Decrecer sin dejar a nadie atrás

A comienzos de los años setenta se publicaba el informe Meadows sobre los límites al crecimiento. La advertencia no se escuchó y se agudizó la insostenibilidad. Hoy enfrentamos la desestabilización global de los ecosistemas y ciclos naturales con consecuencias desastrosas para la vida, los territorios y el bienestar de sectores crecientes de población.

El funcionamiento del capitalismo mundializado ha desbaratado las reglas del juego que organizaban el mundo vivo. La economía devora, velozmente y sin límites, minerales, petróleo, ríos, animales y personas, excreta residuos que contaminan la tierra, el aire y el agua y abre fracturas violentas entre poblaciones desiguales. Se ha sobrepasado el pico del petróleo convencional. Las energías renovables, con tasas de retorno energético menores, y dependientes minerales declinantes no pueden sostener la dimensión de la economía actual, sobre todo si esos minerales son también demandados para electrificar el transporte y digitalizar y robotizar la economía. Los países enriquecidos tienen huellas ecológicas que exceden sus territorios. Si las vallas que no dejan pasar migrantes no dejasen entrar alimentos, energía o minerales procedentes de sus países de origen, las economías del mundo rico serían inviables. Quienes están amparados por el poder económico, político y militar acaparan un “espacio vital” mayor del que les corresponde. El extractivismo y el cambio climático están en el origen de la expulsión de personas de sus hábitats. Provocan migraciones forzosas que no han hecho más que empezar y que no son abordadas como problemas políticos, sino de seguridad. La población “sobrante” es presentada como una amenaza para justificar moralmente su abandono.

El Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales (ICTA-UAB) y la Goldsmiths University of London han examinado las políticas de crecimiento verde que proponen el Banco Mundial, la OCDE y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Concluyen que, si bien se podrían lograr en países con altos ingresos en condiciones optimistas y poco realistas, incluso en esos lugares no se sostendrían a largo plazo y no beneficiarían a todas las personas. La conclusión de los investigadores es que el crecimiento verde carece de respaldo empírico y supone una apuesta por las falsas soluciones. Añaden que, para encarar el problema y llegar a umbrales seguros, serían necesarias estrategias de decrecimiento material justo. Lo que la comunidad científica plantea es que la reducción de la esfera material de la economía es simplemente un dato, no una opción. La economía decrecerá materialmente. El asunto es que lo haga dejando mucha gente atrás o a través de una transición justa que debe ser planificada y explicada. Las soluciones no son solo tecnológicas. Necesitamos que la economía y la política se centren en la resiliencia y la protección, que en modo alguno están garantizadas si la prioridad es el crecimiento económico y los beneficios privados.

Se trata de aprender a vivir bien con equidad y con menos energía, minerales, tierra o agua. Las claves son el principio de suficiencia, la redistribución de la riqueza y una política orientada por la lógica del cuidado y lo común.

Yayo Herrero es antropóloga, educadora social e ingeniera técnica agrícola. Es presidenta del Foro de Transiciones y miembro de Ecologistas en Acción.

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