Después de la crisis, la oportunidad

«Esto no es el final, ni siquiera el principio del fin, pero, quizá, sea el final del principio», dicen que dijo Churchill después de la batalla de «El Alamein», cuando se enderezaba la campaña aliada en la Segunda Guerra Mundial.

Quizá estemos en el final del principio del Covid-19, buen momento para hacer un juicio en caliente, un juicio crítico de nuestra reacción, para mí el fallo sustancial, desgraciadamente similar al de otras crisis nacionales, ha sido la desconexión entre las políticas, estrategias y planes con los programas y presupuestos. Desconexión que favorece la propaganda y el postureo e impide, al no ser rentable políticamente a corto plazo, la valoración de «facta non verba».

Después de la crisis, la oportunidadEn este «final del principio» y aprovechando que las crisis obligan a reaccionar y, al fin, constituyen una oportunidad, surgen las políticas sociales, industriales, de recuperación del sector del automóvil, del sector turístico, de seguridad sanitaria… de seguridad humana en la Directiva de Defensa Nacional, todas estas políticas darán paso a estrategias que deberán ejecutarse por unas Administraciones a vapor en un mundo 5G.

Administraciones, en ocasiones, descoordinadas, incapaces de desarrollar el principio de subsidiariedad, de actuar según objetivos y de desarrollar procesos de dirección centralizada y ejecución descentralizada; Administraciones egoístas, perezosas, alérgicas al cambio y la innovación e ineficientes.

Aquí está el centro de gravedad de muchos de los problemas que hemos padecido en los últimos meses y, si no los corregimos será la causa que provocará que no avancemos, con la agilidad necesaria en las soluciones.

La Seguridad integral la tenemos «escrita» en nuestra política, en nuestra estrategia de seguridad desde hace casi una década, la política de Defensa, como política de Estado, y nuestra estrategia militar está recogida en valiosos documentos desde hace décadas, pero, en este caso, la «Administración de Defensa» también impide que el ciclo «política, estrategia, plan, programa y presupuesto» tenga continuidad y nos condena a convivir con unas Fuerzas Armadas huecas que necesitan agilizar su transformación en el campo de personal, formación y organización y evitar la caída hacia unas fuerzas insostenibles en el campo de la obtención y sostenimiento de los equipos, sistemas y, en general, de los medios materiales, al no saltar del concepto «sustitución» al concepto «innovación».

Esta crisis nos abre la oportunidad de corregir el rumbo y ahorrarnos el esfuerzo estéril de recuperación de unas Fuerzas Armadas del siglo XX, con armas y sistemas de combate excesivamente costosos, con una rápida obsolescencia y, en muchos casos, inutilizables por estar preparados para actuar contra un enemigo que ya no existe, y dedicar todos los recursos para conseguir las Fuerzas Armadas necesarias en el siglo XXI, unas Fuerzas Armadas capaces de operar en escenarios internacionales para exportar condiciones de seguridad (sin seguridad no hay desarrollo ni derechos humanos), como condición de Seguridad de nosotros mismos.

En la Directiva de Defensa Nacional firmada por el presidente de Gobierno el 11 de junio se reconocen los actuales desafíos a la seguridad, incluidas las pandemias, desinformación y cambio climático y se apela a los objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas como un elemento de avance en la seguridad humana. Una Seguridad que integra Defensa, Acción Exterior y Seguridad interna con alianzas internacionales en el ámbito de las Naciones Unidas, la Unión Europea y la Alianza Atlántica.

Esta Directiva, inicia un ciclo de planeamiento de la Defensa que debería acelerarse para adaptarse a los presupuestos de 2021 y que debería incluir de forma urgente la formación en liderazgo estratégico, bien distinto del liderazgo táctico, de los altos mandos; está deficiencia, la falta de formación en liderazgo estratégico, es general en nuestras Administraciones; subrayar como referencia que una de las características del líder estratégico es la humildad que favorece las alianzas y el «modo concertación» en vez del «modo confrontación» en los procesos de trabajo.

Otra característica del liderazgo estratégico, en este mundo de alta velocidad de cambio, es navegar mirando al horizonte pero conociendo, intuyendo e interpretando lo que existe más allá del horizonte.

El otro pilar de este ciclo de planeamiento urgente debería ser determinar el objetivo de fuerza a largo plazo, congelado desde 2015 y sacar adelante el elemento básico de estabilidad en el planeamiento: una «ley de programación y presupuestos» a medio y largo plazo.

Esta ley no debería ser una mera recopilación de intenciones con relación a la obtención de material, sino que debe ser el engranaje que enlace la estrategia con las previsiones de carácter organizativo, relacionada con el personal y su formación con el material y el esfuerzo financiero previsto.

Una ley adaptada, practicable y solidaria con la crisis social y económica que vivimos.

Una ley que establezca una concentración de esfuerzos en potenciar la fuerza conjunta, inteligencia artificial y automatización, vehículos no tripulados, operaciones especiales y en el ciberespacio e inteligencia militar, que priorice la innovación y que ajuste la formación a los nuevos desafíos operativos, calidad no cantidad, y que, por supuesto, simplifique las cadenas de mando y control y elimine las duplicidades en la formación y en la ejecución y el desarrollo de procesos de trabajo autojustificados sin valor añadido.

Una ley que presente la importancia de los valores y que sirva para que la ciudadanía conozca los desafíos y los compromisos de la Fuerzas Armadas y, así, mejore nuestra cultura de seguridad y defensa.

En fin, una ley que permita que la cadena «política-estrategia-plan-programa-presupuesto» funcione sin faltas en sus engranajes.

Estamos en el «fin del principio» y es el momento de aprovechar estos tiempos duros para reforzar nuestros valores y, en este caso, nuestra arquitectura de Seguridad, como diría Don Quijote: «Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobre todo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia donde quiera que esté».

Fernando García Sánchez es Almirante (Ret).

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