Derribar el tótem de la austeridad

Los resultados electorales en Grecia revelan que en Europa la letra de la canción está cambiando. Los ciudadanos y las ciudadanas se rebelan contra la austeridad, mientras crece la demanda de un nuevo tono para la política económica, que ponga en el centro la justicia social y la equidad. Para comprender la fuerza de este cambio en marcha es preciso, sin embargo, mirar más allá de Atenas. Este giro que está madurando es fruto de los profundos empeños en que los progresistas europeos nos batimos desde hace meses, y cuyos resultados comienzan a aflorar. Hace unas semanas el Banco Central Europeo anunció la adquisición de deuda soberana, una decisión inimaginable hasta hace poco tiempo, que rompe con el tabú monetarista y modifica la función de nuestra banca central, poniéndola por fin al servicio del crecimiento. Hemos logrado por primera vez un enfoque flexible por parte de la Comisión Europea en la interpretación del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Se congela así, de hecho, el Pacto Presupuestario -el llamado Fiscal Compact- y su dogma del equilibrio presupuestario. En los últimos meses, la Comisión ha lanzado además un plan de inversiones que fija la vuelta al crecimiento como la prioridad absoluta de Europa.

Todas éstas son conquistas por las que los socialdemócratas hemos trabajado de manera meticulosa en estos meses, y que constituyen la razón de ser de nuestra presencia en las instituciones europeas. Estamos, en suma, poniendo las semillas para un verdadero cambio de rumbo en Europa. Sin necesidad de reformar los tratados, podemos dar vida ya a una nueva «constitución» material de la Unión Europea. Si no queremos ahora desperdiciar el patrimonio sembrado en estos meses, debemos continuar por el mismo camino, y acelerar el paso. Eso quiere decir en primer lugar, tender la mano al pueblo griego, extenuado por cinco años de austeridad. Renegociar la deuda griega no constituye un tabú, pero para llevarlo a cabo debemos archivar la Troika. A propuesta de nuestro grupo político, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se ha comprometido a reemplazarla por un dispositivo más democrático. Este compromiso debe ahora traducirse en realidad. Con todo, debe quedar claro que renegociar las deudas no significa rescindirlas. Podemos discutir los tiempos y las modalidades de los pagos, pero no el deber de cumplir con las obligaciones contraídas.

Por otro lado sería ilusorio pensar que hoy Europa necesita simplemente intervenciones ad hoc en países concretos. Lo que necesita a toda costa es evitar desgarros, esfuerzos unilaterales y huidas hacia adelante. Necesitamos una nueva agenda política para el conjunto de Europa, que siga la línea trazada por Pedro Sánchez y por Thomas Piketty en su artículo publicado en El País el 24 de enero. Se requiere, ante todo, una visión global sobre cómo afrontar la cuestión de la deuda pública que en casi todos los países de Europa - y no sólo en Grecia- ha adquirido dimensiones colosales e insostenibles. La lección griega es clara: la austeridad no sólo no ayuda a consolidar las cuentas públicas sino que incluso las empeora.

Ha llegado el momento de reabrir la discusión sobre la mutualización de la deuda pública de los Estados miembros. Para reducir el inmenso stock de deuda, la respuesta pasa por coordinar y compartir a nivel europeo, o por decirlo con un término más cálido: pasa por la solidaridad. Necesitamos una mayor solidaridad también en la gestión de las cuentas públicas. La nueva interpretación más flexible del Pacto de Estabilidad propuesto por la Comisión representa una victoria, pero nosotros no nos contentamos con eso, pues ahora debe ser aplicada de manera uniforme y solidaria. Queremos que la posibilidad de borrar del cálculo del déficit la co-financiación de las inversiones europeas se aplique a todos los Estados miembros, y no sólo a aquéllos con un déficit inferior al 3%. Nos vemos confrontados a una decisión importante, pues el sendero que separa una renovada solidaridad de los egoísmos anti-europeos nunca había sido tan estrecho. Las fuerzas anti-europeístas ponen en riesgo estos avances que los progresistas, hemos hecho posible en estos meses de duro trabajo para abrir nuevas vías. Para que esto no suceda, debemos relanzar nuestra batalla contra la austeridad hasta que, como un tótem, acabe por desmoronarse.

Gianni Pittella es presidente del Grupo Socialista en el Parlamento Europeo.

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