De la edad contemporánea a la edad digital

El sistema democrático occidental está entrando en barrena como consecuencia del cambio tan impresionante que la aparición de Internet ha supuesto para las generaciones digitales, que ya no confían en una forma de representación basado en el esquema piramidal clásico, con un modelo de votación cada cuatro años, donde la opinión del ciudadano no cuenta más que cuando se aproximan los procesos electorales. Periodos de tiempo, en el que unos gobiernan y el resto permanece al margen, son eternos para una generación habituada a la respuesta inmediata y, además, acostumbrada a poder dialogar a través de las redes sociales con quienes, al margen de la política, son sus ídolos o sus héroes; por eso no aciertan a comprender que ese diálogo, permanente y continuo, no puedan establecerlos con sus representantes institucionales ya sea a nivel local, regional o nacional.

Movimientos como los surgidos a raíz del 15M español, no buscan la desestabilización del sistema sino eliminar las impurezas de unas propuestas democráticas que no responden a la idea que ellos tienen de una democracia que ya no es piramidal sino en red, donde todos pueden informar a todos y todos pueden recibir información de todos, en tiempo real y con propuestas que se alejan de la racionalidad de una sociedad que ha dejado de existir en su concepción industrialista. Apuestan por iniciativas que, además de añadir riqueza a la sociedad, sean capaces de impulsar un nuevo periodo donde la democracia florezca a la luz de nuevos parámetros que aun no han sido incorporados; un proceso que contiene componentes que hacen que la realidad sobre la que se opera ya no sea sólo física, sino también virtual. Iniciativas que, además de estimular la capacidad de innovación y la imaginación de los jóvenes, sean capaces de aportar valor a los conocimientos adquiridos en sus procesos de formación, hayan sido estos reglados o no reglados.

La juventud que concluye sus estudios universitarios o profesionales, provistos del correspondiente título, se asoma al mercado y pregunta: ¿Quién me contrata? Es la misma actitud que tenían sus padres o sus abuelos que, sin formación escolar, se vendían en las plazas de los pueblos con la misma pregunta. La educación debería responder a las interrogantes que se hacen los estudiantes cuando piensan: ¿Yo para que sirvo? ¿Cuál es mi actitud? ¿Cuál mi vocación? ¿Qué puedo yo aportar a mi país?

La actual situación socioeconómica y política de la Unión Europea y, particularmente de España, cuestiona la libertad de los países para ser libres a la hora de diseñar su futuro, hasta el punto de que la mayoría de los ciudadanos ni saben para qué trabajan ni saben quiénes dirigen los destinos de sus países. Todos deberíamos ser conscientes de que la Edad Contemporánea acabó cuando Internet hizo su aparición para el gran público, hasta el punto de que se puede afirmar que se ha iniciado la Edad Digital. Esta nueva Era está generando una forma distinta de entender, de comprender, de aprender, de enfrentarse al mundo por parte de nuestros estudiantes, que es necesario que los educadores, a todos los niveles, la descubran y exploten al máximo posible. La manera con la que un alumno se enfrenta al conocimiento, a la forma de aprender, es diferente a como se abordaban esos asuntos en el siglo pasado.

La educación, sin duda, será donde veremos la mayor revolución en los menores plazos. Desde la gran red en que se deben convertir nuestros centros de enseñanza una vez interconectados, se multiplicarán las opciones de lo posible. Crear este mundo educacional nuevo no es tarea fácil, lograrlo requiere de concertación de voluntades, de recursos y del compromiso de la comunidad educativa. Contar con esa infraestructura tecnológica tiene mayores impactos en la calidad de la educación de los que hoy imaginamos. El mayor desafío, sin embargo, está en reinventar la forma en que se imparte la educación. La tecnología es sólo un instrumento para llegar a la persona. No sólo estamos hablando de cuestionar y dar un salto en el papel de la escuela, tradicionalmente entendida como centro de adquisición de información, sino también de ese otro papel de los profesores en el aula, de los contenidos con los que vienen trabajando, de las prácticas docentes y del papel que la escuela juega en la comunidad.

El sistema educativo debe enseñar a tomar iniciativas y no solamente a transmitir información; lo que hay que conseguir en las facultades, en los institutos, en los colegios, es que puedan aflorar todas las capacidades que cada uno de los estudiantes puede desarrollar y no educar para la pasividad. Por muchas leyes de calidad de enseñanza que se dicten, nuestros colegios y universidades no forman para generar iniciativas, no fomentan una cultura de riesgos razonables, no crean futuros actores de la nueva economía y de la sociedad, sino futuros asalariados en un mercado que acapara para los grandes grupos económicos la capacidad de innovar. Resulta imprescindible que el sistema educativo, ahora que se quiere reformar para volver al pasado, encuentre el procedimiento para descubrir la actitud, la motivación, la pasión de todos aquellos alumnos que pasan por sus aulas; y es necesario que a la Universidad lleguen aquellos que estén deseando desarrollar científicamente la actitud, la motivación, la pasión, que descubrieron y potenciaron en la escuela.

En el año 1980, según datos oficiales, el 8% de la población española mayor de 25 años y menor de 65 era universitaria, mientras que en la Unión Europea esa cifra alcanzaba el 12%. En el año 2010, la población universitaria española fue del 29%, mientras que la media de la Unión Europea fue del 27%. España tiene un millón y medio de estudiantes universitarios, casi más que Alemania y que Francia. Tenemos 75 universidades, con 175 campus universitarios. Con estos datos y con estas cifras, deberíamos pensar que algo estamos haciendo mal cuando, teniendo un nivel de formación superior a como nunca lo hemos tenido, sin embargo, el porcentaje de paro entre la población activa es más alto que cuando la sociedad pisaba menos las aulas universitarias. Sin duda, el sistema productivo español está fracasando como consecuencia de que tenemos un nivel de producción con un capital humano bastante deficiente en cuanto a su formación.

Para innovar hay que tener la tecnología suficiente que permita superar al adversario. Tenemos que intentar innovar tratando de imaginar qué es lo que la gente va a necesitar mañana para hacerlo hoy, que en eso consiste la innovación, en hacer hoy lo que se va a necesitar mañana o pasado mañana. ¿Y qué es lo que se necesitará mañana? Los alumnos que han empezado este curso, en infantil, con tres años, se van a incorporar al mundo económico laboral, si realizan estudios universitarios o de formación profesional, en el año 2033. Hay que hacer el esfuerzo de imaginación para saber cómo será la sociedad en ese tiempo. Baste señalar que el 50% de los empleos que se van a crear en los próximos cinco años no existen hoy, no están creados, pero se crearán, de igual forma que un 25% de los empleos que se han ofertado en los últimos cinco años no existían con anterioridad, y hoy la gente está trabajando en ellos. Empleos nuevos, que no existían. O el ministro Wert no sabe que así son las cosas o, sabiéndolo, está condenando a una generación al fracaso con su reforma educativa.

Juan Carlos Rodríguez Ibarra fue presidente de la Junta de Extremadura.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *