Desapego en tiempos posmodernos

Recuerdo que en los tiempos en que los niños enfermaban de sarampión se decía que esa enfermedad, de niño, no arrastraba peligro, pero que podía llegar a ser mortal en personas adultas. Entiendo que cada cosa tiene su tiempo, y que cuando los tiempos cambian, cuando las circunstancias cambian, las cosas, los nombres, los planteamientos, las propuestas ya no significan lo mismo.

Ejemplo es el liberalismo. Hoy casi solo aparece precedido del adjetivante neo: neoliberalismo. Lo peor que se puede ser. Algo referido en la práctica a una forma de entender el funcionamiento de la economía. Pero el liberalismo era una doctrina eminentemente política. El liberalismo era la izquierda de su época. Era el enemigo público de los gobiernos conservadores, el enemigo de los monarcas absolutos, el enemigo incluso de las monarquías parlamentarias. El canciller de hierro, Bismarck, los consideraba un peligro público para Alemania. Impulsó la unidad alemana articulada sobre el reino de Prusia en contra de la propuesta de la gran Alemania impulsada por los liberales sobre la base de Austria. Incluso llegó a inventar el germen de lo que luego sería la Seguridad Social para hacer pinza con los socialistas en contra de los liberales en el Parlamento alemán. Hoy el liberalismo es otra cosa.

¿Qué pasa con esa transformación del nacionalismo clásico que se esconde bajo el término de desapego? Recuerdo que el que fue embajador de Eslovenia en Madrid explicaba en una conferencia en San Sebastián que en su país no había nacionalistas, que el recurso al nacionalismo fue instrumental para liberarse de las pretensiones imperialistas de la Serbia de Milosevic.

Muchos ciudadanos tienen problemas de identificación con el Estado. De forma individual, porque se sienten maltratados por la justicia, o porque están cansados de pagar impuestos pero no poder acceder a una beca para sus hijos, o a una vivienda protegida, o a algún otro tipo de ayuda del Estado. Puede haber grupos de ciudadanos que desarrollen desapego respecto del Estado, porque creen que este los excluye --la sensación de la clase trabajadora durante mucho tiempo--, porque creen que los discrimina --las mujeres durante mucho tiempo también--. Y han sido un problema para el Estado. Y siempre surgen nuevos desapegos. Siempre habrá ciudadanos individuales desapegados.

Ahora parece que ha llegado la hora de los desapegos colectivos territorializados. Desapegos respecto del Estado. O de la Administración general del Estado. O del Estado a causa de la actuación de la Administración general del Estado. O por... Y parece que se trata de un desapego que tiene razones fundamentalmente económicas, porque las jurídico-políticas parece que ya han sido atendidas. O porque los responsables políticos en esas colectividades territorializadas perciben que las razones jurídicas no tienen recorrido. O porque piensan que hay que eliminar las razones económicas que pueden dar aliento al desapego para que no crezca el desapego por la simple razón de no querer pertenecer al conjunto.

El desapego tiene como destinatario el Estado. Tomado estrictamente, significa que los catalanes empiezan a sentir desapego respecto a los andaluces, a los extremeños, a los valencianos, a los murcianos, a los castellanos, manchegos y leoneses, a los gallegos, los riojanos, navarros y vascos --sentir desapego respecto a estos últimos no parece difícil, si de razones económicas se trata--. Porque el Estado somos todos. Porque no hay Estado sin ciudadanos.

¿Qué significa desapego? Puede indicar sensación de sentirse maltratado. Puede indicar sentirse incomprendido. Puede significar no sentirse reconocido al nivel que se quisiera. Puede significar ocasión para poner de manifiesto la falta de identificación con el conjunto, el Estado, España. En algunos de esos sentidos, los sorianos y los turolenses, por ejemplo, pueden sentir también desapego respecto al Estado.

Si alguien, individuo o colectivo, siente desapego respecto de un conjunto al que pertenece, puede optar por manifestarlo, por criticar las razones que causan el desapego, por exigir un cambio. Pero la gestión del desapego por falta de reconocimiento de la diferencia es muy complicada para todos los implicados. Puede optar también por irse del conjunto y caminar en soledad el camino del futuro. Si el destinatario del desapego es el Estado nacional, optar por la soledad significa optar por la construcción de otro conjunto que también sea un Estado nacional. Repetir la jugada, pero en otra dimensión, para que nadie interfiera en el destino colectivo propio.

En la década de los 60 del siglo pasado, la izquierda radical del momento vivió un desapego radical respecto a los conjuntos que dominaban el momento: las grandes corporaciones, las grandes burocracias, el Estado como gran burocracia, el capitalismo monopolista de Estado. Y buscó la destrucción de esas estructuras, su ruptura, para liberar los individuos, para liberar las relaciones entre los individuos, con la esperanza de crear comunidades basadas en esas relaciones liberadas entre los individuos.

Pero el resultado no ha sido la formación de comunidades más humanas, sino la fragmentación de las identidades, la fragmentación de la vida, de las biografías, la sensación de impotencia, de inutilidad. El desapego puede ser el comienzo de un camino, pensando que el término del viaje es conocido y aceptable, e incluso deseable. Pero la posmodernidad pone en evidencia la fatuidad más que posible de esa creencia.

Joseba Arregui, presidente de la asociación ciudadana Aldaketa.