Debate republicano

Han transcurrido ya dos semanas desde el 9 de marzo. Quince días son un tiempo lo bastante significativo para poder valorar tanto los resultados como las consecuencias derivadas de las elecciones. Pero antes creo necesario empezar dando las gracias a los catalanes que confiaron en nosotros, cerca de 300.000. Si echamos la vista atrás, podremos comprobar que se trata de una cifra considerable. Es un punto de partida para recuperar Esquerra Republicana. También es justo recordar el esfuerzo que los candidatos y la estructura organizativa y territorial del partido han hecho en esta campaña.

Decía que las 300.000 papeletas son una cifra importante, pero evidentemente está muy lejos de los resultados alcanzados hace cuatro años, cuando nuestro partido se situó con ocho diputados en el Parlamento español. Hay que admitir que la marcha atrás ha sido considerable. No me extenderé en las causas, porque ya hemos señalado la mayoría estos últimos días: el miedo al Partido Popular y la abstención de muchos votantes catalanistas, entre otros motivos, han reducido las expectativas de ERC. El fracaso no ha sido no llegar a los mismos resultados que en el 2004, sino quedarnos a unos miles de votos de los cinco diputados, porque todos éramos conscientes del estado de excepcionalidad de esas elecciones.

¿Y ahora, qué? Es una pregunta que se hacen muchos ciudadanos y militantes. Esquerra debe empezar un nuevo ciclo, que se iniciará con el proceso congresual de junio. Un proceso que debe elegir la dirección y establecer las líneas estratégicas que guiarán el partido en los próximos cuatro años. Esquerra debe ser capaz de hacer un debate sereno, de ideas, programas, equipos y personas. Un debate transparente en el que los militantes tenemos que decidir qué rumbo debemos tomar. De la tranquilidad y la responsabilidad de todos dependerá el arranque y la gestión exitosa del nuevo ciclo.
En otras palabras, es muy importante que al día siguiente del congreso de junio, el partido salga fortalecido y con la voluntad de saber sumar e incorporar todas las sensibilidades. Tenemos ejemplos en otros países de cómo un debate congresual rico y abierto, y a la vez conciliador, ofrece una imagen muy potente a los electores. Me atrevería a decir que ahora toca hacer un debate republicano --de valores republicanos--; es decir, participativo, abierto, transparente y con voluntad constructiva.

Sobre todo porque, desde el punto de vista político, los resultados del 9 de marzo no han aclarado ninguna duda ni sombra que hoy planea sobre la agenda política catalana. Catalunya ha votado masivamente contra el Partido Popular, pero la derecha española no solo ha resistido, sino que ha crecido en número de diputados. A pesar del lifting que Rajoy quiere hacer a su equipo, la actitud y la presión sobre Catalunya continuarán. Con estos resultados, cualquier cambio en la dirección de los populares irá seguramente a peor. Solo un hundimiento electoral de Rajoy podría haber puesto las cosas más fáciles para que Catalunya pudiera tener todo lo que necesita: reducir el déficit fiscal, poner al día los ferrocarriles, rescatar peajes, crear nuevas infraestructuras y, sobre todo, obtener el control de grandes equipamientos, como los aeropuertos. Todo seguirá siendo difícil, porque a las reticencias y el previsible freno de mano que echará en Catalunya el nuevo Gobierno de Zapatero se añadirá la presión renovada de Aznar y compañía.
Nunca he sido pesimista, pero intento ser observador diligente de la realidad. Y creo que la agenda no será fácil. Antes de agosto hay que establecer un acuerdo de financiación con el Estado, un acuerdo inaplazable. El Govern de Catalunya necesita más que nunca más recursos para poder materializar proyectos básicos como la ley de servicios sociales, la mejora del modelo educativo y el sistema de salud. A esta presión estival tenemos que añadir la espada de Damocles que representa la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut.

Y no podemos perder de vista que hemos iniciado también el debate sobre una de las leyes más importantes para nuestro país, la de la educación. O todo lo referente al agua y la energía. Son debates inaplazables que requieren consenso y planificación. Y todos los retos y alguna amenaza que he relatado hasta ahora se dan en un contexto de incertidumbre económica por el paro de algunos sectores como la construcción, el aumento del precio del petróleo y la debilidad del dólar, que nos complican las exportaciones y el turismo.

Catalunya y el resto de la nación catalana necesitan un partido independentista, de izquierda modernizadora, capaz de generar acuerdos, que sea práctico y pueda convertirse en puntal para el país a la hora de avanzar, marcar prioridades y empujar a los demás partidos catalanes hacia un nuevo escenario de mayor soberanía. Para esto, lo primero que habrá que hacer es que en junio salga una Esquerra Republicana cohesionada, fuerte y plural. Lo que requerirá por parte de todos una gran dosis de respeto, inteligencia emocional y tolerancia.

Estoy convencido de que entre todos podremos dar un ejemplo de debate republicano constructivo y participativo, que puede ser un revulsivo ante la sensación de desinterés de muchos ciudadanos por la política. Como secretario general de Esquerra Republicana, es lo que pido a los militantes, y este es mi compromiso.

Joan Puigcercós, Secretario general de ERC.