¿Desencuentro de civilizaciones?

No hace todavía mucho tiempo, era frecuente escuchar o comentar la frase del ex presidente Rodríguez Zapatero: debíamos caminar hacia una «alianza de civilizaciones», pues ello evitaría el horror que ya eran las guerras de guerrillas (o de atentados suicidas) de Irak y Afganistán… No creo que nadie sensato o medianamente juicioso tenga nada en contra del entendimiento entre culturas. El problema radica en saber cuántos juiciosos ilustrados quedan y si hay interés en que las culturas o civilizaciones se entiendan o hasta se fecunden. Ahora mismo parece que no. Sin duda el filme norteamericano sobre los musulmanes (sólo han visto un tráiler, la película dura casi dos horas) tiene todo el aspecto de ser muy malo e indudablemente se ha hecho -parece que con dinero israelí- con afán de provocar. También las caricaturas del semanario satírico francés Charlie Hebdo -algo parecido a lo que fue aquí Hermano Lobo- tienden a provocar. Pero esas provocaciones por malas o inoportunas que sean, sólo pretenden demostrar la intolerancia cerril de unos y la libertad de expresión que los otros garantizan como manifestación de la cultura occidental…

Uno entendería que a los creyentes musulmanes no les guste que se satirice a Mahoma, como no les gustó a los católicos (años atrás) la película de Goddard Je vous salue, Marie o la de Scorsese La última tentación de Cristo, obras mucho mejores -como arte- que la actual tildada de islamofóbica. Pero la protestas contra Scorsese fueron tibias, y contra Goddard se limitaron a filas de creyentes que rezaban el rosario frente a los cines que exhibían la película, lo recuerdo muy bien. Las cañas no se tornaron lanzas. Ahora sí, la película ya ha ocasionado muertos y las caricaturas, protestas desmesuradas e intolerantes.

Los musulmanes creyentes pueden protestar, pero no amenazar ni mucho menos pedir que los países occidentales que supriman la libertad de expresión. Aunque el Gobierno francés ha sido cauteloso, en todo momento (no podía ser de otra manera) ha defendido, incluso poniéndoles guardaespaldas, a los caricaturistas de Charlie Hebdo que, por cierto, se agotó en horas y sacó una nueva tirada dos días después. Y si Francia ha sido cautelosa y no rotunda (como pide la extrema derecha de la saga Le Pen) es porque tiene demasiados musulmanes dentro de su territorio y pretende salvaguardar la paz social, sin renunciar, claro es, a los valores republicanos, que son los derechos del hombre, la laicidad del Estado y la libertad de expresión.

Debajo o alrededor de todo esto, laten dos cuestiones fundamentales: la semántica de la voz «libertad» y la idea arcaica para la Europa moderna de que «pecado» es igual a «delito». Quienes vimos Je vous salue, Marie pudimos cometer un pecado si fuésemos católicos, pero no cometíamos ningún delito en un Estado que garantiza la libre expresión y su pluralidad. Y es verdad que demasiados litigios, incluso vecinales o cotidianos, tienen de fondo un mero problema semántico. Aristóteles escribió que «libertad es elegir». Mientras que Agustín de Hipona, además de obispo, escritor muy notable, dijo: «Obedecer a Dios es libertad». La frase de Agustín guió buena parte de la Edad Media cristiana y hoy se refleja en las lecturas rigoristas del Corán hechas por salafistas o cualquier variante del islam radical e incluso moderado.

Cuando el presidente egipcio Morsi (en teoría un moderado) pide a su homólogo francés que condene las caricaturas de Mahoma y las prohiba, evidentemente no entiende que el concepto de libertad que hoy usa mayoritariamente el islam (un blasfemo es reo de muerte) y el concepto occidental que no permite matar ni herir ni amenazar, pero sí decir lo que se quiera, recogido en la Carta Magna de la República y de todas las democracias occidentales, son obviamente conceptos muy diferentes, tanto que los diría incompatibles. El islamismo actual, fruto de la Primavera Árabe y de la sed de venganza contra Occidente de iraquíes, afganos, iraníes y palestinos, ha retrotraído a todos esos pueblos y a casi todo el Islam a una Edad Media bárbara en nombre de su Dios y su profeta. En el norte de Malí (gobernado por integristas amigos de Al Qaeda) ya se ha puesto en práctica la sharia: varios ladrones callejeros, pobre gente, han sido condenados a la mutilación. Se les ha amputado la mano derecha y el pie izquierdo. Y por supuesto las más nimias faltas se solventan con castigos corporales, esencialmente por flagelación. Escenas que ví ayer en la televisión francesa.

¿Alianza de civilizaciones? Creo que, visto lo visto, habremos de preocuparnos mucho más de que no haya un choque entre esas civilizaciones, que a veces se presiente cuando se habla (desde EEUU e Israel) de detener el programa nuclear iraní. Ya que, no casualmente, fue el Irán de los ayatolás -desde 1979- el que resucitó el integrismo islámico, que antes sólo dormía en los áureos, petrolíferos y desérticos tronos de Arabia Saudí. Claro que ese posible choque no es deseable para los europeos, que más de tener muchos musulmanes dentro de casa, tenemos a un tiro de piedra las costas del Magreb, ya poco moderado. Debemos entendernos (o intentarlo por todos los medios), pero nunca ceder, pues quedaría al borde de la muerte nuestra propia civilización, nuestro sentido de la vida. Quizá debamos respetar -aunque no nos guste- lo que está ocurriendo en los países islámicos actualmente y aún la triste suerte -si no el exilio- que les aguarda allí a las minorías occidentalizadas, pero en modo alguno podemos permitir que los musulmanes que viven con nosotros nos impongan su ley. Pueden ir a la mezquita y guardar el Ramadán, pero tienen que jurar los principios democráticos de libertad de expresión, pluralidad política e ideológica e igualdad sexual. Hablamos en público, en privado allá ellos.

Las democracias occidentales no pueden ni deben dar ni un paso atrás frente a un islam intolerante y atrasado. Algunos tratan de ser más certeros: Dicen que el problema del islam (detenido intelectualmente en el siglo XIV) es no haber tenido una Revolución Francesa, madre de los «derechos del hombre». No diría que no, pero la Historia no se impone. Lo que sí puede imponerse es una legislación de respeto, al menos dentro de Europa. Los musulmanes que viven aquí tienen que aceptar todos los pluralismos de nuestras democracias. O marcharse, así de rotundo. Con los países musulmanes - hoy por hoy con clara tendencia a un integrismo intransigente- sólo podemos pedir la aceptación de que no hablamos el mismo lenguaje. Para ellos es delito lo que para nosotros es libertad de expresión más que lícita. Y a lo más que podemos llegar es a no intervenir en sus asuntos internos (lo que, a veces, será duro) para que ellos acepten que la polémica, la disensión, el epigrama o la sátira son formas irrenunciables de nuestra libertad y nuestra cultura. Por tanto todo respeto a Charlie Hebdo. No ha matado a nadie.

Luis Antonio de Villena es escritor.

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