Qué alegría ayer la portada de 'Teletodo'. Clara Segura con bata blanca nos presentaba la nueva serie de TV-3 'Nit i dia', en la que la protagonista es una forense. Es una noticia importante porque el 88% de la población (unos 35 millones de personas) nos pasamos cada día más de cuatro horas (244 minutos) frente a la tele lo que la convierte en el medio de comunicación de mayor alcance y más influyente. Como de esos televidentes el 51,4% somos mujeres, sé que muchas se pondrán contentas con el estreno de Clara.
Las espectadoras no solo somos mayoría sino que además somos responsables del 80% de las compras de las familias. Los programadores lo saben y lo explotan. Hacen exhaustivos estudios de audiencia por edad, sexo, clase social, localidad y no para diseñar contenidos que nos hagan personas más informadas, preparadas y así ayudarnos a aprovechar mejor la vida, sino para vendernos cosas, esas que los anunciantes quieren que deseemos comprar. El negocio de la tele se basa en la venta de espacios publicitarios, solo por detrás está el segundo objetivo: controlar la información política y social para crear determinados estados de opinión pública.
En los últimos años con la desregulación y las tecnologías digitales, han aumentado los canales disponibles y los programadores han empezado a afinar el tiro y crean específicos para las espectadoras. Sin embargo, todas esas investigaciones de mercado no van acompañadas de otras igualmente sofisticadas que den pistas sobre cómo percibimos la oferta y qué querríamos ver si verdaderamente pudiéramos elegir y no solo ajustarnos a lo que echan. El paseo por esas parrillas para féminas es muy chocante. Conviven los culebrones y series de protagonistas femeninas, los programas de decoración, cocina, salud, belleza con los realities más disparatados. Mis favoritos son 'Embarazada a los 16' de MTV, 'Me pido ese vestido' de Divinity, 'Hogar, sucio, hogar' de Nova sobre limpieza y '¿Quién vive ahí?' en La Sexta sobre estilos de vida. Hay uno de inminente estreno que promete mucho: 'Quiero ser monja'. En Cuatro veremos si varias aspirantes en distintos conventos de España logran vestir hábito y toca.
¿Refleja eso a la población femenina? ¿Es un retrato fidedigno de las españolas? Quiero pensar que no y muchos sostendrán que la televisión no tiene por qué ser realista, que la encendemos precisamente para distraernos y vaciar la mente de preocupaciones y angustias cotidianas, pero creo que el medio daría para más y que, al igual que otros ámbitos sociales (el del trabajo, el de la salud, el educativo, el jurídico, el económico…) han evolucionado y se han ajustado a las ciudadanas contemporáneas, a nuestras necesidades e intereses, seamos niñas, jóvenes, adultas o ancianas, la televisión también debería hacerlo. Lamentablemente está muy por detrás en ese cambio. Con su visión estereotipada y anticuada de las mujeres, tan pobre en cantidad como en calidad, transmite y afianza malísimos modelos.
Hay maneras alternativas de hacer programas de televisión con atractivo para audiencias femeninas diversas (véase la fantástica serie estadounidense 'Girls'). El primer paso sería que a los ejecutivos y programadores de televisión les interesara este debate y no les pareciera un asunto propio de departamentos feministas de las universidades que no va con ellos. Un segundo paso sería que los organismos reguladores de las telecomunicaciones vigilaran el cumplimiento por parte de las teles de la ley general de la comunicación audiovisual que en su preámbulo dice: «La norma aspira a promover una sociedad más incluyente y equitativa y, específicamente en lo referente a la prevención y eliminación de discriminaciones de género». Es una pequeña contrapartida por la cesión del uso del espectro radioeléctrico.
Y un tercer paso es escuchar a las interesadas. De las cifras de audiencia se desprende que las mujeres no enchufamos la tele para evadirnos, sino que nos interesa todo aquello que de un modo u otro tenga que ver con nuestra vida y conecte con nuestras realidades. Nos gustan las series con protagonistas que sean mujeres, los programas en que la gente expresa su modo de vida o los que tienen contenidos relacionados con aquello que nosotras hacemos o amamos. Queremos saber cómo otros resuelven sus conflictos, sea en la ficción o en la realidad, conocer experiencias ajenas que podrían ser propias y colocarnos por un rato en otros puntos de vista, aunque no los compartamos. Nos sirve para vivir mejor nuestra realidad.
Si los programadores no se ponen al día y reflejan la multiplicidad de roles y actividades de las mujeres de hoy, si no abandonan su empeño en poner la atención sobre nuestro aspecto físico, nuestros conflictos amorosos, nuestra sexualidad o nuestra domesticidad, podrían perdernos como audiencia, porque iremos a buscar esos contenidos a otro lado.
Ángeles González-Sinde, escritora y guionista.