lo veo de otro modo: este gobierno ha perdido cualquier capacidad de resistir el chantaje etarra. Sus propias maniobras le han dejado en un estado de enorme debilidad, transfiriendo a ETA su fortaleza cedida. Y es así porque el llamado «proceso de paz», una invención destinada al fracaso desde el principio y puesta en evidencia por el atentado de Barajas, sólo puede proseguir a condición de que nada desnude aún más su esquelética vacuidad. Un nuevo atentado etarra, ahora buscando muertos si muriera De Juana, cumpliría esa trágica función aclaratoria. El riesgo de que De Juana fuera víctima de su propia obstinación daría a ETA la excusa necesaria para una «respuesta» mortífera a la violencia del Estado. Y más con un gobierno que considera vivo el «proceso» pese a los asesinatos de Estacio y Palate, pues, ¿por qué iban a cambiar las cosas otras víctimas adicionales? ¿No está ETA derrotada, mate a quien mate?

Toda la esperanza del gobierno descansa en conseguir prórrogas adicionales del partido en juego. Y sin duda la banda dará esas prórrogas a un precio cada vez más alto, esperando el único resultado que acepta: todas sus exigencias. Y tal resultado ya no es imposible con este gobierno, sino probable... si lo toleramos.

Carlos Martínez Gorriarán, profesor de la UPV y portavoz de Basta Ya.