Defender la Revolución cubana sin negar la realidad

Una movilización de manifestantes en La Habana
Una movilización de manifestantes en La Habana

El 11 de julio se rompió la excepcionalidad cubana. La región latinoamericana vive inmersa en una coyuntura social caracterizada por la crisis y la protesta social, donde Chile, Ecuador y Colombia son los últimos casos de una realidad a la que hasta ahora el país caribeño parecía estar al margen.

Sin embargo, hace una semana, supimos de las manifestaciones y protestas sociales que tenían lugar en San Antonio de los Baños, municipio próximo a La Habana, y pronto se extendieron a la mayoría de las provincias del país.

No se quieren ir, tampoco seguir igual

Las protestas de hace una semana no han sido las únicas en la historia reciente de Cuba, ni siquiera las más numerosas, pero presentan rasgos que nos anuncian un cambio de época.

Para el periodista y experto en política cubana Guillermo Nova, las protestas presentan una novedad, y es que hasta ahora las crisis políticas internas que ha tenido la Revolución cubana se habían resuelto con la emigración.

Tanto la crisis del puerto de Camarioca en 1965 como la del puerto del Mariel en los ochenta o la crisis de los balseros de 1994 fueron resueltas por medio de éxodos autorizados por parte del Gobierno. Pero esta vez las personas que han salido a protestar, en su gran mayoría, no se quieren ir, sino tener mayores oportunidades en su propio país.

Las protestas actuales no tienen relación con la vieja disidencia anticastrista y discurren al margen de las peticiones de intervenciones extranjeras en la isla, situando el eje vertebrador la petición de cambios y reformas.

Si en la década de los noventa, durante el llamado periodo especial, las perspectivas de mejora eran creíbles en un contexto de ascenso de la izquierda en la región y el apoyo prestado a la Revolución cubana, en la actualidad el principal reto del Gobierno de Díaz-Canel es la aplicación de políticas económicas que permitan generar un escenario de recuperación y una perspectiva de mejora para un país en crisis.

Otro de los hechos que diferencian las actuales protestas de anteriores es que el foco de las mismas no se sitúa en La Habana, sino en ciudades de tamaño medio, fuera del foco habitual de la capital, y que son precisamente las regiones donde la Revolución ha concitado históricamente más apoyo.

Municipios del interior como San Antonio de los Baños o municipios rurales como Palmasoriano, en el oriente cubano, han sido el germen de unas protestas que expresan el malestar de las zonas del interior ante una política que destina el sesenta por ciento del presupuesto en inversiones a la capital.

El cambio generacional

La juventud cubana, en especial la juventud urbana, parece no sentirse identificada con el imaginario político revolucionario tal como se presenta en la actualidad.

Uno de los principales éxitos de la Revolución ha sido el educativo, formando a millones de jóvenes con un alto nivel cultural, cuyo potencial apenas es aprovechado por una economía cada vez más especializada en el turismo.

Una generación de jóvenes que ha vivido la crisis y que, con seis millones de móviles y un acceso cada vez mayor a internet, se convierte en una actor político cada vez mayor.

Una generación que no se ve atraída tanto por las organizaciones de masas históricas como por el activismo en redes sociales y en acciones ligadas al debate cultural, la identidad sexual, el ocio o la denuncia social, y que plantea el reto de cómo compaginar dentro de la Revolución la existencia de diversas opiniones y visiones acerca de la misma.

Los retos para el futuro

La pandemia ha agravado la crisis de un país que no cuenta, a diferencia de España, con el sostén exterior de las ayudas de la UE, y que sufre la injerencia extranjera cotidiana y un bloqueo económico que se recrudece.

Cuba ha demostrado que puede vivir con el bloqueo, superar el periodo especial que siguió al colapso de la URSS y los análisis que quieren ver en las actuales protestas el fin de la Revolución no se sustentan en la realidad interna.

La Revolución cubana cuenta en la actualidad con un importante apoyo social y a día de hoy las protestas no han continuado y los llamados a agudizar las mismas no consiguen el apoyo social esperado.

Pero los que defendemos a la Revolución nos equivocaríamos si tomamos las protestas como una simple consecuencia de la injerencia externa o como un suceso aislado.

Las protestas del 11 de julio ponen en el centro algo que es evidente y es la necesidad de crear un nuevo imaginario revolucionario en el que se sienta representada una sociedad en profundo cambio. El reto no es menor, dado que el actual Gobierno no cuenta con la autoridad política y la legitimidad que tenía Fidel Castro y la dirección histórica de la Revolución.

Esta nueva legitimidad estará basada en el difícil reto de mantener los avances sociales, una mayor eficacia económica y crear nuevos marcos de participación social. En especial, a las nuevas generaciones de cubanos de las que depende la continuidad de la Revolución.

Eddy Sánchez Iglesias es doctor en Economía y profesor de Geografía Política en la Universidad Complutense de Madrid.

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