Desahucio de los cielos

Querido J:

Cíclicamente, y como obedeciendo a una pulsión irresistible, el Partido Popular vuelve a la revolución pendiente del aborto. La última novedad que al parecer preparan es suprimir de la ley la consideración del aborto como un derecho. Una idea engañosa y absurda, en cuya trampa ha caído también Albert Rivera, porque una ley que regula una práctica (siempre que se trate, lógicamente, de una ley que cree, amplíe o restrinja ámbitos de libertad individual) incluye el derecho a esa práctica. La cíclica recurrencia enmascara, a mi juicio, una causa muy vasta: las presiones de lo religioso sobre la actividad política. La oposición al aborto es la más unificadora de las aplicaciones contemporáneas de la moral cristiana. Y aunque se dan, son raros los casos de personas no religiosas que se opongan a la interrupción deliberada del embarazo.

Un sector no desdeñable de los votantes del Partido Popular abomina, sabiéndolo o no, del laicismo, la doctrina que hace independiente no solo al Estado, sino también al hombre, de cualquier confesión religiosa. La condena del aborto es su identificación más llamativa. Pero, en realidad, tiñen de religión cualquier otra reivindicación política, se trate del matrimonio homosexual (dios casó a un hombre con una mujer), las víctimas del terrorismo (el Gobierno tiene la obligación de que resuciten) o el separatismo (un imposible metafísico en cuya defensa alzan los muertos de la nación vieja antes que los vivos de la nación libre).

La distancia entre religiosos y laicos ha ido creciendo en los últimos años y unos y otros se han hecho menos compatibles. El nacimiento de Vox se explica perfectamente por esta razón. Pero por causas diversas, entre ellas la ausencia de liderazgo, se ha convertido en un proyecto fracasado. Un éxito mayor y simétricamente opuesto está teniendo Rivera a la hora de arrancar al PP su votante laico. De confirmarse su éxito, Vox será aún más insignificante y se hará, al fin, verosímil la razón de los que le concedían poco crédito, «porque para eso ya está el PP». Es ahora, en la hipótesis de huida en desbandada de los laicos a C's, cuando al fin el PP puede quedar legítima y hegemónicamente convertido en el partido de la purísima concepción, haciendo volver al redil, incluso, a las ovejas descarriadas de Vox.

La presión de la religión sobre la política no se limita a la derecha. Es imposible entender la aparición de Podéis sin la presencia de dios y en especial de la telepredicación, y de su telepredicador mayor, Iglesias para más inri, y que el señor me perdone, cuyo corte de cara, y por desdicha también de cerebro, tanto recuerda el de Cristo. Podéis ha sido el Vox de la izquierda y más concretamente el Vox del Partido Socialista. Con la enorme diferencia de que ha tenido líder y telepredicación. Como todo populismo, Podéis tiene una raíz religiosa, que se manifiesta, muy exactamente, en la resolución de los problemas como por ensalmo, que es el modo supersticioso de solucionarlos. Podéis habla de la pobreza y de los pobres, y de la riqueza y de los ricos en términos bíblicos, y solo una falta de imaginación, corregible próximamente por la ardorosa Ada Colau, les hizo preferir el asalto a los cielos que su desahucio. Y para Podéis, en fin, la igualdad empieza desde la concepción, ¡la inmaculada concepción!, y en consecuencia exigen hacer tabla rasa de la infamia de la desigualdad.

Ya sabes, querido amigo, hasta qué punto me gusta basar mis opiniones en un cierto empirismo. Doy por hecho que empirismo sobra en torno al ejemplo del Partido Popular, con Esperanza Aguirre jaleando a los manifestantes antiabortistas, acompañada de varios diputados y altos cargos del partido, en la última manifestación que hubo en Madrid sobre el caso. Pero sobre la religiosidad de Podéis quizá te falte documentación y voy a dártela. Justamente mañana a las 10 se abre en Vallecas el I Encuentro Podemos Espiritualidad, y es una lástima que ni tú ni yo podamos asistir, trip. El encuentro empieza a las 10:00 y a las 10:10 ya hay un «Sonido de cuencos tibetanos y silencio meditativo». Hasta las 10:30. A partir de entonces se plantea una pregunta oximorónica y progresista, cristiana y socialista: «¿Qué aporta la espiritualidad a la construcción de una sociedad plenamente laica, justa y democrática?». Entre los asistentes está Gopala. Profesor en Sivananda. Luego hay danzas, tai chi, cantos y meditar. Hay también católicos, ¿eh? Si no te los señalo es por la rendición habitual de mi genio a la novedad y para que comprendas la delicada situación en que vivimos por aquí, ahora que en vez de la única mentira verdadera tenemos que rendir culto a cien palos de escoba. Lo que no hay son ateos, lógicamente, porque ninguno de nosotros se dedica al espiritismo. En la mesa de clausura, con el mismo título de la primera, participa el empresario Juan Carlos Monedero, junto a una escritora sufí y una discípula del silencio entre otras compañías. Todo acaba con cantos de mantras. A ver si aún hago una animalada y cojo un avión.

Las razones que suelen darse para explicar el final del bipartidismo en España se asocian a la corrupción, la crisis y las malas prácticas de los llamados partidos tradicionales. Es probable que esos factores, aunque también presentes en otras épocas, tengan su importancia. Pero sea a consecuencia de ellos, del cambio generacional o por alguna otra razón que desconozco, lo cierto es que en los dos bloques políticos tradicionales parece haberse producido un corrimiento de tierras cultural, inesperadamente contradictorio: una emancipación laicista en el caso de la derecha y una regresión religiosa en el caso de la izquierda. Será interesante comprobar cuánto dura la quiebra, si acaban produciéndose reagrupaciones en algún bloque y, en ese caso, quién las liderará.

Aunque también puede que todo quede en mero canto de mantras.

Sigue con salud

Arcadi Espada

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