De Moncada a la paz de La Habana

La firma del acuerdo de cese de fuego y dejación de armas por parte de las FARC es el final histórico de 63 años de lucha armada en Latinoamérica. Este proceso arranca y termina con dos hechos emblemáticos ocurridos en Cuba: el asalto al cuartel de Moncada en la provincia de Santiago en julio de 1953 y la firma de los acuerdos entre el Gobierno de Colombia y las FARC en La Habana este 23 de junio. Las FARC son la guerrilla más antigua y en algún momento fueron la insurgencia más numerosa en la historia del continente después de la revolución mexicana. Quedan grupos de menor importancia en Paraguay, México, Perú y el ELN en la misma Colombia, pero estos, o transitan pronto a la política o acabarán como crimen organizado. En las condiciones actuales, la lucha armada ha dejado de ser una forma de lucha para convertirse en una forma de vida.

En 1982 estuve en Punto Cero, el conocido campo de instrucción cubano, realizando pruebas con el armamento que utilizábamos los guerrilleros salvadoreños durante el conflicto en los años ochenta. Acompañado por Fidel Castro realicé disparos con fusiles, lanzacohetes, lanzagranadas, ametralladoras pesadas y cañones livianos. Fidel me hablaba de las capacidades de las armas y se sumaba por momentos a las prácticas; mientras tanto yo intentaba convencerlo de llevar a El Salvador fusiles Kaláshnikov AK-47, en aquel entonces el mejor fusil de asalto del mundo.

De Moncada a la paz de La HabanaNo tuve éxito, pero me regaló 12 fusiles AK-47, uno para mi uso personal y 11 más para mis principales mandos. La regla era que solo podíamos usar armas occidentales que incluían miles de fusiles M16 provenientes de arsenales estadounidenses abandonados en Vietnam. Difícil saber qué era peor en el lenguaje de la Guerra Fría, un fusil del entonces campo socialista o un recuerdo de la derrota en Vietnam. Seis años después cambió la regla y llegaron a El Salvador miles de AK-47. Solo recordando la historia del último medio siglo de Cuba, Latinoamérica y Estados Unidos se puede entender la importancia que tiene la firma del reciente acuerdo en La Habana sobre el conflicto colombiano.

Ahora es historia decir que Cuba armó y entrenó militarmente a decenas de miles de latinoamericanos de casi todos los países. Siempre se ha dicho que Cuba trataba de exportar su revolución, pero lo fundamental es entender que la Guerra Fría no era tan fría en el continente. En abril de 1961 un grupo contrarrevolucionario invadió Cuba en Bahía de Cochinos; a la invasión siguieron años de guerra contrarrevolucionaria en la isla, además de incontables actos de terrorismo y numerosos intentos de asesinar a Fidel Castro, todo esto apoyado por Estados Unidos.

Cuba fue el epicentro del momento en que el mundo ha estado más cerca de una guerra nuclear en 1963, cuando la crisis de los misiles soviéticos. La izquierda estaba excluida y era perseguida en toda Latinoamérica; hubo dictaduras militares en todos los países con excepción de México y Costa Rica; Estados Unidos apoyaba abiertamente dictaduras, golpes de Estado, represión, matanzas, torturas, magnicidios y desapariciones de opositores no solo de izquierda.

Este escenario produjo una coincidencia geopolítica entre los intereses de Cuba por defenderse con los de la lucha de la izquierda en el continente. La retórica radical y las visiones ideológicas, casi religiosas de algunos grupos de la izquierda, fueron una consecuencia y no la causa del problema. Existía un escenario real de confrontación armada y esto determinó la conducta de Cuba y de las guerrillas. Podemos decir que los cubanos intentaban exportar revoluciones, los revolucionarios intentaban hacerlas y las dictaduras y Estados Unidos provocaban la multiplicación de los revolucionarios por casi todo el continente.

El peligro de la invasión a Cuba siempre fue real. La estrategia de Fidel Castro frente a este peligro tuvo mucho sentido. Evitó concentrar su defensa encerrado en la isla y decidió actuar de forma más ofensiva, contribuyendo a expandir los conflictos que provocaban las dictaduras en los distintos países. Estos conflictos distrajeron y forzaron a Estados Unidos a ocuparse de ellos. Cuando el Che Guevara dijo que “había que crear uno, dos o tres Vietnam”, estaba hablando de la defensa activa de Cuba.

Las revoluciones no se pueden exportar, ni inventar. A los soviéticos les tomó por sorpresa la revolución cubana y a los cubanos les pasó lo mismo con la revolución nicaragüense; ambos actuaron sobre ellas una vez estas ocurrieron. Los sandinistas, igualmente, usaron a la insurgencia salvadoreña como parte de su defensa estratégica y fueron el actor principal en el envío de miles de armas a El Salvador.

La guerra en Centroamérica en los años ochenta fue el Vietnam latinoamericano. En esos años Estados Unidos toleró un genocidio de miles de indígenas en Guatemala, gobernó El Salvador asumiendo la conducción y los costes de la contrainsurgencia, ocupó militarmente Honduras instalando bases en su territorio, hizo la guerra a Nicaragua financiando y entrenando un ejército de miles de contrarrevolucionarios y terminó invadiendo Panamá directamente con sus tropas. Durante una década este conflicto involucró entre insurgentes, contrainsurgentes y contrarrevolucionarios a más de 300.000 hombres armados.

Si incluyéramos los datos de la guerra entre dictaduras e insurgentes en todos los países del continente, estos números serían más impresionantes. Acabada la guerra en El Salvador un personaje conservador me recriminó por el apoyo que recibimos de Cuba y Nicaragua; mi respuesta fue sencilla: la ideología era secundaria, simplemente no éramos tontos para dejarnos matar. Efectivamente, por encima de ideologías, esta idea resume lo que pasaba en Cuba y en todo el continente. Como siempre, hay quienes se quedan en el pasado y hasta inventan revoluciones donde no las hay, como es el caso de Venezuela; pero esa es otra historia.

Cuba, bajo el Gobierno de Raúl Castro, ha jugado un papel determinante en empujar el acuerdo de paz de Colombia. Estados Unidos bajo la administración del presidente Obama decidió por fin abandonar la estrategia de rendir por la fuerza al régimen cubano y este ha comenzado una transición al capitalismo. La izquierda ha sido Gobierno en muchas partes, las dictaduras han desaparecido y ojalá que no retornen. Estamos ante el final de un conflicto que comenzó con el asalto a un cuartel en Cuba hace 63 años, pero que luego se extendió por todo el continente. El anuncio hecho en La Habana de que las FARC dejarán las armas significa que ha concluido una larga confrontación que ensangrentó, pero que también ayudó a transformar a Latinoamérica. Estamos frente al final de una época y ante el inicio de otra.

Joaquín Villalobos fue guerrillero salvadoreño y es asesor del Gobierno colombiano en el proceso de paz con las FARC.

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