Decisiones sobre Afganistán

El Presidente Obama ha consumido más de tres meses de intensos asesoramientos para responder el informe del máximo responsable de las fuerzas norteamericanas y de la OTAN en Afganistán (ISAF), sobre la delicada situación en el país. El debate sobre los medios a emplear, de muy alto contenido militar, ha centrado el trabajo exhaustivo del Presidente y de sus colaboradores, y ha venido a dar satisfacción a la mayoría de los requerimientos estratégicos y a largo plazo.

En el citado informe el responsable operacional en Afganistán, General McChrystal, creó serias dudas y gran sensibilización sobre la posibilidad de cumplir la misión en ese estratégico país, cuando hacía menos de seis meses reinaba el entusiasmo institucional general sobre la bondad de la nueva estrategia AF-PAK, consagrada también en la última Cumbre de la OTAN Estrasburgo-Khel. ¿Qué había podido suceder para esta caída libre de las expectativas y de la moral de combate en Afganistán?

En primer lugar, la sensación que comunicaba McChrystal sobre la situación era alarmante, sobre todo para un avezado militar que conoce los indicadores de aquella y las claves de una estrategia de contrainsurgencia (COIN).El General calificaba el momento como serio y de pérdida de iniciativa frente a los talibanes, aspecto que traducido a términos militares significa carencia de la necesaria libertad de acción, principio básico para el éxito de cualquier operación. Es como estar a remolque de los acontecimientos, en un impasse dominado por la insurgencia que impone el «timing» de la acción.

McChrystal critica a ISAF, a la que dedica, en clave de recomendaciones, gran parte de su extenso informe. Se trata de un problema de actitud y de un asunto de fondo. Indica que «está pobremente configurada para luchar contra la insurgencia y no tiene experiencia en lenguas y cultura locales, además de los problemas añadidos de cualquier coalición». Si esto lo afirma en términos generales, su informe es duro con el actual momento de la fuerza OTAN cuando afirma que no está ejecutando adecuadamente los fundamentos de una guerra de contrainsurgencia y que debe mejorar en «su cultura operacional para fijar su objetivo en la protección del pueblo afgano, comprendiendo su ambiente y generando buenas relaciones con él». Añade, finalmente, para describir el momento organizativo de ISAF, «que debe transformarse para ser operacionalmente más eficiente y efectiva, creando una mayor unidad de mando en su interior y favoreciendo una fuerte unidad de esfuerzo en la comunidad internacional.»

Finalmente, McChrystal nos muestra en su análisis una estrategia que fue planteada ya el pasado mes de marzo por el Presidente Obama, que se tomó también su tiempo en asesoramientos militares y civiles para ello. Esta coincidencia en el fondo con el Presidente quizás fue un acicate para la emisión del informe y es posible que su comunicación, vía mando a OTAN y Pentágono, tenga un carácter de implementación, pero no descubre nada nuevo en lo que respecta a la estrategia, y sería digna de encontrase en cualquier buen manual de contrainsurgencia.

En los días anteriores a conocerse las reflexiones del responsable operacional de Afganistán, el Secretario de Defensa Gates se refería al aumento de tropas como una posibilidad no como una certeza, habida cuenta de que todavía no habían hecho sentir su acción los últimos 21.000 efectivos decididos en marzo y de que el flujo civil prometido para reconstrucción y gobernabilidad no se había materializado, aspectos que seguramente tendrían efecto en los próximos 12 ó 18 meses; también abogaba por una política de resultados cuantificables, teniendo en cuenta el número de afganos que se consideran protegidos por la coalición, coincidiendo plenamente en este dato con el Comandante de ISAF.
La cautelas a las peticiones de McChrystal aparecieron inmediatamente, sobre todo cuando el informe se interpretó en clave política por Gates, al referirse a la necesidad de evitar que, a través del aumento de efectivos, se llegue a una situación en la que Afganistán se parezca más a un país ocupado por Estados Unidos que a una operación clásica de estabilización. Quizás la respuesta a estas dudas esté en determinar el umbral mínimo de tropas que sea capaz de evitar dicha sensación y que satisfaga la misión, y esta premisa ha servido, probablemente, para horquillar la solución tomada.

El Vicepresidente Biden, que apoya una solución indirecta, contraterrorista, aplicada a los santuarios de Al Qaeda en la frontera con Pakistán, y un aumento de la velocidad en la creación del Ejército y la Policía afganas, se aparta de la filosofía contrainsurgente propuesta por McChrystal, remitida al responsable estratégico del Teatro de operaciones y jefe del Mando Central, General Petraeus, y aceptada por éste, y constituye una alternativa que olvida a los talibanes como amenaza, y por tanto su posibilidad de recuperar el poder en Afganistán, y sobrevalora la realidad de las Fuerzas de Seguridad afganas, cuya velocidad de aprendizaje es naturalmente lenta. Por ello parecía una solución desaconsejable.

Precisamente McChrystal pide a los países integrantes de ISAF «menos protección y distancia con los afganos», para llegar a ellos y protegerlos, para invertir el ascendiente que los talibanes están logrando. Estos aspectos están enfrente de las recomendaciones del Vicepresidente y de los senadores demócratas consultados por el Presidente y, curiosamente, cerca de la teoría y práctica de la estabilización, versión española.

Las ideas de McChrystal son claras y encajan perfectamente en una estrategia de contrainsurgencia mucho más completa que la que recomiendan los anteriores, que sólo desean aplicar una de simple acción contraterrorista, menos complicada, menos costosa en recursos, y de efectos indeterminados a largo plazo.

Así, el mensaje que envía a los países participantes es claro, en vías a su implementación:
-ISAF deberá transformarse radicalmente en una organización más integrada, con gran compenetración operativa con las fuerzas de seguridad afganas.
-ISAF debe apoyar la gobernabilidad controlada del país, de sus regiones y de sus distritos.
-Las operaciones de ISAF se enfocarán prioritariamente a recobrar la iniciativa, dando la vuelta a la situación actual.
-ISAF empleará sus efectivos en las zonas más amenazadas.

Es obvio que existen dudas sobre la actitud final del aliado norteamericano, que todavía no ha consumado su presencia en Irak, y que precisará todavía tiempo para conseguir que los excedentes de ese conflicto se envíen a Afganistán, habida cuenta de que el Ejército y los Marines llevan años al límite de sus capacidades de relevo, pero los responsables saben que no hay otra solución que el aumento de tropas , si se quiere asegurar que los afganos serán protegidos una vez que son liberados del influjo talibán, aunque el aumento deberá ser compartido por los aliados.
Significa un nuevo esfuerzo de Estados Unidos, pero los miembros de ISAF deberán repensar su actuación, moviéndola en la dirección que indica el General McChrystal, priorizando su actuación hacia los afganos, mejorando su actitud en relación con la distancia que se toma para favorecer la protección de la fuerza y consiguiendo invertir la tendencia que hoy da la iniciativa a la insurgencia.

Para España es una ocasión de oro, dado que muchos de los asuntos que promueve el Jefe operacional de Afganistán coinciden con la forma de hacer que vienen practicando nuestras Fuerzas Armadas en las operaciones de apoyo a la paz.

Ricardo Martínez Isidoro, General de División.