Déjà Vu de la burbuja inmobiliaria

La crisis financiera del período 2008-2009 puso de manifiesto una seria debilidad en la arquitectura del sistema financiero mundial: un mercado de fondos a un día de plazo para valores respaldados por hipotecas sin la capacidad de manejar la implosión de una burbuja inmobiliaria. Aproximadamente nueve años después, aún no se ha abordado adecuadamente esa debilidad.

Cuando estalló la crisis, las empresas e inversionistas en Estados Unidos prestaban el dinero en efectivo extra que tenían a bancos y a otras firmas financieras por una noche; estos préstamos, más sus respectivos intereses, se debían pagar a la mañana siguiente. Debido a que el seguro de depósito bancario cubría sólo hasta la suma de $100.000, aquellos que tenían millones de dólares para almacenar, frecuentemente, preferían este mercado a un día, utilizando como garantía los ultra seguros valores de deuda a largo plazo del Tesoro de EE.UU.

Pero, los prestamistas de dineros a un día tenían la posibilidad de obtener tasas de interés aún más altas si tomaban como garantía una cartera menos segura compuesta por deudas hipotecarias, y eso es justamente lo que muchos hicieron. Pronto, un candente mercado estadounidense de la vivienda operaba a sazón de un mercado de dinero de varios millones de millones de dólares.

Sin embargo, pronto quedó en claro que las carteras de activos que sustentaban estas transacciones eran a menudo inestables, ya que contenían, cada vez más, una mayor cantidad de hipotecas de baja calidad. Cuando llegó el año 2009, las empresas estaban en estado de pánico. Rehuían la idea de almacenar su dinero en efectivo durante la noche con el respaldo de carteras hipotecarias. Esto dejó al sistema financiero, que había llegado a depender de ese dinero en efectivo, congelado. El flujo de préstamos se secó, el miedo se intensificó y la economía se sumergió en una recesión.

Esa experiencia motivó esfuerzos para hacer que el sistema financiero sea más seguro. Un objetivo clave es cerciorarse que, con toda seguridad, se reembolsarán los dineros de los prestamistas que aceptan carteras de hipotecas como garantía, disuadiéndolos de esta manera de salir corriendo a la primera señal de problemas. Es probable que este objetivo pueda alcanzarse si uno o dos bancos quiebran. Sin embargo, si un evento que afecta a toda la economía desencadena el colapso simultáneo de múltiples compañías financieras, nadie tendría la seguridad de que sus dineros vayan a ser reembolsados.

Esta es una mala noticia. Al fin y al cabo, el mercado de la vivienda se sobrecalienta cada década o dos. Pero, si el sistema es lo suficientemente estable, se puede enfriar sin necesariamente tener que atravesar por catástrofes. En la actualidad, sin embargo, el mercado de repos a un día, cuyo volumen es de un millón de millones de dólares en hipotecas de viviendas, es tan grande que cuando el mercado de la vivienda retrocede, la estabilidad financiera podría verse amenazada.

Las reformas existentes no mitigan adecuadamente este riesgo, en gran medida porque dependen de las autoridades y los bancos para completar un complejo y no probado proceso de reembolso dentro de las 48 horas del colapso de un banco. Esto sería extremadamente difícil de lograr si varios bancos quiebran simultáneamente.

Frente a una crisis de vivienda, es plausible que los prestamistas entren otra vez en pánico, decidiendo que no pueden depender de procesos no probados para estabilizar a los bancos, y podrían retirar sus préstamos a un día. Los bancos, despojados de su dinero en efectivo, procederían a reducir los préstamos, como lo hicieron en el período 2008 y 2009, lo que llevaría una vez más a una recesión.

La sombría ironía en este punto es que, antes de tal shock, la preparación para la reestructuración alienta a los prestamistas a proporcionar más préstamos a un día. Esto amplía el mercado a un día, hace que los préstamos hipotecarios sean más fáciles de conceder, y aumenta los costos del colapso.

Esto no es mera especulación. La mayoría de los observadores del mercado de hipotecas creen que su crecimiento se aceleró en el año 2005, después de que el Congreso estadounidense eximió a los bonos hipotecarios de la mayoría de los procedimientos de quiebra – una medida que eliminaría el tiempo de espera para el reembolso. Ese cambio convenció a los prestamistas que reciben como garantía carteras de hipotecas que sus actividades eran ultra-seguras: ni siquiera tenían que preocuparse por la calidad de los prestatarios. Cuando se presentó el golpe de la crisis, esa confianza se desvaneció rápidamente, y los inversionistas huyeron.

Hace poco comparé esta situación con la que se vive en una zona de huracanes, por ejemplo la zona de huracanes ubicada en los Cayos de la Florida. Un código de construcción más exigente se traduce en que cuando ocurra una inundación, los edificios tendrán mayores probabilidades de resistir. Pero eso (y la planificación con vistas a futuros huracanes) también atrae a más residentes a la zona. Si un huracán hace blanco en dicha zona, los residentes aún pueden entrar en pánico – especialmente, si los edificios demuestran ser menos fiables de lo previsto. Si una mayor cantidad de residentes huyan simultáneamente, la vía de escape podría congestionarse rápidamente poniendo a todos en peligro.

En el año 2008, fue un error otorgar a las hipotecas de vivienda el mismo trato que a los bonos del Tesoro de Estados Unidos y también es un error hoy. Lo que deberían hacer las autoridades estadounidenses es fortalecer las protecciones del mercado de dinero a un día para los bonos del Tesoro de los Estados Unidos, mismos no están sujetos a eventos de pánico y burbujas, y revertir la mayor parte de las ventajas legales de las que goza la financiación respaldada por hipotecas a corto plazo y a un día.

Con este fin, un proyecto de ley presentado por el Senador Jack Reed en diciembre pasado – que requeriría que los reguladores examinen más cuidadosamente cómo las reglas para la reestructuración podrían desestabilizar al sistema financiero – es un paso positivo. El Congreso también debe revertir su promoción incesante de la propiedad de vivienda, que hizo que se puedan contraer hipotecas inmobiliarias fácilmente y que las carteras de hipotecas sean más fáciles de vender.

La gestión de la deuda pública de Estados Unidos también podría ayudar a que el sistema financiero sea más seguro. El mercado para carteras hipotecarias a un día existe, en parte, porque no hay suficiente disponibilidad de bonos a corto plazo del Tesoro de Estados Unidos para las empresas que quieren tener un fácil acceso a dinero en efectivo sin el riesgo implícito que conllevan los depósitos bancarios no asegurados. Si el Tesoro de Estados Unidos vendiera más obligaciones a corto plazo – en vez de vender una mayor cantidad de bonos a más largo plazo – un menor número de prestamistas recurriría a las carteras hipotecarias. Tales propuestas existen, pero ninguna ha sido implementada.

La crisis financiera mundial que el colapso del mercado de la vivienda en Estados Unidos desencadenó en el año 2008 trajo consigo importantes lecciones acerca de lo frágil que es el sistema financiero frente a un colapso del mercado de la vivienda. Lamentablemente, los responsables de la formulación de políticas aún no han aplicado plenamente dichas lecciones.

Mark Roe is a professor at Harvard Law School. He is the author of studies of the impact of politics on corporate organization and corporate governance in the United States and around the world. Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *