Desafíos geopolíticos nucleares

El reciente ensayo con misiles de largo alcance del estrafalario y anacrónico régimen de Corea del Norte, unido a la amenaza directa que ha formulado contra Corea del Sur y el no reconocimiento del armisticio entre ambos países, ha vuelto a poner en la primera página de la preocupación de la opinión pública mundial la amenaza nuclear y el riesgo de una grave y galopante proliferación, que muy bien podría abrir camino a una muy peligrosa carrera armamentística en regiones especialmente sensibles del mundo. La opinión pública mundial solo se acuerda de Santa Bárbara cuando truena y lo cierto es que llueve más que sobre mojado.

El régimen coreano, insostenible, inhumano, brutalmente opresivo, estructuralmente ineficaz, que somete por incompetencia y por voluntad a penuria y hambruna a su pueblo, ha conseguido perpetuarse en el poder por el blindaje que le ha proporcionado su armamento nuclear. Corea del Norte es signataria del Tratado de No Proliferación que ha incumplido de forma sistemática y dolosa desde que lo ratificó. A principios de los años 90, se empezó a sospechar del programa nuclear coreano, muy poco tiempo después se tuvo la evidencia de que Corea del Norte había procedido a enriquecer uranio en centrifugadoras de gas con el objeto de producir combustible para armamento nuclear. La alarma fue mayúscula cuando se tuvo acceso a los programas de misiles cuya tecnología, para colmo de males, estaba siendo exportada a ciertos regímenes nada recomendables. A principios del año 94 la Administración del presidente Clinton estuvo a punto de entrar en guerra con Corea del Norte una vez más, la tensión se salvo in extremis gracias al acuerdo marco firmado en junio de 1994 por el que Estados Unidos se comprometía a suministrar medio millón de toneladas de gasóleo de calefacción y Corea a poner fin con carácter inmediato a su programa nuclear de uso militar, puesto que era evidente que las centrales nucleares coreanas estaban produciendo plutonio, único material que puede servir de combustible para armamento nuclear. Igualmente se intentó poner fin, sin éxito, al programa de misiles de Corea del Norte.

Año tras año, cada vez que las cosas le iban mal al grotesco dictador dentro de casa, procedía a enseñar músculo militar lanzando misiles vacíos por encima de Japón, filtrando que tenía nuevas cabezas nucleares o insinuando que podría seguir exportando su tecnología a regímenes instalados también en el perpetuo desafío y amenaza. Llevamos 15 años de vigencia del acuerdo y 17 de desafío nuclear coreano. El aislamiento sin precedentes al que ese régimen ha sometido a su país y a su pueblo, y el hecho de que prácticamente ningún país o pensador, analista o intelectual hayan defendido nunca a Corea del Norte, salvo algún energúmeno sin criterio, han servido de poco para meter en vereda a un régimen absolutamente desquiciado, peligroso y que muy bien podría provocar graves conflictos y profunda inestabilidad, no sólo en su región sino en el resto del mundo.

La República Islámica de Irán heredó el programa nuclear de la dictadura del Sha de Persia, pero al darse cuenta del efecto blindaje que el programa de armamento nuclear había tenido con el régimen coreano decidieron, sin ninguna duda, seguir ese camino. El régimen iraní se instaló en la convicción de la necesidad de tener un programa nuclear de uso dual, civil y militar, a principios de los años 80. Menos mal que no lo tenía durante la guerra con Irak, que duró hasta el 88, porque quién sabe lo que hubiese podido ocurrir, obviamente Sadam de haber tenido armas nucleares durante el conflicto no habría dudado ni un minuto en emplearlas contra su vecino, más grande y mucho más poblado.

Algunos analistas de izquierdas se empeñan en hacernos creer que es perfectamente lógico que Irán tenga centrales nucleares, cuando se oponen a que en sus propios países las haya. En lo que se refiere al armamento nuclear siempre acaban esgrimiendo el peregrino y disparatado argumento de que hay otros países, incluido Israel, que las tienen, y por qué entonces Irán no. Si de verdad se está en contra del armamento nuclear, el único argumento válido es que siempre será mejor que no haya una potencia nuclear más que añada peligro, incertidumbre y que desencadene una carrera armamentística en una de las regiones más volátiles del mundo.

Existe la creencia en Occidente de que de verdad importa quien sea el presidente de la República Islámica, incluso en este punto: el desafío nuclear. Es bien conocido que si de verdad se quiere optar por un programa nuclear de uso exclusivamente civil, entonces se emplean centrales de agua ligera y no de agua pesada, que son indispensables para la producción de plutonio y para armamento nuclear. El régimen iraní posee cerca de siete mil centrifugadoras de gas, indispensables para la fabricación de plutonio. Una importante central de agua pesada fue inaugurada por el presidente Mahmud Ahmadineyad al poco tiempo de tomar posesión, prueba inequívoca de que había sido construida durante el mandato del presidente reformista y moderado Mohamed Jatami. La conclusión es bien sencilla, los elementos esenciales del poder en el régimen están en las manos de los sectores más ultraortodoxos y ultraconservadores del régimen, léase el Liderazgo de la Revolución, la Asamblea de Expertos, verdadero parlamento del país, el Consejo de Guardianes de la Revolución, que decide quien puede o no presentarse a las elecciones. No olvidemos que para las próximas elecciones de junio han vetado a casi quinientos candidatos. Otros elementos de poder dominados por los sectores más duros del régimen son el Ministerio de Defensa, el de Interior, el Ministerio de Inteligencia y, por supuesto, los Guardias de la Revolución, los Pasdaran.

El régimen iraní se empeña en trasmitir a la opinión pública mundial y a Naciones Unidas que su programa nuclear es exclusivamente de uso civil y pacífico, si así fuera hubiera optado por un modelo bien distinto, el de agua ligera, y habría tenido una actitud mucho más positiva y de estrecha cooperación con la OIEA (Organización Internacional de la Energía Atómica), con su director general y funcionarios. Parece evidente que el régimen iraní se está queriendo blindar y perpetuar, convirtiéndose en un actor de influencia fundamental en Oriente Medio, el Golfo y Asia Central, usando como palancas su programa nuclear y, eventualmente, su arsenal atómico y su creciente influencia en Oriente Próximo, donde a través de sus peones subordinados, Hizbulá y en creciente medida Hamás. Con ellos son capaces de desestabilizar e incluso incendiar la región a voluntad y a su conveniencia. Provocar conflictos en el Líbano y/o en los Territorios Palestinos se ha convertido en una de sus estrategias y seguirá siendo un elemento de presión del régimen iraní siempre que lo necesite, como fue el caso de la guerra en el Sur del Líbano en verano de 2006, coincidiendo con uno de los informes más negativos sobre Irán de la OIEA.

En cuanto se compruebe que Irán ha accedido a armamento nuclear, lo que combinado con su cada vez más avanzada tecnología de misiles, desatará una carrera armamentística sin precedentes en Asia Central, el Golfo Pérsico, Oriente Medio y puede que hasta en el Cáucaso. Dicen algunos analistas e historiadores, erróneamente, que la MAD (doctrina de la destrucción mutua asegurada) mantuvo la paz y alejó el Holocausto nuclear del planeta durante la Guerra Fría. En mi opinión la MAD funcionó sólo por casualidad, y esto era posible porque había dos bloques claramente identificados cuyas relaciones se fundamentaban en un equilibrio apocalíptico, pero de bases y reglas por ambos conocidas. Si mi escepticismo respecto de la MAD a nivel global es total, lo es aún más a nivel regional, puesto que la tentación de lanzar un primer ataque certero e inhabilitante a un enemigo vecino es infinitamente mayor que en la Guerra Fría. A la vuelta de unos pocos años nos podemos encontrar con que Arabia Saudí, Irak, Egipto, Siria o incluso hasta Turquía se armen con misiles nucleares para garantizarse un medio brutalmente eficaz de disuasión.

La conclusión no puede ser más aterradora, el camino que estos dos países han emprendido lleva, irremediablemente, a inestabilidad y quien sabe si a conflictos gravísimos de orden regional con potencial contagio mundial. La comunidad internacional tiene que ser firme, tajante, tenaz y exigente. La presión política y diplomática no debe cejar, y las democracias avanzadas del mundo y la comunidad internacional en su conjunto deben analizar con todo cuidado y prudencia la situación, elegir los medios de respuesta en el seno de las organizaciones correspondientes y no dar muestras de titubeo o debilidad. Es preciso que el mensaje sea unánime, medido, prudente, sin que por ello deje de ser contundente. Bailarle el agua a quienes se empeñan en llevarnos, otra vez, al borde del abismo nuclear están haciéndonos danzar a todos con la muerte.

Gustavo de Arístegui, portavoz de Asuntos Exteriores del Grupo Popular en el Congreso.