Desarrollo más allá de la ayuda

A pesar de la aparente tranquilidad de las reuniones de primavera de este año del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, existen razones para estar preocupados por la economía global. El Brexit, la inminente salida "dura" del Reino Unido de la Unión Europea, y la agenda anti-globalización del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, están creando incertidumbre económica, y seguirán haciéndolo por algún tiempo.

A diferencia de Trump, el presidente chino, Xi Jinping, ha salido en defensa de la globalización y ha puesto a disposición nuevas fuentes de capital para crear bienes públicos globales, mejorar la conectividad y generar empleos en los países en desarrollo. Más de 60 países han recibido con beneplácito la iniciativa de "Un cinturón, una ruta" de Xi y 28 jefes de Estado asistirán a una cumbre vinculada a esta iniciativa en Beijing el 14 de mayo. ¿Cuál es la lógica de China para querer implementar esta visión ostentosa -que han adoptado tantos países, especialmente en el mundo en desarrollo?

En nuestro nuevo libro, Más allá de la ayuda: cooperación al desarrollo para una transformación estructural (Going Beyond Aid: Development Cooperation for Structural Transformation), sostenemos que la ayuda oficial al desarrollo (AOD) no siempre tiene que ser concesional, y defendemos la postura de ir "más allá de la ayuda", hacia una estrategia más amplia -como la adoptada por China- que incluya al comercio y la inversión. En este preciso momento, la definición de AOD de la OCDE ni siquiera incluye algunos de los instrumentos más efectivos para facilitar la transformación estructural en los países receptores, como inversión de capital y grandes préstamos no-concesionales para infraestructura.

Al combinar ayuda con comercio e inversión, los países donantes y receptores pueden beneficiarse por igual. Por ejemplo, la cooperación al desarrollo Sur-Sur utiliza estas tres actividades para capitalizar las fortalezas económicas de los países receptores. Esto le permite a la CDSS evitar los cuellos de botella en los países socios que se ven en el modelo de AOD estándar, que separa la ayuda del comercio y la inversión privada -y, en consecuencia, impide que los países exploten sus ventajas comparativas.

En nuestro libro, analizamos este tópico a través de la lente de la Nueva Economía Estructural. La NSE (por su sigla en inglés) trata el desarrollo económico moderno como un proceso continuo de cambio estructural en tecnologías, industrias e infraestructura dura y blanda, que aumenta la productividad laboral y, en consecuencia, el ingreso per capita.

Según la NSE, la estrategia más efectiva y sustentable para que un país de bajos ingresos alcance un crecimiento y un desarrollo dinámicos es fortalecer aquellos sectores en los que tiene ventajas comparativas latentes: donde los costos de producción son bajos, pero los costos transaccionales son altos debido a una infraestructura dura y blanda inadecuada. Los gobiernos pueden ayudar a reducir los costos transaccionales creando zonas económicas o parques industriales especiales, mejorando la infraestructura y haciendo que el contexto empresario general sea más atractivo en esos enclaves. Con esta estrategia, un país en desarrollo puede crecer de manera dinámica y crear un círculo virtuoso de generación de empleo y reducción de la pobreza, inclusive si su infraestructura general y su contexto comercial todavía son deficientes.

Es más, las grandes economías de los mercados emergentes como China, Brasil e India pueden utilizar sus ventajas comparativas en infraestructura e industria liviana para ayudar a otros. En el caso de China, esto está de acuerdo con una máxima confuciana: "Todo aquel que desee ser exitoso también debe ayudar a los demás a ser exitosos; todo aquel que desee desarrollarse también debe ayudar a los demás a desarrollarse".

China tiene una ventaja comparativa clara en construcción de infraestructura, debido a sus costos laborales más bajos (el costo de un encargado de obra en China es una octava parte que en los países de la OCDE) y un mercado doméstico enorme, que le ha permitido alcanzar economías de escala que a otros países simplemente les resulta imposible. En consecuencia, el costo de construcción general para un tren de alta velocidad en China es dos tercios que en los países industriales.

Pero las ventajas comparativas de China en 46 de 97 subsectores -particularmente en manufactura- benefician también a otros países en desarrollo. En tanto aumenten los costos laborales en China, las industrias intensivas en mano de obra se reubican en países en desarrollo con salarios más bajos, ofreciendo millones de oportunidades laborales. Por ejemplo, Huajian Shoemaking Company, C&H Garments y China JD Group (un fabricante de ropa) hoy están operando en zonas económicas especiales en Etiopía, Ruanda y Tanzania respectivamente.

Además de exportar sus ventajas comparativas, China también despliega "capital paciente", que tiene un vencimiento de diez años o más. En un documento de publicación reciente, conceptualizamos el capital paciente como una inversión en una "relación", mediante la cual un inversor tiene una participación de largo plazo en el desarrollo de un país. Los dueños del capital paciente son como inversores de capital, pero están dispuestos a invertir dinero en el sector real durante un período prolongado.

Los dueños de capital paciente también están más dispuestos a asumir riesgos, y mejor preparados para hacerlo. En el cuadro más abajo, mostramos que la posición de activos externos netos de un país está estrechamente relacionada con su orientación de largo plazo. Por otro lado, las posiciones de activos externos netos de países con una orientación de corto plazo y una tasa de ahorros baja tienden a deteriorarse, mientras que sus deudas externas aumentan.

Desarrollo más allá de la ayuda

El capital paciente juega un papel importante en el financiamiento de infraestructura, porque suele estar acompañado de un conocimiento tecnológico y administrativo, que ayuda a mejorar la conectividad global y acelerar el desarrollo.

Hasta el momento, la gran reserva de capital paciente de China ha sido utilizada para financiar sus propios proyectos domésticos. Pero cada vez más será exportada en la medida que empresas y bancos chinos "se vuelvan globales". Por cierto, China pronto podría convertirse en el mayor acreedor neto del mundo y una porción de sus activos externos netos tomará la forma de capital paciente apropiado para mejorar infraestructura, desarrollar sectores industriales y crear empleos en todo el mundo.

Desde 2015, el financiamiento del desarrollo ha empezado a provenir no tanto de la ayuda tradicional como de las instituciones de financiamiento del desarrollo, bancos de desarrollo y fondos de riqueza soberana en economías emergentes. China, por ejemplo, ha comprometido 60.000 millones de dólares en financiamiento de desarrollo en África para el período 2016-2018 -gran parte del cual es capital paciente.

China y otras economías emergentes también están pasando del bilateralismo al multilateralismo, trabajando con socios del Norte y el Sur global. En tanto nuevas instituciones lideradas por el Sur como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura y el Nuevo Banco de Desarrollo trabajan con bancos de desarrollo multilaterales establecidos, aprenden a ser mejores socios y a impulsar aún más los esfuerzos de desarrollo globales.

Es más, China está intentando aprender de sus socios para poder mejorar sus propios patrones de gobernancia, mano de obra y medio ambiente. Y este proceso de dos vías está dando lugar a nuevas ideas, teorías y conceptos -nuestro libro es uno de ellos-. La adopción por parte de China de un papel global debería ser bien recibida. Confiamos cautelosamente en que el Norte y el Sur pueden trabajar juntos para garantizar la paz y la prosperidad para todos.

Justin Yifu Lin, former Chief Economist of the World Bank, is Director of the Center for New Structural Economics, Dean of the Institute of South South Cooperation and Development, and Honorary Dean at the National School of Development, Peking University.
Yan Wang is a senior fellow at the Center for New Structural Economics, Peking University.

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