"Delicia turca": la Unión Europea inicia las negociaciones de adhesión

Por William Chislett, escritor y autor de dos libros sobre Turquía (Euromoney, 1999 and 2000). Fue especialista invitado en la Bilkent University en noviembre de 2003 (REAL INSTITUTO ELCANO, 10/10/05):

Tema: El “no” a la Constitución Europea en Francia y los Países Bajos, considerado por muchos como un severo golpe a la ampliación, ha endurecido las posiciones contra Turquía, dificultando en mayor medida el proceso de su incorporación a la UE. Las negociaciones no tienen una fecha límite, y podrían suspenderse ante el más mínimo desliz por parte de Turquía. Si todo va bien, la incorporación se producirá, como muy pronto, en 2015.

Resumen: Más de 40 años después de que la Unión Europea abriera por primera vez las perspectivas de incorporación, la Comisión ha mantenido su compromiso de iniciar las negociaciones de adhesión de Turquía (véase ARI 196-2004). La decisión requería un mandato unánime y estuvo a punto de no producirse por la dura oposición de Austria durante 30 dramáticas y agotadoras horas que concluyeron el mismo día en el que las negociaciones debían empezar. Austria retiró su demanda de que debería brindarse a Turquía una opción distinta a la de la plena adhesión. Ankara rechazó la propuesta airadamente y amenazó con volver la espalda a la UE si ésta quebrantaba su promesa y retiraba las perspectivas de concederle la categoría de miembro de pleno derecho. También Francia y Alemania mostraron su resistencia y hubo disputas acerca del reconocimiento de Chipre por parte de Turquía.

Análisis: Seis semanas antes de que la UE iniciara las conversaciones de adhesión a la UE, Turquía organizó con éxito su más importante acontecimiento deportivo a escala mundial: la celebración en Estambul del Gran Premio de Fórmula Uno. Sirvió como reclamo de la larga campaña que había emprendido el país para que dicha ciudad fuera elegida sede de los Juegos Olímpicos. El verdadero “Gran Premio” de Turquía –convertirse en miembro de pleno derecho de la UE– tuvo un emocionante inicio y será el más prolongado, difícil y arriesgado maratón de toda la historia de la Unión Europea y sin garantía de un final feliz.

Francia y los Países Bajos se colocaron a regañadientes en la línea de salida, mientras que en una Alemania políticamente paralizada, la dirigente del partido de los Demócratas Cristianos (CDU), Angela Merkel, que había estado insistiendo en que se le concediera a Turquía una “asociación privilegiada” en lugar de la condición de miembro de pleno derecho, estuvo más cerca de convertirse en la próxima canciller de Alemania después de que la reñida victoria de su partido y sus aliados en las elecciones generales del 18 de septiembre se viera reforzada por el triunfo electoral conseguido en Dresden. La idea de una asociación no es más que una medida provisional para salir del paso y que Turquía rechazó de pleno, puesto que, efectivamente, ya ha tenido una desde 1996, cuando se convirtió en el primer país no perteneciente a la UE –y, de momento, en el único– que ha formado una Unión Aduanera con la UE para bienes industriales y productos agrícolas procesados antes de convertirse en miembro de pleno derecho.

La clave de la oposición a la plena adhesión es que Turquía es un país musulmán, pobre (su PIB per cápita representa el 29% del promedio de la UE-25), muy poblado (72 millones, con el crecimiento demográfico más rápido de Europa y prácticamente el mismo número de habitantes que los 10 países miembros recién incorporados a la UE combinados) y no todo él está en Europa. Al oír hablar a algunos oponentes, uno pensaría que todavía es posible encontrar bandas de turcos a las puertas de Viena (como sucedió en 1529 y 1683). Otros países, como el Reino Unido (que actualmente ostenta la presidencia rotatoria de la UE y que convirtió el inicio de las negociaciones en una de sus máximas prioridades) y España (cuya “Alianza de Civilizaciones” entre países occidentales y musulmanes, respaldada por la ONU, está co-patrocinada por Turquía), adoptan una perspectiva más amplia, considerando la incorporación de Turquía como una manera de reforzar la seguridad en una zona inestable del mundo (el país es fronterizo con Irán, Irak y Siria, entre otros) y de que la UE deje de tener la imagen de un “club cristiano” (Turquía ha sido miembro del otro club cristiano, la OTAN, desde 1952). Un cambio de las reglas del juego y la sustitución de las perspectivas de concederle la categoría de miembro de pleno derecho por otra cosa habría emitido una señal rotundamente negativa al mundo musulmán. Durante la reunión celebrada en Luxemburgo para tomar una decisión al respecto, Jack Straw, ministro de Asuntos Exteriores británico, advirtió a sus homólogos de que estaban al borde de un “precipicio”. “Nos preocupa esta división teológica-política, que podría endurecer en mayor medida las fronteras entre los denominados Estados de herencia cristiana y los de herencia musulmana”, observó. La población musulmana que reside en Europa ya es bastante numerosa; se calcula que hay más de 15 millones (3,5% del total, véase la Tabla 1). Otros argumentos a favor de otorgar la condición de miembro de pleno derecho a Turquía incluyen su joven población, que actuaría como contrapeso a la envejecida y decreciente población activa de la UE, al tiempo que daría a ésta una voz más efectiva en materia de política exterior global.

Tabla 1. Población musulmana en países europeos (1)

Población musulmana (millones)

Como % de la población total

Austria

0,30

3,7

Bélgica

0,36

3,4

Dinamarca

0,07

1,3

Francia

4,50

7,5

Alemania

3,20

3,9

Grecia

0,35

3,1

Italia

1,00

1,7

Países Bajos

0,95

5,8

Noruega

0,05

1,1

Portugal

0,02

0,2

España

0,80

1,9

Suecia

0,20

2,2

Suiza

0,20

2,7

Reino Unido

1,60

2,7

(1) Estimaciones para 2004, excepto en el caso del Reino Unido, que corresponden a 2001.

Fuente: Washington Quarterly, Departamento de Estado de Estados Unidos e institutos de estadística nacionales.

Hace tiempo que la adhesión de Turquía a la UE ocupa un lugar destacado en la agenda de EEUU, puesto que Washington considera que este país abre el camino a la democracia para otros países musulmanes, si bien Turquía pertenece a una categoría muy distinta con respecto a los países árabes (así, por ejemplo, mantiene buenas relaciones con Israel y su secularismo dificulta las relaciones con los países árabes). Washington desempeñó un papel sumamente activo a la hora de persuadir a Austria para que cediera y a Ankara para que se mantuviera en el proceso. La claudicación de Austria respecto a Turquía estaba vinculada a la decisión de que también se iniciaran conversaciones con la vecina Croacia, algo que Viena había estado reclamando con insistencia.

Las negociaciones dieron comienzo cuando un sondeo de opinión llevado a cabo por la German Marshall Fund de Estados Unidos, publicado un mes antes del inicio de las conversaciones para conceder a Turquía la condición de miembro de pleno derecho, reveló que el apoyo público al intento de Turquía de unirse a la UE seguía descendiendo en toda Europa (véase la Tabla 2). En Francia, que tiene la última palabra sobre la adhesión, dado que una reciente enmienda a la Constitución de la República Francesa obliga a someter a referéndum todas las adhesiones a la UE posteriores a 2007, el apoyo sólo fue del 11%. El respaldo de España (26%) fue el más elevado de entre los nueve países europeos encuestados, rebasado únicamente por Estados Unidos (35%). El apoyo general entre los ciudadanos europeos fue del 22%, en comparación con el 35% obtenido en un sondeo de opinión más amplio realizado unos meses antes. Pese a los considerables avances de Turquía en materia de derechos humanos y de reformas jurídicas y económicas, impulsadas por el Partido de Justicia y Desarrollo (AKP) –de corte neoislamista y encabezado por el primer ministro Recep Tayyip Erdogan, que ascendió al poder en 2002– la oposición a la plena adhesión de Turquía se ha endurecido.

Tabla 2. En términos generales, ¿considera usted que la adhesión de Turquía a la UE como miembro de pleno derecho sería…?

(%)

Positiva

Negativa

Ni positiva ni negativa

Europa 9

22

29

42

Estados Unidos

35

7

41

Francia

11

47

41

Alemania

15

40

43

Reino Unido

12

19

41

Italia

31

21

43

Países Bajos

25

33

39

Polonia

22

20

41

Portugal

16

16

53

España

26

23

41

Eslovaquia

17

28

34

Turquía

63

17

17

Fuente: German Marshall Fund de Estados Unidos.

Jacques Chirac, presidente de la República Francesa, tuvo el mérito de arriesgarse antes del rechazo de la Constitución Europea, y apoyó la incorporación de Turquía a la UE; no obstante, desde entonces ha cambiado ligeramente de parecer. Parte del enfriamiento hacia Turquía que se vive en París obedece a las ambiciones de Dominique de Villepin, primer ministro, y de Nicolas Sarkozy, ministro del Interior, que pugnan por suceder a Chirac como presidente de la República en 2007.

Villepin quería que Turquía reconociera a Chipre antes de las conversaciones de adhesión. El Estado grecochipriota logró ingresar en la UE en 2004, pese a haber rechazado el plan de reunificación de la isla –dividida desde que Turquía la invadió en 1974– que la ONU había propuesto y que los turcochipriotas aprobaron. Turquía, sin embargo, no tenía que ir tan lejos para cumplir con las condiciones de la Comisión. Ankara sólo debía ampliar el Acuerdo Aduanero con la UE a Chipre –cosa que hizo–, pero exacerbó los ánimos de los oponentes al añadir de forma provocadora una declaración unilateral a la firma en julio del protocolo adicional a su Unión Aduanera, declarando que no reconocía a Chipre. Abdullah Gul, ministro de Asuntos Exteriores de Turquía, también dejó claro que su país no abriría sus puertos ni aeropuertos a Chipre, puesto que los mismos no estaban contemplados en el mencionado Acuerdo. Ankara considera que la UE y el Gobierno grecochipriota no están en posición de censurarla después de que el año pasado Turquía aceptara un plan de paz de las Naciones Unidas (véase el recuadro).

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La cuestión de Chipre

Chipre es una de las disputas sin resolver más duraderas a escala mundial. En julio de 1974, el entonces presidente de Chipre, el arzobispo Makarios, grecochipriota, fue derrocado mediante un golpe de Estado respaldado por la junta militar griega. Turquía, ante el temor de que su tradicional enemigo se anexionase la isla, respondió invadiéndola y provocando la partición de la misma en las zonas norte y sur. En 1983, el área controlada por los turcos se autoproclamó República Turca del Norte de Chipre, reconocida sólo por Turquía.

En marzo de 2004, Turquía se granjeó la simpatía de la comunidad internacional al refrendar los turcochipriotas de la parte norte el plan de reunificación elaborado por las Naciones Unidas con una mayoría del 65%, mientras que más del 75% de los grecochipriotas en la parte sur, a los cuales ya se había concedido el ingreso en la UE, lo rechazaron. Como resultado, y para inmensa frustración de las Naciones Unidas y la Unión Europea ante la pérdida de esta oportunidad histórica, sólo la parte sur de la isla ingresó en la UE el 1 de mayo, ya que dicho plan de reunificación debía ser aprobado por ambas partes. Erdogan describió la adhesión de la isla dividida como un “gran error”.

La respuesta de la UE ante la negación de Ankara de reconocer a Chipre, con anterioridad a las negociaciones de adhesión, fue que para poder incorporarse a la Unión, antes debería reconocer a Chipre. Ankara alegó que la contradeclaración era injusta y unilateral, además de estar políticamente motivada. Los puntos clave de la declaración de la UE eran:

·         Los Estados miembros “lamentan” la declaración de Turquía de negarse a reconocer a Chipre.

·         Los Estados miembros esperan una plena implementación de la Unión Aduanera y la eliminación de las “restricciones sobre los medios de transporte”. Si la Unión Aduanera no se implementa, ello afectará al avance global de las negociaciones.

·         El reconocimiento de todos los Estados miembros es un “componente necesario del proceso de adhesión”.

Ankara, sin embargo, no está dispuesta a reconocer plenamente a Chipre sin antes haber logrado un acuerdo global que resuelva de una vez por todas este espinoso problema.

Mientras tanto, el nombramiento por parte de la Unión Europea de Themis Themistocleous, grecochipriota y ex director de la agencia de noticias de Chipre, como jefe de la Representación de la UE en Chipre, no fue interpretado como una medida muy oportuna. En su anterior cargo, Themistocleous desacreditó fuertemente la política oficial de Mehmet Ali Talat, el líder turcochipriota.

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La otra cuestión que ha estallado es Armenia y el supuesto genocidio (véase el recuadro más abajo). Se trata de un tema delicado que hace ya tiempo que perdura y que saltó a primera plana a finales de agosto, cuando un fiscal acusó al destacado novelista Orhan Pamuk de “ofensa pública a la identidad turca”, tras haber declarado al periódico suizo Der Tagesanzeiger que “30.000 kurdos y 1 millón de armenios han sido asesinados en estas tierras y nadie, excepto yo, se atreve a hablar de ello”. Está previsto que Pamuk, que ha recibido varias amenazas de muerte por parte de individuos vinculados a la derecha y de grupos paramilitares de tendencias nacionalistas radicales, sea juzgado el próximo 16 de diciembre, enfrentándose a una posible sentencia de tres años de prisión.

De seguir adelante con lo previsto, Ankara suscitaría serias preocupaciones sobre la libertad de expresión, de la que se supone que ahora disfruta, por lo menos en teoría, y estaría cavando su propia fosa.[1] Bastaría un juicio para suspender las negociaciones de adhesión. La medida sugiere la presencia de elementos reaccionarios en determinados sectores del establishment nacionalista que pretenden activamente echar por tierra la oferta de la UE a Turquía (el sentimiento anti-UE también está aumentando en el seno del partido en el poder). Por otro lado, también ha demostrado que el nuevo Código Penal (reformado en 2004), que por primera vez se supone que coloca los derechos del individuo por encima de los del Estado, no está funcionando. Una cosa son los cambios teóricos, y otra muy distinta es cambiar la mentalidad de los responsables en el sistema judicial a la hora de promulgar las reformas. Los amigos de Turquía en Europa están consternados. “Si las autoridades siguen atacando a este destacado escritor europeo, entonces muchos de los que somos firmes partidarios de Turquía nos veremos obligados a cambiar de parecer”, observó Denis MacShane, ex ministro británico de Asuntos Europeos.

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La cuestión de Armenia

Ankara reconoce que centenares de miles de armenios perecieron entre 1915 y 1923, pero alega que ello se produjo en el contexto de masacres paralelas perpetradas contra turcos musulmanes en conflictos que los armenios instigaron aliándose con rusos invasores, y que, a diferencia de lo sostenido por 15 países –incluyendo a Francia, Suiza, Rusia y Argentina–, no se trató de un genocidio. Los historiadores, sin embargo, no se ponen de acuerdo sobre qué sucedió realmente. Según Norman Stone, ex profesor de Historia Moderna en Oxford, y ahora profesor en la Universidad de Koç, Estambul, la cuestión del genocidio todavía no se ha demostrado de forma satisfactoria.

Algunos países de la UE, en especial Francia, donde la diáspora armenia está vivamente presente, desearían que Turquía reconociera su parte de responsabilidad y se disculpara. Disculparse no es una condición de la UE que Turquía deba satisfacer, aunque un cierto reconocimiento público de su parte de responsabilidad en el asunto generaría grandes dosis de buena voluntad. El Parlamento Europeo, una semana antes del inicio de las negociaciones, invitó a Turquía a “reconocer el Genocidio de los Armenios”, y observó que dicho acto debería constituir un “requisito previo” para su adhesión a la UE.

Sin embargo, tarde o temprano, Ankara deberá abrir su frontera de 330 kilómetros con Armenia, cerrada desde 1993 debido al conflicto sobre el enclave de Nagorno-Karabakh, entre Armenia y Azerbaiján, “nación hermana” de Turquía. El restablecimiento de los viajes y del comercio tendría un significativo impacto económico en las provincias que limitan con Armenia, dado que éste carece de acceso al mar, al tiempo que reduciría los costes del transporte de las mercancías turcas hasta Asia Central y otros lugares. El Gobierno armenio afirmó en septiembre que estaba dispuesto a establecer relaciones diplomáticas con Turquía sin ninguna condición preliminar.

Hasta qué punto la masacre armenia sigue siendo una cuestión especialmente sensible y conmovedora en Turquía se puso de manifiesto en mayo, cuando un grupo de académicos procedentes de universidades turcas, estadounidenses y europeas intentaron celebrar la primera conferencia sobre el tema en la Bosphorus University, una institución estatal de Estambul. El objetivo consistía en “comprender y relatar una cuestión histórica que... cada vez está más politizada y que se ha quedado atrapada entre las tesis armenias nacionales radicales y las turcas oficiales”. Sin embargo, Cemil Cicek, el ministro de Justicia, probablemente con la aprobación de Erdogan, puso el grito en el cielo y el día anterior a la celebración de la conferencia, denunció a los organizadores en el Parlamento, acusándolos de traidores y de utilizar la conferencia para “apuñalar a Turquía por la espalda”.

Finalmente, la conferencia se celebró en septiembre, en otro lugar, en medio de una fuerte presencia policial y pese a una sentencia de los tribunales que exigía su cancelación tras las protestas desencadenadas por los nacionalistas. Tanto Erdogan como la Comisión Europea condenaron la sentencia, que constituía otra provocación por parte del poder judicial afianzado, algunos de cuyos sectores parecen estar por encima de la Ley. Las críticas de Erdogan con respecto a la sentencia demostraron que había cambiado de opinión sobre el asunto. Algo similar sucedió el año pasado, cuando su partido AKP provocó una protesta tras la presentación de propuestas al Parlamento para penalizar el adulterio y rápidamente se echó atrás.

Pamuk, sin embargo, no es el único que está en apuros a causa de sus ideas. Dogu Perincek, líder del Partido de los Trabajadores de Turquía, fue detenido el mes de julio en Suiza, donde negar el genocidio constituye un delito, después de declarar que el “genocidio armenio no es más que una mentira internacional”. Perincek realizó esta declaración en el transcurso de una ceremonia para celebrar el 82º aniversario del Tratado de Lausanne, que marcó la fundación de la República Turca.

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Con todo, las cuestiones de Chipre y Armenia no deberían ocultar los considerables avances que ha realizado Turquía en los últimos tres años y que le han permitido cumplir los criterios para iniciar las negociaciones de adhesión. El Parlamento ha aprobado reformas en los campos de libertad de expresión y de manifestación, de los derechos culturales para los kurdos (que suman alrededor de 14 millones) y del control civil de las fuerzas militares (que siguen siendo los defensores autoproclamados del Estado secular fundado por Mustafa Kemal Atatürk, en 1923, sobre las ruinas del Imperio Otomano). Se han eliminado los tribunales de seguridad del Estado y se ha adoptado un nuevo Código Penal. En términos generales, dicho Código adopta estándares europeos modernos que responden a los recientes desarrollos en derecho penal de numerosos países europeos. La pena de muerte también ha sido abolida. La tortura, sin embargo, no se ha erradicado y todavía reina la corrupción. El informe sobre los avances de 2004 elaborado por la Comisión Europea revelaba que “la tortura ya no se aplica de forma sistemática, pero siguen dándose numerosos casos de malos tratos, incluyendo la tortura, y se precisarán más iniciativas para erradicar tales prácticas”. Tal y como sucede en numerosas partes de Turquía, el problema radica en la brecha existente entre las reformas teóricas y su lenta e irregular implementación, lo que a su vez conlleva cambiar la mentalidad de lo que los turcos denominan el “Estado profundo”: una vaga alianza de fuerzas atrincheradas en el marco del ejército, los servicios de seguridad, la burocracia y el poder judicial.

También se ha producido un resurgimiento de violencia entre los rebeldes kurdos del Partido de los Trabajadores Kurdo (PKK) y el ejército en las provincias del sudeste de Turquía, predominantemente kurdas, que se ha cobrado alrededor de 150 vidas desde que el PKK pusiera fin a la tregua en junio de 2004. El conflicto se ha prolongado durante 15 años, causando 30.000 muertes hasta 1999, cuando Abdullah Ocalan, el líder del PKK, que estaba cumpliendo una pena de cadena perpetua, ordenó al grupo que renunciara a la violencia. Se dan numerosas luchas internas entre los rebeldes kurdos. Los nuevos brotes de violencia se interpretan como una táctica para intimidar al Gobierno, de forma que conceda una amnistía a cerca de 5.000 rebeldes, incluyendo, tal vez, a Ocalan, aunque esto es algo que los militares no tolerarían.

Mientras tanto, el Gobierno turco cada vez está más frustrado ante la falta de interés (o de recursos humanos) de las fuerzas militares estadounidenses a la hora de conseguir que los rebeldes del PKK abandonen sus refugios en las montañas al otro lado de la frontera con el norte de Irak. Marc Grossman, ex embajador americano ante Turquía (1994-97), hizo un llamamiento en septiembre para que EEUU interviniera en el asunto, puesto que de lo contrario “será difícil disuadir a Turquía de una intervención unilateral en el norte de Irak”.[2] Sin embargo, la prolongada relación estratégica entre EEUU y Turquía se interrumpió después de que el Parlamento turco vetara en marzo de 2003 la petición de Washington de utilizar bases turcas para invadir Irak. Cada vez hay un mayor sentimiento antiamericano en Turquía y antiturco en Washington, exacerbado por las aceradas críticas de Ankara contra las acciones militares estadounidenses en Irak.

Erdogan ha concedido a los kurdos una libertad sin precedentes, pero el problema no se ha resuelto por completo, y las provincias kurdas, que más de 1 millón de personas tuvieron que abandonar a la fuerza como consecuencia de la política de “tierra quemada” puesta en práctica por el ejército durante la década de los 90, siguen estando sumidas en la pobreza y siendo caldo de cultivo para el descontento.

Un giro radical en la economía

El propio proceso de cumplir los requisitos para las negociaciones de adhesión ha transformado la economía: la inflación se redujo por debajo del 10% en 2004 por primera vez desde la década de los 70, permitiendo al Banco Central suprimir seis ceros del valor nominal de la lira a principios de este año. Una unidad de la moneda local vale lo que solía valer 1 millón. Ahora, una barra de pan cuesta alrededor de 0,3 liras (antes costaba 300.000 liras). El país todavía tiene un largo camino por recorrer, pero finalmente está avanzando en la dirección correcta, pese a seguir siendo muy vulnerable a los “impactos externos” (véase la Tabla 2).

Tabla 2. Datos básicos de Turquía, España y la UE-25

Turquía

España

UE-25

PIB per cápita (estándares de poder adquisitivo)

29,4

98,5

100

Inflación (%)

9,4

3,1

2,1

Balance general del Gobierno (% del PIB)

-3,9

-0,3

-2,6

Deuda general del Gobierno (% del PIB)

80,1

48,9

63,8

Índice de desempleo (%)

10.3

11.0

9.0

Todas las cifras corresponden a 2004, salvo el PIB per cápita, que corresponde a 2005.

Fuente: Eurostat.

Sin embargo, la deuda del Gobierno sigue representando el 70% del PIB, el pago de los intereses consume la mitad de los ingresos gubernamentales y el vencimiento medio del endeudamiento del Gobierno es tan sólo de 13 meses. El FMI, al que Turquía debe cerca de 20 mil millones de dólares, convirtiéndose así en la mayor nación deudora del Fondo, sigue apuntalando las finanzas gubernamentales. Durante el verano, no se liberó un tramo de 800 millones de dólares debido a que el Parlamento no había aprobado la Ley sobre la reforma de las pensiones, que constituye una parte esencial de las iniciativas orientadas a controlar el déficit crónico de la Seguridad Social.

Se han realizado diversos avances en el sector bancario, cuyos apuros contribuyeron a desencadenar una crisis financiera en 2001 que colocó el país al borde de no poder cumplir con sus obligaciones de deuda externa. La tasa de morosidad crediticia se redujo al 6,3% en 2004, en comparación con el elevado 20% anterior, y el número de bancos ha disminuido desde 81 en 1999 a 48. La mejora se manifiesta en el hecho de que varios bancos europeos realizan importantes inversiones o adquieren participaciones mayoritarias en diversos bancos turcos, destacando la compra en agosto por parte de General Electric de una participación del 25% en Garanti, el tercer banco más importante del sector privado del país, por valor de 1,8 mil millones de dólares. Esta suma prácticamente equivale a la inversión directa extranjera (IDE) total de Turquía entre 2001 y 2004 (véase la Tabla 3). Incluso Bulgaria, cuya población equivale a una décima parte de la de Turquía, consigue más IDE.

Tabla 3. IDE interna en Turquía y España, años seleccionados (mil millones de dólares)

1985-95 (Promedio anual)

2001

2002

2003

2004

España

8,2

27,9

43,6

29,0

18,3

Turquía

0,55

0,49

0,17

0,49

0,85

Fuente: Informe 2005 de la UNCTAD sobre inversión mundial.

Las privatizaciones también han experimentado un importante auge tras varias décadas de estancamiento. Las ventas de este año incluyen una participación del 51% en Tupras, una refinería de petróleo, por valor de 1,4 mil millones de dólares, a un consorcio formado por la turca Koç Holding y la anglo-holandesa Royal Dutch/Shell, así como una participación del 53% en Turk Telecom a Saudi Oger y a Telecom Italia por valor de 6,55 mil millones de dólares. Este año, y hasta la fecha, el Gobierno ha impulsado acuerdos de privatización por valor de 14 mil millones de dólares, y el total podría alcanzar los 20 mil millones de dólares antes de fin de 2005.

La economía se llevará el grueso de las negociaciones: una palabra engañosa, porque no es mucho lo que Turquía puede negociar, salvo períodos de transición. Hasta ahora, la atención se ha centrado en cumplir los criterios políticos. De ahora en adelante, Turquía tendrá que adaptar las cerca de 80.000 páginas de normativas de la UE en legislación nacional, abarcando todas y cada una de las áreas políticas de la UE, desde industrias pesqueras hasta defensa y desde la legislación laboral (que es restrictiva) hasta el medio ambiente. Deberá hacer todo lo que la UE le dicte para demostrar de forma satisfactoria que tiene una economía de mercado que funciona, así como la capacidad para hacer frente a la presión competitiva y a las fuerzas del mercado en el marco de la Unión. Además, también deberá aportar pruebas que confirmen la puesta en práctica antes de poder cerrar un capítulo para comenzar otro. No se trata de un proceso de dar y tomar. La mayor parte de la población no es consciente de ello, lo que podría traducirse fácilmente en resentimiento cuando las duras medidas empiecen a hacer mella. Una de las áreas más conflictivas será el atrasado sector agrícola, que da empleo a una tercera parte de la mano de obra y genera menos del 12% del PIB.

Conclusión: Turquía debe emprender un largo y difícil camino, y algunos países buscarán cualquier excusa para que las negociaciones no lleguen a buen puerto. El proceso de adhesión, a medida que las reformas vayan asentándose, pondrá a prueba la tolerancia del establishment nacionalista del país y la capacidad de la UE para mantener a Turquía en el proceso. Los políticos europeos también tendrán que realizar un esfuerzo mucho más intenso para ganarse a sus electorados renuentes. Existe un considerable abismo entre la opinión pública sobre la plena adhesión de Turquía y la opinión favorable de la mayoría de los países de la UE.

La capacidad de la UE para ejercer un “poder blando” ha transformado la Europa Central y del Este, contrastando fuertemente con la trayectoria de Washington a la hora de fomentar la democracia, particularmente en Irak. Y no hay ninguna razón por la que Turquía no deba ser también otro próspero caso. Turquía se ha pasado mucho tiempo llamando con insistencia a la puerta de la UE, y ahora está abierta. Pero si durante la próxima década algunos países intentan cerrarla prolongando las negociaciones (más allá del plazo mínimo de 10 años previsto), no sería de extrañar que Turquía decidiera que no vale la pena ingresar en el club al que durante tanto tiempo ha anhelado pertenecer.

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Notas:

[1] Véase “Turkey Hands its Enemies an Own Goal”, por Maureen Freely, The Independent, 31/VIII/2005.

[2] Véase “US Should be Ready to Fill the Void on Turkey”, Financial Times, 15/IX/2005.