Después del 25-M

En Gamonal, barrio burgalés con fuerte estallido social, gana el Partido Popular. En Soria, ciudad tranquila de Castilla, mal comunicada y con muy pocas oportunidades para los jóvenes, Podemos alcanza el 19%, su registro más alto en una capital de provincia. En Burjassot, localidad valenciana donde tenía su sede el clausurado Canal 9, el PP pierde más de la mitad de los votos. En La Línea de la Concepción, uno de los municipios más endeudados y con más paro de Andalucía, el PSOE campea, impertérrito, con el 35%. En Sabadell y Terrassa, antiguos emblemas de la industria textil catalana, Esquerra Republicana es el primer partido -con el 20%- , por primera vez desde los años treinta. España, mayo del 2014. Retrato de un cambio de época.

Hay que observar algunos detalles del cuadro para entenderlo mejor. En Gamonal, el voto de izquierdas sigue siendo mayoritario, pero la irrupción de Podemos y, en menor medida, el alza de Izquierda Unida, hacen bajar al PSOE, favoreciendo al PP. Podemos seduce a exvotantes socialistas y entra en zona de Ciudadanos. Podemos ha jubilado a Alfredo Pérez Rubalcaba y no favorece a Carme Chacón (ironías de La Sexta). Podemos, cuyos mejores resultados se registran de Madrid y Alicante para arriba (con la excepción de Catalunya y el País Vasco), será una pesadilla para el Partido Socialista Obrero Español. Una pesadilla llamada Pablo Iglesias.

En Burjassot, la coalición valencianista Compromís ha multiplicado por diez sus resultados del 2009. En La Línea de la Concepción, donde hace cinco años ganaba el Partido Popular, los parados parecen buscar el amparo del PSOE, pese a las averiguaciones de la juez Mercedes Alaya. Con todo, el apoyo más alto al Partido Socialista se registra en los pueblos de Extremadura (media regional del 38%). En Sabadell y Terrassa, así como en otras muchas ciudades de la región metropolitana de Barcelona, los resultados son muy ajustados. El electorado de ERC es hoy el más movilizado en Catalunya.

Más que ganar, el PP ha quedado en primer lugar. Ha perdido ocho eurodiputados y 2,6 millones de votos. Fortísima caída en la Comunidad de Madrid y en Valencia, territorios básicos para su preponderancia electoral. En tierras valencianas ha perdido la mitad de los votos.

El descalabro del PSOE (nueve eurodiputados menos y una sangría de 2,5 millones de votos) le alivia, pero la marcha de Pérez Rubalcaba le preocupa. Mariano Rajoy se queda sin un buen interlocutor. El Rey, también. CiU, también. El empresariado, también. Rubalcaba llevaba meses intentando tejer alguna cosa. Intentaba engarzar una mayoría de apoyo a la reforma de la Constitución, ante la frialdad expectante de Rajoy. No estaba trabajando en balde. Hay apoyos importantes a esa iniciativa, incluso dentro del Gobierno. Rubalcaba quizá no desaparezca totalmente de escena, pero la interinidad del PSOE es hoy, también, la interinidad de España.

El Partido Socialista mira al Sur. Dos días después del 25-M, el grupo dirigente de Sevilla se hacía fotografiar, compacto, en una de las calles del centro de la ciudad. Sonriente y decidido a tomar el mando, como ya ocurriera en 1975. Susana Díaz, profesional de la política desde los 25 años, carrera universitaria tardía, un acento y una cadencia que recuerda al Felipe González de los setenta, envalentonada y adulada por la prensa de Madrid, quisiera una elección por aclamación. Así lo ha hecho saber. Una elección por aclamación. Cultura política califal, en una España que comienza a cuestionarlo todo. Atemorizado por el flash de Podemos, el PSOE parece buscar refugio psicológico en las agrociudades andaluzas, clave de su dominio político meridional. Una mujer joven, sevillana y con carácter para cohesionar al partido y alentar a su electorado más tradicional. Cierre de filas. Casi todos los secretarios regionales apoyan a Díaz, con la significativa excepción de los extremeños. Del PSC no hay noticia. No aparece en el radar. El PSC puede acabar siendo el vuelo MH370 de la política española. Desaparecido en el Mediterráneo sin dejar rastro. El PSOE siente la tentación de enrocarse en el Sur, y no está nada claro que el vasco Eduardo Madina vaya a poder impedirlo.

Rajoy, esfinge. Esperaba mejores resultados. Atento a Europa, atento a Matteo Renzi, nueva estrella ascendente de la política europea, que le disputará la interlocución con Alemania, sigue apostándolo todo a la mejora económica. Reforma fiscal y empezar a pensar en la defensa de Madrid y Valencia. La fragmentación del voto de izquierdas y la irrupción del discurso de Podemos le favorecen. El PP se acentuará como “partido de orden”. O nosotros o el caos. O nosotros o los radicales. O nosotros o el separatismo.

Rajoy no sacará ningún conejo de la chistera para agradar a Catalunya. Lo dijo ayer en Sitges y va a ser así. Hay dos ideas en el Gobierno y su entorno. Los que quisieran mover ficha catalana y los que defienden la doctrina del ragú: que Catalunya se cueza en su propia salsa. Los hechos de esta semanas en Barcelona refuerzan esta segunda posición. “Que Artur Mas se acabe de hundir, que gane Esquerra Republicana y ya vendrán a pedirnos ayuda”.

El shock del 25-M segrega inmovilismo, por ahora. Todo queda a la espera del tríptico otorñal: Onze de Setembre, referéndum en Escocia (18-S) y 9-N.

Enric Juliana

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