Derogación de la reforma laboral: el mantra de la productividad

La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, confirmó (24/05/2020) que la derogación de la reforma laboral seguirá "su curso y su camino". A primera vista se percibe una fibra tensamente ideológica, lo que Adriana Lastra llama "programa", auspiciada por la vieja controversia respecto al grado de flexibilidad que, óptimamente, debería presentar el mercado del trabajo regulado.

La flexibilidad actual del mercado del trabajo en España, sin ser óptima, cumple dos funciones esenciales: favorecer la creación de empleo y la obtención de beneficios empresariales. Ahí reside el corazón del asunto: la finalidad principal de la empresa no es crear empleo sino obtener beneficios.

En el primer trimestre de 2013 la tasa de paro alcanzó el récord histórico del 27%: 6.202.700 personas. No obstante, en 2015 y 2016 España fue el país de la zona euro que creó más empleo. El Gobierno de entonces anticipaba veinte millones de ocupados en el cuarto trimestre de 2019. Expertos de la oposición discrepaban de la relevancia de esas cifras atribuyendo la bonanza cuantitativa del empleo a su baja calidad y favorables condiciones económicas del entorno internacional. Trataban de relativizar los efectos virtuosos de la reforma endosándole la responsabilidad de los así llamados contratos basura. Gran error, la reforma no empeoró la precariedad laboral que depende fundamentalmente de la globalización, mecanización/automatización y baja cualificación profesional. En cuanto a favorables condiciones del entorno económico (petróleo relativamente barato; colocación de deuda del Estado a 10 años con baja prima de riesgo; tipos de interés real asimismo bajos) regían también para los demás países de la zona euro pero fue España quien mejor supo explotarlas.

Espejismo productivista

Lo crucial en la argumentación de los derogadores no es tanto el restablecimiento del diálogo social dinamitado por el PP en 2012, según ellos, como que el crecimiento extensivo de mano de obra propiciado por la reforma laboral (en lugar de intensivo, dotando a menos empleo de más capital) perjudica a la productividad. Derogando la reforma laboral aumentaría la productividad y el crecimiento de salarios. Sin duda: crecimiento de salarios y del paro. La productividad debe incrementarse en sectores en los que está en juego su viabilidad, puro sentido común, al ser la competencia internacional y el progreso técnico notorios. En otros sectores, por el contrario, el aumento de productividad fabrica parados.

Tomemos dos sectores polares: turismo y biotecnologías. Del primero ya se encargó el ministro de Consumo, Alberto Garzón, de redactar el obituario al considerar despectivamente el empleo generado estacional, precario y de bajo valor añadido. Sucede que el sector turístico vertebra la economía española con 12,2% del PIB y casi 14% de empleo. En la industria de la biotecnología -ejemplo canónico de I+D+i- las empresas biotecnológicas puras, conocidas en el sector como las Biotech, en 2018 alcanzaron un crecimiento del valor añadido del 31%, el más elevado de entre todas las ramas productivas (siete veces superior a la media de la industria española) contribuyendo con 0,7% al PIB y solamente veinticinco mil empleos. Los proponentes de la derogación plantean varias medidas voluntaristas. Cito tres: a) el dominio personal de las técnicas de digitalización es la solución al desempleo; b) hay que aumentar tendencialmente el salario medio gracias a la productividad; c) hay que ayudar a las empresas a crecer hasta alcanzar 200 empleados como mínimo.

Importancia de la pyme

Desde una perspectiva microeconómica, el dominio de una tecnología digitalizada quizás permita obtener un trabajo pero, macroeconómicamente, la digitalización es una de las causas del paro y regresión de las clases medias. Por otra parte, que el salario medio crezca no significa que también lo haga en la misma proporción el salario mediano y, peor aún, probablemente asistiríamos al desplome del salario modal (el salario más frecuente). En relación a las ventajas de empresas de más de 200 trabajadores subsisten malentendidos: crean riqueza para los accionistas pero poco empleo. Estas empresas se caracterizan por volcarse a la exportación, lo que exige reducir costes y suprimir empleo mecanizando/automatizando los puestos de trabajo. Con datos europeos, solo el 15% del empleo creado en 2019 provino de empresas de más de 200 trabajadores. En media, los servicios representan 2/3 de las necesidades en mano de obra (especialmente comercio, turismo y sector médico-social) sin que abunden empresas de 200 trabajadores. En la industria se creó menos del 10% del empleo.

Comparativamente, la actividad agrícola recluta más, para labores de recogida (árboles, invernaderos, tierra, viña). Siguiendo con datos europeos, el 70% de ofertas de empleo emanan de empresas de menos de 50 trabajadores. Significativamente, el 45% de la demanda de trabajo proviene de estructuras con menos de 10 empleados. Y si apuntamos a la productividad, el 80% de las biotech españolas emplean menos de 50 trabajadores. Por descontado, una regulación encaminada a hacer crecer las empresas no tiene mucho sentido habida cuenta que de una ley empírica -ley de Gibrat, emparentada con la log-normal- se observa que la tasa de crecimiento (efectivos o facturación) es aleatoria. No cabe duda, a este Gobierno le faltan un par de hervores.

Juan José R. Calaza, economista y matemático.

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