De regreso a casa

Los responsables del diseño de políticas globales se congratulan frecuentemente de haber evitado los errores de política de los años treinta durante la crisis financiera que empezó en 2008. Encabezados por el presidente de la Reserva Federal estadounidense, Ben Bernanke, historiador económico de la Gran Depresión, recordaron las ideas de John Maynard Keynes y flexibilizaron la política fiscal y monetaria para evitar lo peor. Todavía seguimos lidiando con las consecuencias presupuestales, en especial en Europa, pero la verdad es que el mundo no se acabó en 2008.

El endurecimiento de la política monetaria no fue el único gran error de los años treinta, también el regreso al proteccionismo, simbolizado por el aumento de los aranceles a través de la Ley Smoot-Hawley a principios de esa década. Los historiadores continúan debatiendo la importancia de la Ley Smoot-Hawley en sí, pero la subsiguiente guerra de aranceles sin duda perjudicó el crecimiento económico y comercial, empeorando más la situación.

Los estadistas de ahora dicen que también evitaron el error del proteccionismo, pero, ¿es cierto? Ciertamente no espero que estalle una guerra de aranceles en el corto plazo, pero hay indicadores peligrosos de problemas comerciales por venir.

La Ronda de Doha de negociaciones mundiales de libre comercio se ha abandonado, y la Organización Mundial de Comercio ahora está languideciendo en su sede a orillas del lago en Ginebra, sin saber que será de su futuro. Tal vez con la Ronda de Doha no se podía lograr mucho en las circunstancias actuales, pero la falta de continuidad del diálogo sobre comercio mundial –que en el peor de los casos sería una válvula de seguridad útil– añade un nuevo nivel de riesgo. Cuando hay diálogo es menos probable que se actúe precipitadamente.

En el área financiera hay muchas señales del renacimiento de los enfoques nacionalistas hacia la regulación y la política monetaria. La crisis puso en entredicho el Consenso de Washington, que asumía que el mundo estaba avanzando gradualmente hacia el libre movimiento de capital y a la fijación de los tipos de cambio por el mercado.

Varios países, incluidos Brasil, Corea del Sur y Turquía –ahora han impuesto controles de capital de diversos tipos. Incluso el Fondo Monetario Internacional, durante mucho tiempo la personificación del Consenso de Washington, ha reconocido que “los controles de capital son una parte legítima de las herramientas para administrar los flujos de capital en determinadas circunstancias.” Los congresistas estadounidenses ven a los chinos como los manipuladores de divisas arquetípicos, pero los suizos han establecido un techo fijo en la apreciación del franco.

Estas señales tempranas de desglobalización de los mercados financieros tienen sus análogos en la banca comercial, donde algunas de las instituciones más grandes del mundo se están retirando rápidamente. Citibank y HSBC habían ido más lejos que la mayoría en el desarrollo de una huella global; en efecto, actualmente es casi imposible abordar un avión sin recibir elrecordatorio de que HSBC es “el banco local del mundo.” Sin embargo, los dos están cerrando en muchos países.

Del mismo modo, muchos otros bancos europeos están recortando drásticamente sus negocios en el extranjero. El impacto es particularmente fuerte en el financiamiento del comercio, donde los bancos europeos han sido los principales participantes en Asia. Ahora se están retirando rápidamente del mercado creando un vacío inquietante que los bancos asiáticos están tratando de llenar.

Falta más por venir. Mientras luchan por reunir más capital, es probable que los bancos europeos y las aseguradoras se vean obligados a vender sus activos extranjeros.

Si esto fuera simplemente señal de un nuevo enfoque más estricto hacia estrategias de largo plazo viables, sería visto como un acontecimiento favorable. Sin embargo, hay señales de que el proceso está impulsado por cambios en la regulación, y, en algunos casos, por un proteccionismo regulador.

A los bancos los supervisa una instancia de regulación en el país donde están incorporados, y una serie de reguladores locales en el lugar donde operan. Los reguladores de “casa” y los acreedores de último recurso están cada vez más preocupados por el riesgo potencial de pérdidas en las operaciones en el extranjero de los bancos. Como señaló acertadamente el gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, “los bancos son globales en vida, pero nacionales en la muerte.” En otras palabras, las autoridades locales deben pagar la cuenta cuando las cosas salen mal.

Los reguladores nacionales se ponen cada vez más nerviosos de que los bancos operen en sus jurisdicciones mediante sucursales de su compañía matriz, sin capital o junta directiva locales. Por lo tanto, están insistiendo en que haya una creación de filiales. Desde el punto de vista de los bancos, ello significa que el capital se queda atrapado en filiales y no se puede utilizar de manera óptima a través de su red. Así pues, los bancos pueden preferir retirarse.

Una versión particular de este fenómeno se está produciendo en la Unión Europea. En el mercado único financiero los bancos pueden aceptar depósitos en cualquier lugar sin una autorización local, si antes en otro país europeo ya se les ha autorizado. Con todo, cuando los bancos de Islandia quebraron, las autoridades británicas y holandesas tuvieron que rescatar a los depositantes locales. Ahora los reguladores están desalentando ese tipo de negocios transfronterizos, lo que conduce a un proceso que lleva el desafortunado nuevo nombre de “deseurización.” Solo nos queda esperar que no se adopte.

Los reguladores, si bien reconocen los riesgos de permitir la aceleración de la desglobalización financiera, han estado tratando de tener mejores medios para lidiar con la quiebra de enormes bancos globales. Si los bancos se pueden liquidar fácilmente cuando las cosas salen mal, y las pérdidas se puedan distribuir equitativamente, los reguladores podrán sin mayor dificultad permitir que sigan operando mundial y eficientemente. Así pues, hay grandes esfuerzos en marcha para crear un marco de resolución transfronterizo. Sin embargo, es un trabajo arduo, y Daniel Tarullo, gobernador de la Reserva Federal, ha reconocido que “no se vislumbra una solución integral y sin defectos”.

¿Todo esto supone una amenaza seria para los beneficios de la globalización? Siendo prudentes es demasiado pronto para decirlo. Tal vez solo estamos viendo el inicio del cambio de guardia, donde el HSBC y el Citibank serán sustituidos como actores globales por el ICBC de China, el Itau Unibanco de Brasil, y el Sberbank de Rusia.

Sin embargo, puede ser que estemos viendo el renacimiento de una doctrina keynesiana menos benigna: “la naturaleza de las ideas, el conocimiento, la ciencia…debería ser internacional. Pero permitamos que los bienes sean locales siempre que sea razonable y conveniente, y sobre todo, dejemos que las finanzas sean nacionales.”

Howard Davies was Director of the London School of Economics (2003-11), and was the first chairman of the United Kingdom’s principal financial regulatory body, the Financial Services Authority (1997-2003), which he established at the request of the British government. Previously, he served as Deputy Governor of the Bank of England and Director-General of the Confederation of British Industry. Traducción de Kena Nequiz.

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