Democracia de colegas

Democracia de colegas

Nicolás Maduro escribió para El País el 3 de mayo que la democracia bolivariana es “una democracia de panas”, esto es, de colegas, reconociendo la cruda realidad venezolana, una democracia de panas, para panas y con los panas: exclusión pura y dura.

El 28 de abril de 2018 en su cuenta de tuiter, Maduro reconocía: “Hace un año les dije que me acompañaran a elegir la Asamblea Constituyente y yo les garanticé la paz. ¡Cumplí! Hoy les pido que me acompañen el domingo 20 de mayo con 10 millones de votos y les aseguro la prosperidad económica, a la altura de los sueños de todos los venezolanos.”

Dos días después insiste en la red social: “Hace cinco años era un candidato novato. Ahora soy un presidente maduro. Estoy curtido y preparado para asumir un nuevo mandato hasta el 2025. Tengo una esperanza renovada y grandes sueños para el futuro de Venezuela. ¡Les juro que jamás le fallaré al Pueblo!”.

Y le escribe a los españoles que la democracia que propugna es de colegas y quienes no lo son, no disfrutan de ella, tristemente es así para ese “pueblo” al que le asegura prosperidad económica.

Sus argumentos en El País son falacias, mentiras, delirios.

Habla de violencia obstétrica, pero lo que se vive en las maternidades de Venezuela es consecuencia de la incompetencia que ha generado la carencia de insumos básicos para atender a las parturientas, fallas graves de servicios como agua potable y energía eléctrica, pésimas condiciones de los quirófanos e inexistencia de una infraestructura física apropiada en el que pueda prestarse un servicio digno. No se trata solo de calidad sino de respeto a las personas.

En la Maternidad del Sur en Valencia estado Carabobo -en el centro del país- las parturientas traen al mundo a sus hijos en los pasillos o en la recepción del centro hospitalario sin insumos de ninguna naturaleza, agravándose la situación con la escasez de las vacunas de los neonatos. Hasta el 8 de marzo, en ese mismo centro asistencial las madres pasaban tres meses haciendo fila todos los días para ver si corrían con la suerte de que llegara la BCG o la Rotavirus; no llegaron, pero qué casualidad, ahora cerca de las elecciones se anuncia a bombo y platillo un programa masivo de vacunación, ¿por qué ahora sí y antes no?

Plantea que “antes” había cesantía de jóvenes, pero que ha implementado un Plan chamba juvenil, y no explica en qué consiste, cómo se ejecuta, qué hacen los beneficiarios como contraprestación. La razón de no explicarlo es que se trata de un bono asistencialista para algunos jóvenes, obviamente los carnetizados -esa costumbre de hacer listas, de seleccionar, de clasificar, discriminar- y además inscritos en el partido de gobierno -PSUV- porque las datas se cruzan beneficiándolos la cantidad recientemente aumentada a un millón de bolívares, es decir, 1,17 dólares de los Estados Unidos de Norteamérica, que no les alcanza para comprarse un par de zapatos.

La mayoría de los jóvenes venezolanos emigran por cualquier vía, huyen despavoridos ante la negación a un futuro normal, no podrán comprarse una casa, un vehículo... y un teléfono celular nuevo es un artículo de lujo. Salen en busca de prosperidad, huyen del ciclo de infamia, del círculo vicioso que es su país.

No deja de ser curioso que Maduro no hable del éxodo de los venezolanos: ha huido mucha gente también de sus filas, como el ex concejal Peñalver involucrado en la masacre del 11 de abril y que pedía asilo en Canarias hace unos días; el empresario de las gafas al que la prensa española da en llamar “el príncipe venezolano”, bien recibido gracias a sus inversiones, y tantos chavistas que están fuera a quienes ni se les ocurre por equivocación pensar en regresar, empezando por los funcionarios diplomáticos. Ni hablar de los arrepentidos, que tienen todo el derecho a arrepentirse, pero nos dejaron este karma a quienes seguimos aquí. Se van nuestros jóvenes, lo que empeora nuestra desgracia, les pagan para tratar de retenerlos.

De las viviendas construidas por el gobierno solo existen sus datos, y a estas alturas ¿quién cree estadísticas del gobierno venezolano? Solo se sabe que no otorgan título de propiedad sino una constancia de pisatario, y si algún adjudicatario se le ocurre pronunciarse en contra del régimen, es desalojado del mismo, es decir, la propiedad nunca es de las personas, nunca es propiedad privada. Es un chantaje.

Reconoce que la seguridad social, la salud y la educación son un desastre, que no funcionan, y se escuda en la imaginaria guerra económica. Incluso admite que llevan muchos años de gobierno, habla de los gobiernos chavistas, sí, 20 años de ineficiencia, de destrucción, de desmontaje de un país en el que ya no hay maestros y se recurre a los estudiantes de bachillerato o de educación, simplemente porque los educadores -mal pagados en Venezuela, con sueldos de miseria- tienen que irse para poder aspirar a una vida digna. Casi no hay profesores de matemáticas, ni de física o química mientras el Ministerio del Poder Popular de la Educación trata de cambiar los planes de estudios para intentar hacer desaparecer esas materias.

Los hospitales públicos son una calamidad -sólo gracias a la mística de los médicos que quedan y que hacen maravillas aún se pueden llamar hospitales-, ni hay insumos, ni condiciones mínimas de dignidad: solo la buena formación de las enfermeras, camilleros y médicos que de manera heroica continúan allí. Morirse en Venezuela es el peor castigo para los familiares, los cementerios tienen un horario de funcionamiento hasta la una de la tarde debido a los asaltos y todo tipo de fechorías que allí se cometen. Además no hay personal suficiente para atender muchos entierros y si se trata de una cremación, todo depende que haya gas, porque si no hay, debes esperar dos o tres días.

Señala el ciudadano Maduro que habrá una seguridad social “que estará sostenida sobre una economía productiva, estable, soberana y próspera y no sometida a los vaivenes de los precios del petróleo”, pero tal afirmación no es más que un eufemismo, han “expropiado” empresas que a la fecha no han pagado, por ello no son propiamente expropiaciones porque no han seguido el procedimiento legalmente establecido ni ha habido justiprecio, solo abunda la discrecionalidad. Ahora intervienen el Banesco, la entidad financiera más grande del país y amenazan otros bancos y todo a pocos días de las elecciones ¿qué vendrá después?

Pretende respaldar al país mediante una criptomoneda que trata de imponer a las pocas empresas extranjeras que operan en Venezuela. Según afirma el articulista de El País el petro está respaldado por la riqueza venezolana, especialmente el petróleo de la faja petrolífera del Orinoco, que por cierto es muy grande, sí, pero es petróleo extra pesado (por sus grados API), no ha sido extraído y no parece que pueda serlo en poco tiempo debido a la situación de descalabro económico y tecnológico de Petróleos de Venezuela (PDVSA).

Afirma que “…cuando hay un otro que piensa distinto al frente, y también un espacio donde otra persona pueda expresar su identidad y sus diferencias…”, pero según el Foro Penal para abril de 2018 había 249 presos políticos. Ser preso político en Venezuela no es solo privar de la libertad a una persona sino condenar a toda una familia.

Las cárceles no reúnen el estándar mínimo de operación de un centro penitenciario. Los presos políticos están en su mayoría con los presos comunes, todos los familiares de los presos -políticos o no- son sometidos a los más infames tratos, como desnudarse y en el caso de las mujeres ser requisadas en sus partes íntimas o colocarse de cuclillas y saltar desnudas. Además deben proveerle de todo lo que necesiten los presos, en un país en el que hay escasez de todo.

En febrero de este año, en la cárcel mínima de Tocuyito, en el estado Carabobo, reos comunes secuestraron a presos políticos: Alexander Tirado, Antonio Garbi, Juan David Poletti -estos dos últimos, descendientes de italianos, y en el caso de Garbi, de un general que luchó junto a Garibaldi-. Los amarraron a la cerca y amenazándolos exigían condiciones; es decir, los usaron como rehenes. El Estado no le puede garantizar la integridad a nadie, ni en la cárcel.

Esa es la democracia de colegas, la democracia de panas a la que se refiere Maduro y en la que el salario mínimo de un trabajador, el que devenga la mayoría de la población venezolana, equivale a tres dólares de los Estados Unidos de Norteamérica, un país cuyas proyecciones económicas son catastróficas según datos del FMI, y en el que el señor Maduro se siente maduro para brindar prosperidad, claro, a sus colegas, a sus panas.

El 4 de mayo Nicolás Maduro escribió en su cuenta de tuiter: “¡Denme 10 millones de votos y vamos a meter presas a todas las mafias de la economía! La oligarquía ha querido vengarse del Pueblo, por eso tuvimos que intervenir Banesco y nombrar una junta directiva por 90 días para investigar. ¡Se estaban llevando el dinero del Pueblo!". Se le olvida a Maduro que el artículo 236 de la Constitución le obliga a cumplir y hacer cumplir la la Ley, ¿por qué ahora sí y antes no?

Los venezolanos no queremos una democracia de amigos, panas o colegas, necesitamos una democracia que se someta a la regla de derecho y que tenga como valores preeminentes la ética, el pluralismo y los derechos humanos, tal y como lo establece el artículo 2 de la Constitución venezolana.

Henrry Rafael Henríquez Machado es abogado, profesor universitario Coordinador de Vente Venezuela en el Estado Carabobo.

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