De Londres al movimiento 15-M

Vivimos tiempos turbulentos. La economía se convulsiona como un barco a la deriva, azotado por una tormenta y lanzando por la borda en cada convulsión a sus pasajeros más vulnerables, unos con precarios salvavidas y otros sin nada. La ira de los pasajeros estalla contra quienes gobiernan la nave, incapaces de controlar lo que ya parece un inevitable naufragio y dispuestos a permitir que el huracán arrastre a tantos. Hasta ahí sirve la analogía, pues en la vida real también cabe culpar de la tormenta a quienes gobiernan el barco.

En la nave británica ha estallado un motín. Al timón, un conservador, David Cameron, con un programa de recortes sociales, austeridad y mano dura… sólo para algunos, como siempre. La perspectiva de una interminable austeridad (lo que indefectiblemente se traduce por penurias para algunos, no para todos, o al menos no para todos en la misma medida), la pérdida de protecciones sociales y la falta de esperanza para los jóvenes son circunstancias que indudablemente han tenido un efecto nuclear en el origen de la furia callejera que azota Londres y otras ciudades inglesas. Pero a la vista de casos similares en otros países, sería una simplificación atribuir exclusivamente a la crisis la violencia urbana que ha estallado súbitamente en los últimos días en el Reino Unido, y que Cameron califica de «mera criminalidad».

A lo largo de la década de los 80 y de los últimos 11 años (curioso el paréntesis de los años 90), el Reino Unido ha experimentado decenas de disturbios raciales, con escenas semejantes a las que estamos viendo ahora, aunque ninguna de estas dimensiones. Y esto último, la dimensión que está adquiriendo, es atribuible, como no se cansan de repetir los medios de comunicación, a la capacidad de organizarse por parte de los agitadores a través de redes sociales y sistemas de mensajería móvil. En otras palabras, la existencia de estas explosiones de violencia con un alto componente de odio racial no es esencialmente nada nuevo en el Reino Unido ni en otros países occidentales. Lo único que ha tomado a todos por sorpresa, especialmente a la Policía, es la velocidad con que se extienden y con ello las enormes proporciones que está adquiriendo.

También París vivió graves disturbios raciales en el otoño de 2005. Las imágenes -batallas campales contra la Policía, incendios...- eran similares, siempre lo son en estos casos, pero en el francés se habían dado circunstancias que no están presentes en el caso actual, tales como una política de laicismo que incluía la prohibición de símbolos religiosos en espacios públicos, y que precedió a las actuales restricciones al velo islámico en Francia. Un dato importante a tener en cuenta es que esos disturbios en la capital francesa se producían en momentos de gran bonanza económica. Todo esto es significativo para entender la naturaleza de las actuales reyertas en el Reino Unido.

Un episodio más significativo para comprender lo que está ocurriendo en el Reino Unido son los graves disturbios, con evidente componente racial, que se extendieron por todo EEUU en abril y mayo de 1992. El detonante en aquel caso fue la absolución en Los Ángeles, por parte de un jurado compuesto exclusivamente por blancos, de los policías también blancos que habían apaleado brutalmente a Rodney King, un delincuente habitual de raza negra. Sin Twitter ni Blackberries, con una rapidez inusitada, la violencia se extendió por la ciudad californiana e inmediatamente después por todo el país. Al igual que ahora en Londres, la Policía, cogida por sorpresa, quedó completamente desbordada. Aún recuerdo cómo mientras conducía hacia mi casa me encontré al llegar al centro de la ciudad con un escenario dantesco, rodeado de edificios en llamas, escaparates destruidos y gente asaltando tiendas y pegando tiros.

Aquellos tumultos concluyeron con centenares de inmuebles, negocios y almacenes quemados, decenas de muertos, toques de queda y las tanquetas de la Guardia Nacional patrullando las calles. ¿Eran aquellos tiempos de crisis económica en EEUU? No particularmente. Desde luego, nada comparable con la que nos asola actualmente. El componente fundamental en aquella crisis fue racial, y no sólo por las tensiones entre blancos y negros: las hostilidades entre negros y asiáticos también dieron lugar a muchas víctimas.

¿Qué lección podemos extraer de estos ejemplos? La primera, que aunque la crisis, con todo lo que conlleva de recortes sociales, ha contribuido a exacerbar las tensiones existentes, no es suficiente explicación.

El detonante de los disturbios londinenses, como es bien sabido, ha sido la muerte de un joven negro llamado Mark Duggan por lo que pudieron ser disparos de la Policía (asunto que en el momento de escribir estas líneas está aún por esclarecer). Con esa muerte, toda la comunidad inmigrante del Reino Unido -una comunidad racial y culturalmente minoritaria en un país de tradición fuertemente conservadora y clasista- se sintió de algún modo atacada.

el reino Unido sigue siendo institucional y culturalmente un país extremadamente conservador. Es posiblemente el único país del mundo donde la nobleza tiene aún su propia cámara parlamentaria, además de ser un Estado confesional, donde los obispos ocupan escaños en el Parlamento y donde incluso cualquier modificación de la liturgia y del misal tiene que ser aprobada en el Parlamento. Este perfil socioculturalmente conservador y clasista es característico de las culturas de tradición anglosajona, y necesariamente marca un contraste extremo con las culturas minoritarias de los inmigrantes, que perciben de modo muy agudo su marginación social y cultural.

No creo que haya que buscar otras motivaciones especiales para explicar estos disturbios. La violencia racial no es nada nuevo, y la extensión del fenómeno viene facilitada por las nuevas tecnologías. ¿Va la violencia en el Reino Unido dirigida contra la Policía? ¿Contra los blancos? No parece ser el caso. A la vista de las informaciones, muchos de los establecimientos asaltados, destruidos o incinerados pertenecen a inmigrantes. Cuando la violencia se desata y es secundada por jóvenes, meros adolescentes en muchos casos, cede la racionalidad para dar paso a un cúmulo de frustraciones sociales y personales.

Cómo no señalar, para concluir, el contraste tan enorme entre lo que ocurre en el Reino Unido (unos disturbios callejeros clásicos, por llamarlos así) y la insólita originalidad del 15-M, un movimiento de masas que se caracteriza por sus estrictos principios de no violencia, intergeneracionalidad y respeto. Los indeseables que recientemente han provocado tantos quebraderos de cabeza en Madrid, entre los cuales había personas con antecedentes, son elementos aislados que de ningún modo representan al 15-M. A nuestros políticos: conviene valorar lo que tenemos.

Juan A. Herrero Brasas, profesor de Ética Social en la Universidad del Estado de California.

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