Desprecio por la demografía

Según un trabajo de «investigación» realizado en la Universidad de La Laguna y que dirigió Antonio Cabrera de León, «durante el periodo que va de 2011 a 2016 las muertes que se han producido en España a causas de las políticas de austeridad superan la cifra de 540.000».

Antes de seguir adelante con la crítica a esa sedicente investigación, conviene saber que durante la Guerra Civil murieron en el frente 95.000 combatientes y los bombardeos mataron en torno a 10.000 personas. Por hambre y enfermedades, sobre todo en los campos de concentración y en las prisiones, otros 50.000 perdieron la vida antes de tiempo. Y la peor cifra de todas: los asesinados en las retaguardias, que fueron unos 160.000 españoles. En total, 310.000 muertos, el 57,4 por ciento de los muertos que, según los «investigadores» de La Laguna ha matado el «austericidio».

Lo más extraño es que esa «investigación» fue publicada en la prestigiosa revista norteamericana American Public Health Journal, y de inmediato saltó la alarma.

Tamaño dislate se explica porque los «investigadores» no tuvieron en cuenta el cambio introducido por el INE en 2010 para estimar la población por edad, y al bajar esa estimación las probabilidades de muerte calculadas sin tener en cuenta esos cambios se dispararon.

Una vez descubierto el gravísimo error, eso no bajó del burro a Cabrera de León, quien, preguntado a este propósito por el periodista Javier Salas, no tuvo empacho en decir lo siguiente: «No negamos que haya un problema con los datos, pero eso no desmiente que los suicidios por desahucios y las penurias estén ahí». A eso se le llama sostenella y no enmendalla, aunque para ello sea necesario negar la evidencia. Al parecer, de lo que se trataba era demostrar con datos –aunque fueran falsos– el «austericidio».

Este caso no es el primero ni será el último en que la ignorancia demográfica lleve a más de un «investigador» a despeñarse. Pondré otro ejemplo: desde que se comenzaron a elaborar estadísticas demográficas se supo que nacen más niños que niñas. Concretamente, la proporción de niños es del 51,2 por ciento y, lógicamente, la de niñas del 48,8 por ciento. Sin embargo, en algunos países, como España, esa proporción ha variado, aunque muy levemente, a favor de las niñas.

Tomado el asunto por un par de profesores de Biología Animal de la Complutense, llegaron a la conclusión de que en España ese cambio se debía al deterioro que, según ellos, venía sufriendo el semen masculino. Un deterioro debido, siempre según estos profesores, al tipo de vida «insano» que llevamos los modernos urbanitas.

Bastante tiempo atrás, un demógrafo –canadiense para más señas– había estudiado el asunto en su país y había llegado a una explicación que nada tenía que ver con la biología ni con el deterioro del semen. ¿Cuál era la explicación del demógrafo canadiense?

Pues tiene que ver con las rachas y con el control de la natalidad. Veamos: todos conocemos parejas que tienen solo (o muy mayoritariamente) niñas y otras que tienen sólo (o muy mayoritariamente) niños.

En los tiempos actuales, el control de la natalidad, mediante métodos anticonceptivos seguros, permite a las parejas plantearse el siguiente deseo: «Vamos a por un niño» (o a por una niña) con la intención de, una vez obtenido lo que se desea, parar y no tener más hijos.

Imaginemos una pareja que desea tener un niño y se ve sometida a una racha de niñas… pues se llena de niñas antes de alcanzar su objetivo, el de tener un niño. Como las parejas afectadas por rachas representan una proporción nada despreciable de la población, el sesgo acaba por afectar a las estadísticas del conjunto.

Otro ejemplo, tomado de un artículo publicado en 1963 por el demógrafo británico J. Hajnal, que trata de los matrimonios entre primos hermanos.

Este tipo de enlaces matrimoniales tiene cuatro variantes, a saber: 1. Los contrayentes son hijos de dos hermanos. 2. Son hijos de dos hermanas. 3. El novio es hijo de un hermano y la novia de una hermana y 4. La novia es hija de un hermano y el novio de una hermana. Los dos primeros casos se llaman matrimonios paralelos y los dos últimos matrimonios cruzados. Se observa que el caso 2 es más frecuente que el 1 y el caso 4 más frecuente que el 3. ¿Por qué?

Algunos «investigadores», echando mano del doctor Freud (que, como se sabe, sirve lo mismo para un roto que para un descosido) llegaron a una conclusión, sin duda imaginativa, según la cual los complejos de Edipo y Electra estaban detrás de esas preferencias. Pero Hajnal demostró que estas diferencias cuantitativas de los matrimonios entre primos carnales se explican recurriendo tan solo a las edades de los contrayentes. Veámoslo:

Vayamos a los matrimonios paralelos (casos 1 y 2). La edad al matrimonio de los hombres es más dispersa que la de las mujeres, de ahí se deduce que los nacimientos de los hijos de dos hermanos (caso 1) se extiendan más en el tiempo que los hijos de dos hermanas (caso 2), lo que provoca una mayor diferencia de edad entre los primos y por ello una menor probabilidad de que se casen entre ellos.

Por otra parte, en los matrimonios cruzados (casos 3 y 4), los hijos de una hermana del padre de la futura novia (caso 4) tienen, en media, más edad que las primas y en el caso 3 menos edad. Dado que en los matrimonios la edad de los hombres suele ser mayor que la de las mujeres, ocurrirá con más frecuencia el caso 4 que el caso 3.

Me temo que estos disparates «científicos» tienen su origen en una carencia académica evidente: el sistema universitario español, tan endogámico él, detesta la Demografía como disciplina científica, y de hecho la inmensa mayoría de los que ejercen de demógrafos no lo son (sociólogos, geógrafos…), pues carecen de estudios especializados en esta disciplina, y quienes sí tenemos estudios y títulos en Demografía los hemos tenido que obtener fuera de España.

Joaquín Leguina, expresidente de la Comunidad de Madrid.

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