Decencia institucional tras un asesinato

Estos días es objeto de análisis y valoración la reacción mostrada por el lehendakari Patxi López tras el vil asesinato de Eduardo Antonio Puelles a manos de la banda terrorista ETA.

Son numerosas las alabanzas al contenido de la condena inicial, a la propia convocatoria de manifestación en Bilbao, así como a los términos y sentido de la declaración leída por el máximo mandatario vasco al término de la movilización de rechazo a ETA y de amparo a la familia de la víctima.

Yo mismo, siendo responsable de un partido político rival, y manteniendo discrepancias en otras cuestiones con los socialistas vascos, he aplaudido la actuación del lehendakari, reconociendo que «ha estado a la altura». Y me reitero en la reflexión, porque creo que López ha sabido liderar la respuesta de las instituciones vascas, y la reacción de la ciudadanía, haciendo un discurso inequívoco, mostrando cercanía con los familiares y allegados de la victima, y reconociendo la labor de las fuerzas y cuerpos de seguridad en su lucha contra el terrorismo.

La explicación a tanto reconocimiento hacia el nuevo Ejecutivo vasco no estriba en que el actual lehendakari haya llegado a Ajuria Enea con el voto del Partido Popular y el Partido Socialista, y que seamos precisamente los responsables de esa nueva mayoría quienes más entusiasmo hayamos puesto en nuestras alabanzas. Porque también hay un sentimiento ampliamente compartido en la misma dirección dentro de la sociedad vasca y entre los propios analistas y creadores de opinión de toda España.

La clave de los elogios está fundamentada en que es la primera vez que hay una reacción normal tras un asesinato por parte de un lehendakari y su Gobierno. Nos felicitamos ahora porque comparando con el pasado hemos avanzado mucho. Pero la verdad es que lo que ha ocurrido después del asesinato de Eduardo Puelles, esa muestra de decencia institucional a la que yo me refiero, es tan sólo normal, y si aplaudimos hoy, es porque lo que algunos hacían antes era una verdadera anormalidad.

Venimos de padecer reacciones impropias por parte de los principales líderes institucionales de esta parte de España tras los asesinatos de ETA. Por eso ahora, haciendo sólo lo que se debe, lo normal, estamos esperanzados. Esto que digo no es la exageración de un político que pretende justificar su apoyo a un dirigente de otro partido al que ha respaldado para que ostente el poder sin obtener a cambio las prebendas típicas de estas ocasiones en forma de consejerías, colocaciones o coches oficiales, como había quien me exigía desde no muy lejos cuando negociamos el cambio en el País Vasco con los socialistas.

Que lo de ahora es lo normal y lo de antes lo anormal es demostrable analizando las reacciones que el Ejecutivo anterior tuvo ante los últimos atentados de la banda terrorista. El lehendakari Ibarretxe, el 3 de diciembre del pasado año, tras el asesinato de Ignacio Uria, en Azpeitia, además de mostrar su solidaridad con la víctima y destacar su bondad, le dirigió a ETA la siguiente gran frase: «Sal de nuestras vidas». Cuando después de 30 años de democracia -las mismas tres décadas que llevan gobernando en Euskadi-, se ha demostrado que mas que esperar a que salga ETA hay que echarla.

El afecto con las víctimas por parte de su Gobierno vasco es de reconocer porque antes era mucho más cicatero o inexistente, pero el compromiso político con la derrota de la banda o la apuesta por las medidas para acabar con los asesinos ha sido nulo. Uno de los partidos que integraba su Ejecutivo, Eusko Alkartasuna, el mismo día de ese atentado condenó claramente el crimen, pero ya empezó a soltar la coletilla de «los derechos humanos de todos», como si aquel asesinato fuese la expresión de dos violencias.

Tras el atentado con coche bomba en Legutiano, en el que fue asesinado el Guardia Civil Juan Manuel Piñuel, el 13 de mayo del pasado año, Ibarretxe manifestó cosas como que «hay que arriesgar para llegar a acuerdos», en clara referencia a negociar con los verdugos, además de afirmar que «ETA es el principal obstáculo para que el pueblo vasco siga su camino. ETA sobra. ETA estorba a la hora de finalizar nuestro camino», pareciendo así que lo que realmente le importaba eran las consecuencias del terrorismo sobre su ansiada independencia.

Los lehendakaris y gobiernos del PNV siempre han condenado los atentados, como no podía ser menos, y además en los últimos años hicieron esfuerzos por reconocer a las víctimas, pero lo de ahora es otra cosa, es una diferencia como de la noche al día porque además de condenar se hace un discurso claro de derrota de ETA y deslegitimación de sus apoyos sin mezclarlo con su denominado conflicto para colar la idea de que habrá paz cuando haya soberanía.

En esta ocasión, la familia de Eduardo Puelles ha recibido el calor y el apoyo sincero de todas las instituciones, de todas las fuerzas políticas democráticas y de la propia sociedad vasca, y además no ha sido necesario interpretar nada en ninguna de las declaraciones hechas durante estos días. Han sido palabras claras y sentidas, cargadas de emoción y de rabia, que han pretendido consolar lo inconsolable. Pero han querido ser también un ejemplo de lo que significa el nuevo tiempo, han querido también marcar distancia con lo que hasta ahora no se había hecho. Y lo que no se hacía es llamar a las cosas por su nombre, y quitar todas las coletillas que acaban excusando los fines, aunque repugnasen los medios.

Sabemos que con todo no vamos a ser capaces de aliviar el dolor de una familia rota que acaba de perder a su marido, a su padre, a su hermano o a su hijo. Eso cierto, pero hemos recuperado humanidad, hemos sabido señalar perfectamente quién es la víctima y quiénes son los asesinos. Sin rodeos, como debe hacerse. Sin tapujos, llamando a las cosas por su nombre. Por eso la sociedad vasca salió el pasado sábado a la calle, para sumarse a esas muestras de condena y de rabia sinceras que sucedieron al asesinato de Eduardo.

El Partido Popular del País Vasco ofreció sus votos para permitir la investidura de Patxi López a cambio de un compromiso político por el cambio. Lo que ha ocurrido tras el último atentado de ETA es un buen ejemplo de lo que supone y significa ese compromiso. Queremos que se haga exactamente lo que se ha hecho. Arropar a las víctimas y señalar a los asesinos. Lo normal, reaccionar de la misma forma que lo haría toda persona humana y con dignidad ante una brutalidad como la que padecimos todos, y en especial su familia, con el asesinato de Eduardo. No tendría que ser noticia la manera en que ha reaccionado el Gobierno vasco, la clase política y la ciudadanía en general. Y por suerte lo es. Y por suerte espero también que deje de serlo muy pronto.

Reconozco que el pacto firmado con el Partido Socialista tiene sus riesgos, y que no es fácil para algunos entender cómo somos capaces de entendernos en el País Vasco cuando en el resto de España mantenemos posiciones tan cruzadas. Pero había que intentarlo, y el pasado sábado, mientras recorría las calles de Bilbao, acompañado de la rabia y la esperanza de todos los que estábamos allí, supe que habíamos escogido el camino correcto, la buena dirección. Ni lo vamos a tener fácil ni tampoco algunos lo van a poner fácil. Lo estamos viendo estos días. Pero creo que cada día hay más vascos queriendo mirar al futuro, queriendo sumarse al cambio, y volviendo la cara al pasado. Estoy convencido de ello y esa es la mejor muestra de que esta apuesta es acertada. Ésta es la mejor razón que tenemos para la esperanza.

Y quiero decir algo más. El País Vasco y el conjunto de España se merecen que nos entendamos el Partido Popular y el Partido Socialista en asuntos importantes. Se lo merecen los ciudadanos. No podemos estar enfrentados en todo y por todo. Seguro que hay cuestiones en las que nos unen más cosas de las que nos separan. Tenemos que ser capaces de aprovechar nuestras coincidencias, nuestros acuerdos. Pero para ello hay que tener predisposición a hacerlo. Creo que en el País Vasco hemos hecho un esfuerzo para abrir nuevas dinámicas en la política española y espero que se quieran y se puedan aprovechar. En el País Vasco estamos recuperando la normalidad, en la política española tenemos que recuperar el entendimiento en defensa del interés general.

Antonio Basagoiti, presidente del PP vasco.