Demasiadas expectativas para la economía de la UE

La Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional y la OCDE predicen que en promedio, la economía de la Unión Europea crecerá un 1,9% el próximo año (una cifra que básicamente se condice con el promedio del 2% esperado este año). Pero puede que este cuadro resulte demasiado optimista, no sólo porque es probable que la tasa de crecimiento en sí decepcione, sino también porque hay una considerable presión a la baja sobre el potencial de crecimiento de la UE después de 2019, y no parece por el momento que la dirigencia europea esté preparada para contrarrestarla de manera eficaz.

Si la UE fuera un equipo de fútbol, no perdería partidos por falta de plan de juego o capacidad adecuada. Con sus casi 19 billones de dólares, la economía de la UE sigue siendo la segunda más grande del mundo y constituye cerca de un quinto de la producción global. El problema es que el equipo como un todo no está jugando en forma coordinada, y cada uno de los grandes jugadores por separado enfrenta difíciles problemas internos.

En el último año, se dieron pequeños pasos (por ejemplo, fortalecer la red de seguridad financiera colectiva) para mejorar la capacidad general de la UE para superar obstáculos. Pero la arquitectura general de la economía sigue incompleta. Los problemas más notables están en la eurozona, que enfrenta un lento progreso en la creación de una unión bancaria, una inadecuada coordinación de la política fiscal y divisiones políticas.

Y las fuerzas de fragmentación seguirán fortaleciéndose. Para empezar, los partidos y líderes políticos populistas están aumentando su influencia, tras haber capitalizado difundidos temores identitarios y referidos a las migraciones (sumados al malestar con las élites tradicionales) para obtener apoyo, e incluso llegar al poder, en muchos países. Pero la transición de la campaña a la toma de decisiones (sea dentro de un parlamento o, como en Italia, dentro de la coalición de gobierno) resultó difícil para varios de los partidos antisistema, dada su falta de plataformas políticas integrales.

Combinada con la elección para el Parlamento Europeo del año entrante, esta capa adicional de incertidumbre complica la coordinación y la toma de decisiones en el nivel regional, en un momento en que muchos gobiernos están absortos en la todavía irresuelta cuestión del Brexit. Esto los deja con menos recursos todavía para dedicarse a eliminar obstáculos al crecimiento de la productividad y a crear una economía más ágil capaz de responder al veloz avance tecnológico y a cambios en el entorno económico global.

Tampoco ayuda el hecho de que el entorno de liquidez en Europa se esté volviendo menos favorable. El Banco Central Europeo ya redujo la compra de activos y se dispone a desarmar su masivo programa de estímulo a fines de este año. Su presidente Mario Draghi dio señales de que es probable que haya una suba de tasas al finalizar su mandato, en octubre de 2019.

Pero aunque estos factores amenazan con agravar el desafío de fragmentación al que se enfrenta la economía de la UE, hasta un equipo desarticulado puede ganar el partido si sus jugadores estrella consiguen jugar suficientemente bien. Por desgracia, muchas de las mayores economías de la UE (Alemania, España, Francia, Italia, Polonia y el Reino Unido) se debaten en cuestiones internas que no admiten soluciones sencillas y que restringen la formulación de políticas en los niveles nacional y europeo.

Francia está conmocionada por las protestas de los “chalecos amarillos” contra la agenda de reformas del presidente Emmanuel Macron. Alemania enfrenta una profunda transición política mientras la canciller Angela Merkel se prepara para retirarse al final de su actual mandato. Y el gobierno populista de Italia está enfrentado con la Comisión Europea por su proyecto de presupuesto para 2019 (que también se basa en supuestos optimistas respecto del crecimiento del PIB).

En cuanto a Polonia, su gobierno abrazó la llamada “democracia iliberal”, y sigue políticas que en opinión de muchos son incompatibles con los valores y la visión de la UE. El gobierno de España, por su parte, todavía es débil. Y en el RU, las divisiones dentro del gobernante Partido Conservador obstaculizan el avance hacia un proceso ordenado de salida de la UE, lo que impide tomar medidas significativas que estimulen el crecimiento y la productividad.

Como es improbable que estos desafíos se resuelvan pronto, todo indica que los principales motores del crecimiento europeo perderán fuerza en 2019. En tanto, la adopción de medidas políticas para promover el potencial de crecimiento a más largo plazo de la UE seguirá siendo la excepción, más que la regla. Y todo esto en un contexto económico y financiero externo más desfavorable.

El motor exportador de la UE ya no tiene potencia suficiente para compensar el debilitamiento de los factores de crecimiento internos. Por si fuera poco, las exportaciones recibirán otro golpe por la desaceleración de China, que debilita la demanda externa. En tanto, es probable que en los mercados financieros continúe la volatilidad, en un contexto de desaceleración del crecimiento global, vulnerabilidades técnicas y el desarme de una política de expansión monetaria que mantenía la volatilidad reprimida mediante inyecciones cuantiosas y predecibles de liquidez por parte de los bancos centrales.

De modo que al “equipo” de la UE le aguardan difíciles desafíos, tanto en el juego interno como en la competencia internacional. Pero no todo son malas noticias: técnicamente, la UE tiene a la vez un plan de juego y las fuerzas inherentes que necesita para ejecutarlo. La economía se recuperó de lo peor de la crisis financiera global. Se hicieron grandes esfuerzos para identificar las medidas necesarias para lograr un crecimiento fuerte e inclusivo, reducir la vulnerabilidad financiera y detener la erosión de los pilares de la prosperidad futura. Y la UE tiene mucha capacidad interna no aprovechada o subutilizada. Liberarla en el contexto de una estrategia coordinada puede mejorar considerablemente el desempeño económico de la UE y sus perspectivas.

El éxito demandará líderes políticos capaces de inspirar a la ciudadanía y dispuestos a implementar iniciativas procrecimiento coherentes. Pero cuanto más tarden en aparecer esos líderes, más difícil será para la UE evitar la zona de descenso.

Mohamed A. El-Erian, Chief Economic Adviser at Allianz, the corporate parent of PIMCO where he served as CEO and co-Chief Investment Officer, was Chairman of US President Barack Obama’s Global Development Council. He previously served as CEO of the Harvard Management Company and Deputy Director at the International Monetary Fund. He was named one of Foreign Policy’s Top 100 Global Thinkers in 2009, 2010, 2011, and 2012. He is the author, most recently, of The Only Game in Town: Central Banks, Instability, and Avoiding the Next Collapse. Traducción: Esteban Flamini.

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