Desde hace 125 años

En 1895, el medio millón de moradores de Madrid solo podía informarse a través de los mentideros de la Villa, los pasquines, los bandos municipales…¡y los 32 periódicos diarios que se editaban en la capital!.

No existían boletines de radio, telediarios ni redes sociales, por supuesto. Solo periódicos. Abundantes y variados periódicos, la mayoría vespertinos, para satisfacer el apetito informativo de una población ávida de noticias.

La atomización de cabeceras no impedía que se alcanzara tiradas considerables, y al menos dos periódicos superaban los 35.000 ejemplares diarios de difusión, «La Correspondencia» y «El Imparcial».

Pero el ejercicio del periodismo no era tan apetecible como pudiera suponerse en esas circunstancias. Era una profesión sometida a numerosos riesgos. Por aquel entonces, al margen de la precariedad laboral y los sueldos de miseria, sobre la cabeza de los periodistas pendía permanentemente una espada de Damocles: la cárcel Modelo de Madrid.

No existía una institución o ente que velara por los derechos de los periodistas, especialmente por la defensa del derecho a la libertad de expresión, y de información, origen de tantas querellas, duelos, condenas y tragedias.

Naturalmente, he elegido 1895 para el inicio de este artículo porque ese fue el año en que fue fundada la Asociación de la Prensa de Madrid (APM).

El 31 de mayo de 1895, es decir hace ahora nada menos que 125 años, un grupo de 173 periodistas, incluidos los directores de los 32 diarios capitalinos, conscientes de la perentoria necesidad de la creación de un organismo de defensa de la profesión, firmaron el acta fundacional de la APM.

Se reunieron en el salón de actos de la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, con sede en el Palacio de Lujanes, prestado a tal efecto, para conformar una institución que desde sus inicios lleva en su ADN la defensa de la libertad de información y de la libertad de expresión.

De hecho, entre los asuntos abordados por la primera Junta Directiva se encontraba el de ocuparse de varios compañeros que se hallaban en la cárcel «por motivos políticos» y sumarse a la petición de indulto para el escritor y compañero Don Vicente Blasco Ibañez.

A finales del siglo XIX, la sociedad era terriblemente machista, con instituciones siempre gobernadas por hombres, entre ellas el periodismo. Sin embargo, en la lista de las 173 personas consideradas como «socios fundadores» de la APM, había una mujer, Jesusa de la Granda, colaboradora del diario «El Globo». Ahora, 125 años después, la Junta Directiva que gobierna la Asociación cuenta por vez primera en su historia con más mujeres que hombres, 13 frente a 10, y en dos ocasiones recientes la APM ha sido presidida por mujeres brillantes, Carmen del Riego y Victoria Prego.

A lo largo del siglo y cuarto transcurrido, la APM ha sufrido numerosos avatares, pero ha mantenido fielmente su compromiso fundacional de ser guardián de la libertad de opinión y de expresión. Y, a pesar del tiempo transcurrido y las fuerzas empleadas en esa batalla, continúa siendo necesaria la alerta, especialmente en tiempos de una crisis como la protagonizada por el coronavirus que ha puesto en vilo nuestra salud, pero también nuestros derechos y ha dado relevancia a nuevos actores.

Actualmente, las dos principales fuentes de desinformación son las redes sociales y los poderes políticos, interesados en ocultar culpas o arrojarlas al contrario, muchas veces utilizando precisamente esas redes sociales para dicho menester.

Los expertos en el manejo de las «fake news» han campado por sus reales transformando la realidad a su antojo y conveniencia y lo han hecho con técnicas tan depuradas que han creado perplejidad y dudas, cuando no posicionamientos incorrectos.

Por eso, la libertad de expresión precisa una defensa pragmática además de la defensa ética que ha venido ejerciendo la APM. Se trata de contar con informacion suficiente y adecuada a la hora de tomar decisiones para no errar o, al menos, minimizar el porcentaje de errores.

Cuando nos preguntan cómo puede uno defenderse de la epidemia de las «fake news» o de los bulos que tan abundantemente recogen las redes sociales, la respuesta es sencilla: aplicando las leyes del buen periodismo. Confiando en los medios con tradición y solera que practican el buen periodismo, el que sabe primero verificar la noticia, priorizarla a continuación y, finalmente, contextualizarla.

A lo largo de los últimos meses, sumidos en las consecuencias de la pandemia del coronavirus, se han incrementado las ocasiones en que la APM se ha visto obligada a intervenir haciendo públicas notas de condena o a realizar gestiones ante los poderes públicos para tratar de remediar situaciones atentatorias al derecho a la libertad de expresión o de información.

Cito como meros ejemplos algunas: suspensión del portal de transparencia, despido de periodistas por artículos o intervenciones televisivas críticas con el Gobierno, preguntas ad hoc y sin derecho a repreguntar en ruedas de prensa oficiales, acoso de algunos partidos a ciertos periodistas, el CIS introduciendo preguntas sobre bulos, un general de la Guardia Civil reconociendo que una unidad trabaja para minimizar un clima contrario a la gestión de crisis del Gobierno…

La lista es mucho más larga y la que antecede es solo un botón de muestra.

La defensa de la libertad de expresión y de la libertad de información constituyen, por tanto, la misión principal de nuestra Asociación y defenderemos siempre, con uñas y dientes, el derecho a informar y a ser informados en libertad. Hay que recordar que cuando se apaga la libertad de expresión, cuando se apaga la libertad de información, es como si se apagara una luz en nuestra casa. Podremos seguir viviendo, pero a oscuras o en penumbra, nos moveremos a tientas.

Hace 400 años ya lo dijo Baltasar Gracián: «hombre sin noticias, mundo a oscuras». Por eso estamos muy orgullosos de cumplir 125 años de vida. 125 años de servicio a la verdad y a la ética profesional, 125 años de promover los valores que convierten al periodista en un trabajador incansable al servicio de la sociedad y de la democracia.

Juan Caño es presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid.

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