De los ‘indignados’ a Nuit Debout

En el curso de la noche del 31 de marzo del 2016, a raíz de la movilización de los principales sindicatos y de una parte de la juventud estudiantil y de los institutos, la plaza de la República en París fue testigo del nacimiento de Nuit Debout, un movimiento que numerosos observadores se han apresurado a comparar con el de los indignados en España. Al cabo de un mes, la acción perdura.

Esta movilización aúna la utilización de las redes sociales y de internet con la ocupación de un espacio donde de hecho se reúnen sus protagonistas. Conlleva dimensiones contestatarias, una carga conflictiva si se quiere, y numerosos aspectos culturales; se trata de experimentar, in situ, las relaciones interpersonales y sociales que se trataría de poner en marcha en el futuro a escala de la sociedad e, incluso, del planeta. Nuit Debout, que se ha extendido a otras numerosas ciudades francesas, es también un movimiento democrático, que aspira a renovar la práctica de la política mediante diversas formas de debatir, de votar, de decidir.

Y si se analizan las condiciones que han posibilitado su aparición, está claro que puede proseguir la comparación con los indignados: Nuit Debout ha nacido de la descomposición de la izquierda francesa, que ha perdido, una vez tras otra, las elecciones municipales y departamentales, así como las elecciones regionales y que ha perdido la mayoría en el Senado; del fracaso del presidente Hollande; de la pronunciada postración del Partido Socialista y de Europa-Ecología-Los Verdes (EELV). Todo esto no difiere en buena medida de la experiencia de la izquierda española. Dicho con mayor precisión, el nacimiento de Nuit Debout corresponde a una fase de la acción gubernamental que atestiguaba una fuerte derechización del poder de la izquierda: derechización identitaria, de cariz marcial y guerrero, después de las matanzas del 13 de noviembre del 2015, y medidas de excepción y urgencia que evocaban la Patriot Act de George W. Bush; derechización económica, con un proyecto de ley sobre el trabajo especialmente complaciente con los patronos y la derecha. En este contexto, quedó libre la palabra, en el ámbito de la izquierda, y se desarrolló la protesta.

Es menester, por tanto, decir en primer lugar que Nuit Debout se inscribe perfectamente en la línea de los indignados. Sin embargo, a partir de ahí varios puntos requieren un examen.

Se plantea una primera pregunta: ¿por qué este tipo de lucha llega a Francia cinco años después de los indignados de Madrid o Barcelona, los Occupy Wall Street de Nueva York, además de otros movimiento similares en Chile, en Israel, etcétera, sin hablar de la primavera árabe del 2011, del parque Gezi de Turquía (2013) o de la plaza Maidan en Ucrania (principios del 2014)? ¿Por qué con tanto retraso incluso cuando el mensaje “¡Indignaos!” se lanzó desde el 2010, con enorme éxito, por un francés, Stéphane Hessel, cuyo libro con este título fue un éxito de ventas? La respuesta es, en primer lugar, política: los franceses, a la izquierda, han querido confiar en la izquierda, antes de las elecciones presidenciales del 2012 y posteriormente han querido creer, hasta estos últimos meses, que el poder iba a asumir sus expectativas. La palabra ciudadana se ha liberado. Y no sólo con Nuit Debout, desde el mismo momento en que el poder y el partido que lo sostiene han perdido lo esencial de su credibilidad e, incluso, han parecido desertar de los valores de la izquierda.

Segunda pregunta: ¿sabrá Nuit Debout, como los indignados con Podemos, dotarse de una prolongación política? Es verdad que los lazos entre el movimiento social y el partido son, en la experiencia española, complejos y cuestionados, que Podemos no forma una unidad en el seno de los indignados, y, simétricamente, da la imagen de una notable capacidad para emanciparse. Sin embargo, todo esto no debe ocultar la existencia de una fuerte continuidad entre el movimiento y el partido.

En Francia, Nuit Debout se halla, por ahora, muy alejado de una hipótesis semejante. Mientras los indignados han atravesado con frecuencia periodos de tensión, entre quienes buscan una modalidad de acción política clásica y quienes la rechazan de plano, Nuit Debout dista, en conjunto, de toda perspectiva de cualquier transformación en una fuerza política. Esto le presta, a la vez, su encanto y, también, su gran debilidad.

De ahí deriva una tercera pregunta: ¿Nuit Debout no corre el peligro, por tanto, de verse arrastrado o bien a la esclerosis y la impotencia, como han visto algunos observadores constatando por ejemplo que los debates en las comisiones que el movimiento ha establecido adoptan una inflexión repetitiva, o bien al izquierdismo sectario de grupúsculos trotskistas o, incluso (lo que no mejora mucho las cosas) al soberanismo antieuropeo, chavista y protocomunista de Jean-Luc Mélenchon? Se observará, en primer lugar, que Podemos, o algunos de sus líderes, son acusados también, a su vez, de tropismo izquierdista o chavista. Pero la experiencia francesa es mucho más vulnerable a las perversiones izquierdistas que los indignados o que lo que quepa observar en Podemos.

Toda la historia de los movimientos sociales en Francia, desde hace medio siglo, lo indica con claridad: cuando se debilitan o recaen, se radicalizan y el izquierdismo asume, ideológica o políticamente, esta radicalidad. No existe, en España, esta cultura política o, al menos, adopta una forma mucho menos nítida y los grupos izquierdistas no poseen el espacio del que disponen en Francia. Hay motivos para preocuparse si se considera de Nuit Debout, en primer lugar, su capacidad de buscar un enfoque de las exigencias y de las ideas que conforma y, acto seguido, sobre su posible resistencia a un control izquierdista más o menos revolucionario o antisistema que acabaría, de hecho, por destruir el movimiento.

De donde procede una cuarta pregunta: si la comparación con la experiencia española no debe empujarse demasiado lejos, ¿no es menester considerar otros movimientos que se adscriben a la misma familia? Numerosos observadores comparan en tal sentido Nuit Debout a Occupy Wall Street, que no ha tenido su expresión política comparable a Podemos, pero que algunos años después de su efímera existencia constituye por sus temáticas una fuente importante de inspiración de Bernie Sanders en su campaña de las primarias de los demócratas. Ahora bien, para que esta comparación tenga sentido, sería menester que existiera en Francia una fuerza política comparable al Partido Demócrata, lo que no es el caso porque, como ya se ha dicho, el Partido Socialista se halla en vías de descomposición.

Lo que podría devolvernos al punto precedente. ¿Hay que excluir realmente que pueda constituirse en Francia una nueva fuerza política del tipo de Podemos? Este partido no se creó hasta enero del 2014, casi tres años después del nacimiento del movimiento de los indignados, nacido en el 2011 : al fin y al cabo, Nuit Debout sólo se halla en sus primeras semanas de existencia. En el 2018 o en el 2019, la izquierda habrá tenido tiempo de comenzar a recomponerse; tal vez, de inventar uno o dos nuevos partidos a partir de los escombros del PS y de EELV y nada impide pensar que una nueva formación política pueda mantener un fuerte vínculo con las ideas y los valores que surgen con Nuit Debout. La comparación con la experiencia española podría, entonces, recobrar vigor.

Michel Wieviorka, sociólogo, profesor de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París.

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