De qué sufren unos y de qué otros

Hay un señor sensible que resulta que es ministro del Gobierno socialista y nos dice que lo importante es sensibilizarse ante el valor de la vida humana. Y que la diferencia entre nosotros y ellos, los asesinos, es la dignidad moral que nos lleva a valorar la vida e impedir que un preso en huelga de hambre ponga fin a sus días. Y por esa nuestra grandeza moral ha resuelto enviar de permiso para siempre a un preso. A casita, porque era un preso que prefería morir a vivir entre rejas. Y para más virtud de ese ministro, ha anticipado que habrá mucha gente de bien que no vea bien esa medida pero que, como él es valiente y como actúa en la legalidad, pues a la calle con ese preso. Todos conocen ya la historia de ese preso que se ha estado alimentando de carcajadas. De las que le producía cada asesinato por parte de sus conmilitones. Como éstos matan ya poco, o sólo matan ecuatorianos, el pobre no se podía alimentar ya de carcajadas y estaba que se moría de hambre en un hospital. El pobre.

Entiéndase la poca credibilidad de ese ministro al formar parte de un gobierno repleto de señores y señoras que, mira por dónde, comenzaron a gobernar saludando las intenciones y logros de un señor que quería poner fin a su vida y pudo ser ayudado mar adentro en la dignidad humana de suicidarse. Señores, la eutanasia forma parte de la dignidad moral, sostienen desde entonces los ministros. Antes de eso sostuvieron que no era indigno asesinar a más de una docena de etarras pagando a policías corruptos y a matones extranjeros. Y ese ministro, tan sensible hoy con el preso etarra que aparentemente quería suicidarse, jamás mostró sensibilidad alguna cuando a un ciudadano hendayés lo secuestraron por orden de los suyos y casi liquidaron. O cuando vertieron cal viva sobre dos muertos que anteriormente fueron dos vidas humanas que se llamaban Lasa y Zabala. Entonces ese ministro tan sensible era ministro portavoz del Gobierno socialista.
Hay otro señor que no es ministro, pero como si lo fuera. Porque también es socialista y es vasco y es parlamentario y es de los que se sensibilizan ante el sufrimiento. Y dice que los familiares de presos etarras también sufren y, como ha estudiado a fondo el tema, afirma que sufren tanto como las familias de los asesinados por esos presos. Y por eso vota en el Parlamento vasco que se les subvencione con nuestro dinero el viaje a las cárceles. Y así, con el dinerito para el viaje y los paquetes para sus queridos familiares presos, ya sufren menos todos ellos. Qué bien, cómo progresa la moral de los socialistas, autoproclamado faro humanizador del progreso político que nos aguarda.

Y cómo progresa la moral de sus nuevos amigos nacionalistas vascos que reciben al preso en el hospital y afirman que lo van a tratar con todo el mimo del mundo. Y, de paso, el mismo día envían a sus ertzainas con la parafernalia de guerra para disuadir la expresión pública de su sufrimiento y escarnio a las víctimas como Pilar Ruiz, Concha Motos, José Mari Múgica y muchas otras, menos conocidas pero arropadas por tres centenares de ciudadanos donostiarras en silencio. Y mientras lloraban en el marco incomparable donostiarra, a sólo unos metros de distancia los familiares de etarras presos efectuaron su procesión semanal de los viernes cortando el tráfico de las calles donostiarras y enarbolando, una a una, las fotos de los asesinos presos, tan queridos y sufrientes en las cárceles de la enemiga España. Y los donostiarras que sosteníamos a duras penas el llanto de las víctimas, solamente pudimos gritar ¡asesinos! a los componentes de aquella patibularia procesión. Y los ertzainas nos infundían miedo sólo a nosotros mirándonos desde sus pasamontañas negros no sabremos nunca con qué sentimientos de sensibilidad moral, e impedían que nos moviésemos o que leyésemos unas palabras de aliento mientras protegían aquel desfile de familiares de asesinos. Y, por fin, gritamos ¡libertad! y nos fuimos para nuestras casas sin que nos detuvieran a ninguno.

¿Desconocen los socialistas que, además de los etarras, todos los presos han sido conducidos a las cárceles precisamente para que sufran? Sufran privación de libertad y de restricción de ciertos derechos sociales y políticos. Esa es la manera nuestra de hacer justicia. En lugar de devolverles ojo por ojo y fusilarlos al alba por sus crímenes, nuestra venganza es perdonarles la vida y retenerlos bajo rejas. Es decir, que sufran algo por lo que hicieron. Se trata del mínimo dolor sin el cual no hay reparación de la justicia. Sufrimiento no bastante para reparar los delitos que cometieron, porque ya no podrán resucitar a quienes asesinaron ni recomponer el drama humano de hijos huérfanos, padres o hermanos truncados y de miles de tullidos. Y sería de justicia que la recuperación social de esos criminales requiriese cierta compunción del alma y una condena cierta del mal que generaron sus fechorías. Así como un ánimo de no reincidir en las andadas. Pero nuestro Código Penal anda loco de puro sufrimiento pro reo y las medidas carcelarias que competen a los gobiernos son completamente arbitrarias. Y ministros tan sensibles como el aludido pueden saltarse incluso el procedimiento normal de la institución penitenciaria.

Sufrir es lo propio de la naturaleza humana y, seguramente, de toda la viviente, sean animales o plantas. Y tanto la ciencia como la democracia se inventaron para evitar sufrimientos innecesarios al humano, para constreñirle menos y favorecer al máximo su expansión. Pero existen los asesinos y violadores, hay ladrones y gentes de mal que multiplican el sufrimiento de los humanos exclusivamente por su interés personal. E infligen daño, humillación y sufrimiento moral. Pero también el Código Penal y, por supuesto, los gobiernos pueden infligir humillación y sufrimiento moral a las víctimas cuando instituyen o aplican una justicia insuficiente.

Las víctimas del terrorismo son sociales y no naturales o accidentales, son inocentes y absolutamente políticas: el asesino pretende cambiar nuestras instituciones al aterrorizarnos a todos. Las víctimas lo han sido en nuestro nombre, en defensa del Estado de Derecho y por eso la mayor parte de ellas han sido selectivas, calculadas meticulosamente para el logro de los objetivos terroristas. Y son revictimizadas cada vez que se las ha echado al olvido y a la omisión de actos de reconocimiento por nuestra parte. Cuando se ha banalizado el crimen («no tenía sentido...», «era un asesinato inútil...», etc.) se estaba incoando un proceso de mayor sufrimiento a las víctimas porque vaya si les era útil a los terroristas cada asesinato. Cuando se han equiparado la víctima del terrorismo con las víctimas del tráfico o con los familiares de los asesinos o hasta con el sufrimiento de éstos, se está incrementado el sufrimiento y humillación de las víctimas.

La justicia suficiente que únicamente pueda reparar a la víctima del terrorismo es la justicia política, aquella que, además de castigar, combate la barbaridad ideológica y política que posibilita eliminar al semejante. Una justicia que juzgue la causa terrorista y sus supuestos ideológico-políticos. Si esto no está siendo juzgado por los tribunales, habrá que sacarlo a la plaza pública. El Gobierno socialista no va poresta senda y no se merece existir. Traiciona a la ciudadanía que está por una justicia que no humille y dañe a las víctimas.

Mikel Azurmendi, profesor y escritor.