Demografía y racismo

El futuro que le espera a la población española no es para tirar cohetes: una fecundidad por debajo del nivel reemplazo (2,05 hijos por mujer) desde hace ya décadas (en 2018 fue de 1,3 hijos por mujer). Lo cual ha conducido a un envejecimiento (proporción de personas con 65 años y más sobre el total poblacional) auténticamente disparado. Por otro lado, España disfruta de una esperanza de vida envidiable (83,5 años) lo cual trae consigo una mayor longevidad y dependencia.

Ha sido la sostenibilidad de las pensiones la que ha puesto en la agenda pública este problema, el del envejecimiento. Un problema imposible de resolver a corto plazo. A él se ha unido en los últimos años la inmigración, que demográficamente no deja de representar un alivio para una Europa envejecida y con una fecundidad en caída libre, pero que ha traído consigo enormes problemas políticos en casi toda Europa. Problemas de integración exagerados por la demagogia y la xenofobia.

La parte de España que más sufre este desgaste demográfico, aparte de la España «vaciada», está en el norte (Asturias, Galicia, Cantabria y el País Vasco). Todas esas regiones tienen un envejecimiento superior a la media española y también en todas ellas se producen fuertes déficits en la Seguridad Social a causa de las pensiones. Pero las pensiones no producen ninguna preocupación en el seno del Gobierno vasco -monopolizado por el PNV-, pues allí el déficit que producen las pensiones se la trae al fresco, ya que lo pagamos el resto de los españoles y no se incluye en esa estafa consentida llamada «cupo».

Sin embargo, la evolución demográfica del País Vasco durante los últimos años es (o debería ser) preocupante.

Así, por ejemplo, en 2018 el saldo vegetativo (nacidos menos muertos) de la población nacida en España y sin padres inmigrantes, por los datos preliminares conocidos de 2018, fue negativo en un 0,52%, mientras que en 1976 fue positivo en un 1,31%.

Y es que la fecundidad vasca se ha desplomado desde 1977 (en 2017 hubo en la población autóctona una fecundidad de tan solo 1,23 hijos por mujer).

En el año 2018 el 25% de los nacidos en el País Vasco lo fue de madres extranjeras (nacidas fuera de España). En Álava la proporción fue aún mayor, el 32%. Ese mestizaje no es nuevo, viene produciéndose en el País Vasco desde la revolución industrial, que sacó a Euskadi del atraso rural y atrajo hacía allí a mucho españoles nacidos y criados fuera de aquellos lares. Por eso el apellido más frecuente en las tres provincias vascas es García, seguido de Fernández, González, Martínez, Gutiérrez… y así hasta encontrar Aguirre en Álava, donde ocupa el puesto 22. En Guipúzcoa es Larrañaga y está en el puesto 12. En Vizcaya el primer apellido vasco es Bilbao, que ocupa el puesto 13, y no vuelve a aparecer otro apellido euskérico hasta el puesto 24 (Uriarte).

El director del Fundación Renacimiento Demográfico, Alejandro Macarrón, que se ocupa con solvencia de estos problemas, ha estudiado estos datos «genéticos» («raciales» diría Sabino Arana). Y de esos estudios se evidencia una discriminación política tan impresentable como insoportable. Veamos.

La distribución de apellidos españoles genéricos, como acabamos de ver, se parece bastante a la que se da en el conjunto de España: en un 80% en Álava, un 90% en Vizcaya y un 61% en Guipúzcoa. Pero esos apellidos genéricos desde hace 40 años han sido muy minoritarios en los grandes puestos de poder político. Así, entre los diputados generales de Vizcaya, desde 1979 no ha habido uno solo con apellidos españoles genéricos. Y de los apellidos de los diputados generales de Guipúzcoa en las cuatro últimas décadas, sólo un 5% ha sido español genérico, porcentaje que sube al 50% en Álava.

Por no mentar otra selección «positiva», la de la parrilla de ETB, en la cual no aparece ni un solo apellido español genérico. Al parecer, los García, Pérez o Fernández no están dotados para el periodismo.

Dicho de otro modo: el sistema vasco de representación discrimina -¡y de qué modo!- a los ciudadanos que no tienen apellido euskaldún. Puro racismo sabiniano.

Joaquín Leguina fue presidente de la Comunidad de Madrid.

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