Del 'gran juego' a la inopia

Por Roberto Bermejo, profesor de la UPV y miembro de Bakeaz (EL CORREO DIGITAL, 12/06/06):

Estamos en los prolegómenos de una crisis sin precedentes provocada por el fin de la era del petróleo. Para entender esta crisis conviene repasar las dinámicas de prospección y extracción de los yacimientos petrolíferos. Debido a la geología del petróleo, las curvas de nuevos descubrimientos y de extracciones tienen una forma de campana, es decir, crecen, llegan a un techo y descienden. El techo mundial de nuevos descubrimientos petrolíferos se alcanzó en 1964, y desde entonces éstos han venido descendiendo. Como el consumo sigue creciendo, llega un momento en que el petróleo nuevo es incapaz de satisfacer la demanda. Ocurrió en 1981, y desde entonces viene creciendo el desfase entre la oferta nueva y la demanda, aumentando así el ritmo de agotamiento de las reservas. Ahora sólo uno de cada cinco barriles consumidos contiene petróleo nuevo, por lo que nos acercamos al techo de extracciones, que corresponde al agotamiento de la mitad de las reservas. A partir del techo dispondremos de un 2,5-3% menos cada año.

La reciente escalada en los precios del petróleo indica la proximidad del techo. En los tres últimos años se ha triplicado el precio del barril, a un ritmo cada vez mayor: en 2004-2005 se ha duplicado y en 2005 se ha incrementado un 45-50%. De continuar este ritmo, dentro de tres años el barril habrá superado ampliamente los 200 dólares, y el litro de combustible superará los 3 euros. De momento, se están cumpliendo, en general, las previsiones de encarecimiento del petróleo de los principales analistas (entre los que se encuentran geólogos del petróleo, asociaciones para el estudio del techo, analistas de las entidades financieras más importantes, etcétera).

Como es habitual, la mayor parte de los comentaristas justifican la escalada de precios por motivos coyunturales (políticos, climáticos, estacionales, etcétera). El argumento más citado en los últimos meses es la crisis provocada por el programa nuclear iraní. No hay duda de que este factor tiende a encarecer el petróleo, como lo han hecho otros factores citados en el pasado, pero no explica la tendencia de fondo. En las gráficas de precios del barril se aprecian dientes de sierra (que reflejan la incidencia de fenómenos coyunturales), pero también una línea tendencial de rápido crecimiento, que sólo se puede explicar por «la creciente dificultad de respuesta (a la demanda) del sistema productivo», tal como afirma un informe de la banca Mellon (2005). Esta conclusión está siendo validada por el estancamiento de la oferta que se viene produciendo. Llevamos unos catorce meses en los que el ritmo de extracción permanece constante y la demanda ha crecido más de 1,5 millones de barriles diarios (Mb/d), según datos de la Agencia Internacional de la Energía y del Departamento de Energía de Estados Unidos. Nadie puede asegurar que tal meseta en la curva de extracciones significa el techo, pero, al menos, muestra de forma dramática la creciente dificultad de los países exportadores para satisfacer la demanda. El estancamiento extractivo es el resultado de los siguientes comportamientos de los actores principales. La OPEP (compuesta por los países del golfo Pérsico, Nigeria, Venezuela, etcétera) ha venido incrementando su oferta hasta principios del año pasado, y después se ha mantenido plana. Sin embargo, Arabia Saudí (primer exportador mundial) está en esta situación desde hace año y medio. El conjunto de los países petroleros no pertenecientes a la OPEP (entre los que destacan Rusia, Noruega, México, Canadá...) no ha aumentado sus extracciones en los dos últimos años. Lo cual significa que la capacidad de extracción ociosa tiende a cero. En décadas pasadas los países exportadores mantenían (por motivos de seguridad) un excedente de capacidad de 4-6 Mb/d; a principios de 2005 se había reducido a 1,5-2 Mb/d y la mayor parte era de tan mala calidad que las refinerías no pueden tratarlo.

Los hechos relatados ponen de manifiesto la enorme vulnerabilidad del modelo energético imperante. Esta vulnerabilidad se ve reforzada por la escasez de gas natural en Norteamérica, el Reino Unido y otros países, debido a que han alcanzado sus techos de extracciones y no cuentan con la infraestructura necesaria para importarlo, y a los cortes en el suministro de gas ruso durante el invierno. Esta dinámca se ve agudizada por la confrontación entre las potencias por el acceso al petróleo y gas remanentes (fenómeno que los analistas describen como el 'gran juego' o como una nueva guerra fría). Un elemento de gran importancia del 'gran juego' es el pulso gigantesco entre Oriente y Occidente por el reparto de los recursos energéticos existentes en la elipse que va desde el golfo Pérsico hasta Siberia occidental (que contiene entre el 70 y el 80% de los recursos planetarios de petróleo y gas natural), y que se está decantando a favor de Oriente. Las potencias asiáticas han acordado la construcción de numerosos oleoductos y gasoductos con Rusia, Irán, Kazajistán, etcétera. Es evidente que se debilita la posición de Estados Unidos y, también, de la UE.

La UE se muestra incapaz de entender la amenaza que supone la crisis energética y de definir una estrategia energética transformadora, situación que se ve agravada porque ha adoptado una política beligerante con Rusia. La diplomacia comunitaria está coincidiendo con la norteamericana en criticar la toma del control por parte de Putin de sus recursos energéticos (obviando el hecho de que el 80% del petróleo del mundo está nacionalizado) y en denunciar el 'chantaje' que está haciendo a sus vecinos. Se cita como prueba el corte de suministro de gas a Ucrania, y de rebote al Este europeo, por no aceptar pagar cuatro veces más por el gas ruso. Pero no se dice que ese precio es el del mercado internacional y que Ucrania eludió el embargo detrayendo parte del gas destinado a Europa, maniobra que pudo hacer porque la Unión Soviética la convirtió en la plataforma de exportación de gas hacia el Oeste. Pero a la UE no le queda otra salida que pactar con Rusia por su enorme importancia geoestratégica. Es el segundo exportador mundial de petróleo y está dotado con un 25-30% de las reservas mundiales de gas, y suministra a la UE la cuarta parte del petróleo y un tercio del gas natural. Esta dotación y los enormes ingresos de sus exportaciones le han permitido emerger como una potencia de peso creciente en la escena internacional. Al contrario de la UE, algunos estados miembros vienen trabajando consistentemente por alcanzar acuerdos de suministro. Alemania ha pactado con Rusia la construcción de un gasoducto submarino de 1.200 kilómetros de gran capacidad, evitando así el paso por Ucrania y Polonia, países que considera beligerantes. Ambos han reaccionado duramente; Polonia ha llegado a comparar este acuerdo con el de Hitler y Stalin, que propició su desmembración. Todo ello muestra la incapacidad de la UE para llevar adelante una política de construcción europea, es decir, una política capaz de dotarla, entre otras, de políticas energética y exterior comunes, al primar la expansión del mercado único.

El embrollo comunitario contrasta con la clara postura de Suecia. El Gobierno sueco ha declarado que estamos acercándonos al techo del petróleo, por lo que se ha marcado el objetivo de eliminar el uso de los combustibles fósiles para 2020, manteniendo su tradicional política de desmantelamiento paulatino de las centrales nucleares. Ha creado una comisión, presidida por el primer ministro, que a principios de verano deberá haber elaborado un plan para conseguir el objetivo propuesto.

Por último, el Gobierno español sigue sin comprender en absoluto la gravedad de la crisis energética emergente y sin actuar en consecuencia, a pesar de su especial vulnerabilidad energética. En los últimos quince años la eficiencia media de la UE mejoró un 12%, mientras que la de España empeoró un 5,1%. El consumo de energía por unidad de PIB supera en un 19% la media de la UE-15. La dependencia energética del exterior ha pasado del 67% en 1990 al 82,4% en 2005; es decir, sube a razón de un 1% cada año. El principal culpable es el petróleo: en los diez últimos años su consumo ha crecido al ritmo medio del 3,5% (un 1,8% a escala mundial), que es la causa directa de que el Estado español sea el líder mundial en kilómetros de autopistas y autovías por habitante. Además, con el Plan Estratégico de Infraestructuras y Transporte reforzaremos mucho más esta posición y aumentará nuestro consumo de petróleo. Pero, lejos de adoptar políticas capaces de revertir los procesos mediante una estrategia energética sostenible, el señor Montilla, ministro de Industria, Turismo y Comercio, ha decidido reducir a la mitad los objetivos eólicos de las comunidades autónomas, aduciendo que la red no tiene capacidad para transportar tanta energía, en contra de la exigencia comunitaria de crear las líneas necesarias para evacuar la electricidad renovable. Será que la capacidad existente la necesita para transportar la electricidad de la multitud de centrales de ciclo combinado que está impulsando. Es difícil estar más en la inopia.