Deconstruyendo a Ciudadanos

Patricia Guasp y Adrián Vázquez, líderes de 'Renace tu Partido', la candidatura ganadora de las primarias para liderar Ciudadanos. EFE
Patricia Guasp y Adrián Vázquez, líderes de 'Renace tu Partido', la candidatura ganadora de las primarias para liderar Ciudadanos. EFE

El momento ha llegado, gentes, de exfoliar las capas y contar las aristas de Ciudadanos. Sí, porque el partido liberal español es un ente, o una entelequia, multiforme, o mutante, que cada español parece ver con una apariencia distinta.

En efecto, las nociones del liberalismo patrio podrían llegar a 47 millones, tantas como habitantes tiene España. Habrá quien considere a Ciudadanos un partido pijo, habitado por criaturas tecno-evanescentes que recitan soflamas pedantuelas, que alardean de que "esto ya lo hemos llevado a Europa" (como si la UE fuera un taller de arreglos) y que comparten un esotérico complejo de superioridad.

Habrá quien sepa que Ciudadanos ha logrado mejorar la gestión económica, dinamizar la actividad laboral, modernizar el modelo empresarial, implantar medidas sociales igualitarias, instaurar políticas anticorrupción y exigir transparencia en todos los gobiernos que ha tripulado. Que sepa que, en el caso de autonomías como la madrileña y la andaluza, hay un antes y un después de Ciudadanos.

A poco que se compare, habrá quien envidie el pragmatismo centrista de Emmanuel Macron, que en 2015 prometió liberar a Francia del turnismo derecha/izquierda, inaugurando una nueva era pospartidista, con equipos pragmáticos y transversales que, en definitiva, representan la vanguardia del liberalismo occidental.

Pero intramuros de la política nacional, miles fliparán con el desfile de tránsfugas centristas capaces de pregonar naranjismo el miércoles, azulismo el jueves y verdismo el sábado, viniendo algunos de jurar su alma fucsia en años anteriores, todos brincando tras un sueldo, un chiringuito, un móvil y un coche oficial.

Al valorar el partido Ciudadanos, habrá asimismo quien no alcance a entender por qué la Wikipedia americana lo define como un partido percibido por el electorado español como de derecha o de extrema derecha, cosa que parecerían confirmar las recientes fotos de su presidenta con los líderes de Vox, el 12 de diciembre de 2022, en la presentación de la plataforma conservadora Pie en Pared.

No faltarán tampoco quienes, habiendo oído a Albert Rivera predicar aquello de "ni rojos ni azules", se pregunten el motivo del azuleo gradual de un partido que, precisamente por el guerracivilismo sectario de la izquierda española, debió jugar sus grandes partidos en la cancha zurda.

Los votantes socialistas antisanchistas, que haberlos haylos (incluso huérfanos de partido ya desde el zapaterismo) tal vez se sigan preguntando ahora por qué Ciudadanos no quiso ser nunca un partido liberal nacional que apelara al centroizquierda tanto como al centroderecha, sin renunciar a buscar puntos comunes entre ambas.

Es cierto que el eje político español está desviado por el hecho de que el sistema y el establishment aceptan (y sufragan) el nacionalismo separatista y el posterrorismo como opciones políticas válidas, cosa que no sucede ni mucho menos con la misma naturalidad en otros países europeos. En Estados Unidos, considerado el adalid de la democracia occidental, esto sería sencillamente impensable.

Habrá quien considere, en cambio, que Ciudadanos se ha desinflado electoralmente porque no se acercó bastante a la derecha, grupo este ciertamente nutrido, ya que es el de los votantes que durante el proceso de fraccionamiento de la derecha española (entre 2013 y 2020) votaron sin solución de continuidad a Ciudadanos, al PP y a Vox, a menudo en este orden y en cuestión de meses.

Dicho todo esto, el grupo más numeroso es sin duda el de los españoles que pasan olímpicamente del partido Ciudadanos, por alguno o varios de los motivos anteriormente expuestos. Pero sobre todo por considerarlo veleta, fluctuante y poco creíble.

Ahora, tras unas reñidas primarias de Ciudadanos, la candidatura oficial (Adrián Vázquez-Lázara y Patricia Guasp) se ha impuesto con un 53,25% de los votos sobre las otras dos. La 'alternativa' de Edmundo Bal y Santiago Saura (39,34%) y la 'de las bases' de Marcos Morales y Laura Alves (7,41%).

El partido está seccionado exactamente por la mitad, con la particularidad de que los insurrectos contra el aparato son prácticamente tantos como los defensores de la vieja maquinaria de una formación que está sacando cero escaños en todas las encuestas de intención de voto.

Por lo tanto, hay partido. Pendiente queda que la afiliación, resucitada tras estos comicios internos, decida si por fin quiere militar en un partido liberal a la europea, es decir, en la vanguardia política occidental, o si quiere seguir en una formación renqueante, indefinida, que se deja caer hacia la derecha casi más por pereza mental que por convicción.

Tal vez haya sido in extremis, pero es ahora cuando me viene a la cabeza la cita de Thomas Nielsen en la segunda temporada de Borgen: "¡Esto nuestro ha sido una victoria acojonante!".

Gabriela Bustelo es periodista.

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