¿Debería una esposa maltratada ser acusada por el delito de su esposo?

¿Debería una esposa maltratada ser acusada por el delito de su esposo?

Se espera que esta semana comparezcan los testigos en el juicio federal en contra de Noor Salman, cuyo marido, Omar Mateen, asesinó a 49 personas en el club nocturno Pulse en Orlando, Florida, en 2016. Salman está acusada de ayudar a su marido, quien murió en un enfrentamiento con la policía, al “proveer apoyo material” al Estado Islámico y obstruir la justicia. Con tan pocos hechos disponibles, sería irresponsable especular sobre la posible participación de Salman en este acontecimiento tan espeluznante.

Esto es lo que sabemos: antes de que Mateen decidiera cometer un asesinato en masa, maltrataba física y emocionalmente a Noor Salman. Salman ha dicho que su marido le daba puñetazos, trataba de estrangularla, amenazaba con matarla, la obligaba a tener sexo con él y la dejaba aislada en la casa en la que habitaban. Sus abogados dicen que ella vivía atemorizada todo el tiempo.

Es poco probable que Salman sea la última víctima de violencia doméstica sometida a un juicio en relación con la violencia a gran escala cometida por un marido abusador. Eso se debe a una confluencia de factores: primero, el fuerte vínculo entre la violencia doméstica y los tiroteos masivos y, segundo, la frecuencia con que los autores de estos delitos ejercen un control coercitivo sobre sus parejas sentimentales, a quienes obligan a actuar de maneras en las que no lo harían en circunstancias distintas.

Dado que este vínculo es tan común y el control tan generalizado, necesitamos pensar seriamente qué tipo de responsabilidad jurídica estamos preparados a otorgar a las víctimas en estas circunstancias.

La conexión entre la violencia doméstica y los tiroteos masivos se ha vuelto casi un lugar común. Entre los muchos ejemplos están: Devin Patrick Kelley, quien asesinó a veintiséis miembros de la congregación de la Primera Iglesia Bautista de Sutherland Springs, Texas, en noviembre, había sido juzgado por un tribunal militar de la Fuerza Aérea por violencia doméstica; James Hodgkinson, quien disparó contra miembros del Congreso mientras jugaban béisbol en junio de 2017, había sido procesado previamente por abusar de su hija adoptiva; Mohamed Lahouaiej Bouhlel, quien mató a 84 personas con un camión en Niza, Francia, en julio de 2016, era conocido por las autoridades porque había agredido a su esposa.

¿Cómo podemos entender el vínculo entre la violencia doméstica y la violencia a gran escala? Los hombres (y por lo general son varones) que son agresivos en casa suelen recurrir a la violencia para crear un clima de miedo en las mujeres con las que habitan. El pistolero en una balacera masiva hace lo mismo: siembra el terror entre sus blancos y el público.

No quiere decir que estemos afirmando que todos los autores de violencia doméstica corren el riesgo de convertirse en asesinos masivos. Solo un pequeño subconjunto de los que abusan de miembros de su familia también comete asesinatos a gran escala. Sin embargo, el vínculo es crucial. De hecho, los expertos hacen referencia a las relaciones domésticas especialmente peligrosas como “terrorismo íntimo”.

Cuando la violencia doméstica va seguida de un patrón de terrorismo íntimo, el autor por lo general trata de controlar todos los aspectos de la vida de la víctima: sus finanzas, ropa, contacto con amigos y familia, incluso en qué posición duerme. Una vez que un agresor se ha apropiado del poder de restringir la vida cotidiana de su pareja, ya no necesita recurrir a la violencia física habitual; solo cuando ella trata de resistirse a sus “reglas” es probable que continúe con las agresiones. La violencia física es su forma de hacer énfasis, la táctica que usa cuando no ha podido hacerse del control que requiere.

Los fiscales dicen que Salman hizo arreglos financieros con Mateen antes del ataque y lo ayudó a idear una coartada. El FBI ha declarado que Salman confesó haber acompañado a Mateen en un viaje para inspeccionar el club nocturno. Salman niega haber tenido conocimiento previo del ataque. De nuevo, el juicio no ha comenzado y no se ha probado nada.

No obstante, no puede suponerse de manera realista que una mujer que vive en una relación definida por el control coercitivo que se ejerce mediante la amenaza de violencia tenga el mismo nivel de responsabilidad penal que una persona cuya vida se caracteriza por la libre elección. El sistema de justicia penal estadounidense ha reconocido desde siempre la relación entre la coerción y la culpa jurídica, en la forma de la defensa en la que se argumenta una acción bajo coerción. Aunque se utiliza muy pocas veces, esta defensa exculpa a una persona de responsabilidad penal por sus actos si existe un miedo bien fundamentado de incurrir en lesiones físicas graves por negarse a actuar y si no hay esperanza convincente de escapar de la amenaza.

Esta defensa parece particularmente relevante en el contexto de la violencia doméstica, tal vez muy en especial si el autor está tan trastornado que tiene la capacidad de perpetrar un asesinato masivo. Si Salman se negaba a cumplir con las exigencias de su pareja abusiva, podía conducirse a su propia muerte. Según un análisis de las estadísticas del FBI realizado por el grupo de control de armas Everytown for Gun Safety, en un 57 por ciento de las balaceras contra más de cuatro personas de 2008 a 2012, el tirador mató a alguien que era o había sido su cónyuge, pareja sentimental o a otro miembro de su familia.

Cuando ocurren actos horribles de violencia, tenemos el impulso de llevar a alguien, a quien sea, ante la justicia. Cuando el autor de una balacera masiva muere en la escena del delito, esta necesidad queda sin resolver. No obstante, a pesar de lo intolerable que pueda parecer esta situación, el camino al progreso no debería incluir el culpar a las mujeres que también merecen un lugar entre la larga lista de víctimas del asesino.

Deborah Epstein es profesora de Derecho y codirectora de la Clínica de Violencia Doméstica del Centro de Derecho de la Universidad Georgetown. Kit Gruelle es sobreviviente de violencia doméstica y defensora de las víctimas de abuso.

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