Destellos de paz en Oriente Próximo

Hace muchos meses que no habíamos asistido a un escenario como el de las últimas semanas en Oriente Próximo. En efecto, la formación del gobierno de unidad nacional en Palestina, los esfuerzos de paz árabes en la Cumbre de Riad y la reanudación de los contactos entre Israel y Palestina son acontecimientos que permiten vislumbrar una posibilidad de progresar hacia la paz en la región. Por supuesto, debemos ser cautelosos. Oriente Próximo ha conocido otros periodos propicios y es bien sabido que no concluyeron como deseábamos. La violencia recurrente, la indecisión, los errores políticos y, en definitiva, la falta de perspectivas supusieron la pérdida del mínimo de confianza mutua que precisan las partes en toda negociación de paz. Paradójicamente, los años de crisis no han impedido la aceptación general del paradigma -inasumible en 1991 para la mayoría- de que la solución pasa por la creación, junto a Israel, de un Estado palestino viable, contiguo e independiente, cuyas fronteras han de establecerse sobre la base de las existentes en 1967, con las únicas modificaciones que las partes libremente acuerden.

Aunque en ocasiones incomprendido, pero consciente de los riesgos de la inacción en un asunto que afecta de lleno a nuestros intereses, el Gobierno ha llevado a cabo múltiples iniciativas y gestiones en los últimos meses encaminadas a reactivar las perspectivas de paz en Oriente Próximo. Estoy convencido de que las propuestas españolas han tenido una influencia positiva en la creación de nuevas oportunidades para progresar en el proceso de paz. Así, la reunión del Foro Mediterráneo en Alicante a finales de octubre del año pasado, bajo la activa presidencia española, permitió lanzar las bases de lo que pocas semanas después sería la iniciativa del presidente del Gobierno español sobre Oriente Próximo, endosada por Francia e Italia.

El Consejo Europeo de diciembre recogió la práctica totalidad de las propuestas españolas: el cese total de la violencia, la conveniencia de pactar un gobierno de unidad nacional en Palestina, el papel sin exclusiones que han de tener todas las partes en el proceso de paz árabe-israelí, la urgencia de poner en marcha medidas de bienestar y confianza (como la liberación, entre otras, del cabo Shalit y la movilidad en los territorios palestinos) y, sobre todo, la necesidad perentoria de reiniciar el diálogo bilateral sobre el llamado estatuto final entre palestinos e israelíes. El Consejo Europeo hizo asimismo suya la propuesta española de celebración de una Conferencia Internacional, con el objeto de generar confianza, estímulo y apoyo a todos los actores regionales en sus aspiraciones de paz.

El exitoso evento "Madrid+15" del pasado mes de enero, auspiciado por el Gobierno español y protagonizado por la sociedad civil de los países de la región con ocasión del decimoquinto aniversario de la Conferencia de Madrid, permitió constatar que la creación de un Estado palestino es una idea madura que ha sido aceptada por las naciones árabes y también por la mayor parte de los israelíes. Junto a la prioridad que ha de darse a la resolución del conflicto israelo-palestino, los participantes insistieron en la importancia de que se avance también hacia la paz entre israelíes y sirios y libaneses.

La Conferencia ministerial hispano-árabe, con ocasión de la inauguración en Madrid de la Casa Árabe, subrayó la importancia estratégica del diálogo euro-árabe y anticipó la revitalización de la iniciativa de paz decidida en la reciente Cumbre de Riad. Exitosamente impulsado por la diplomacia saudí, este último evento, a juicio de todos los observadores, ha sido un hito por la firme y unánime promesa de normalización de las relaciones del mundo árabe con Israel si media la paz, en el marco -intocado pero no inmutable, como explicó Amr Musa- de la iniciativa árabe de 2002. La acogida favorable a la Cumbre de Riad por parte del primer ministro israelí es un dato estimulante con vistas al diálogo árabe-israelí de paz. España ha preconizado que el mundo árabe tenga un papel central en el proceso de paz. He expresado al Gobierno israelí mi convencimiento de que la mejor garantía de seguridad para Israel en Oriente Medio es la normalización de sus relaciones con el mundo árabe. Por ello hay que apostar claramente por ese diálogo y hacer todo lo posible para que tenga resultados positivos.

En este marco de oportunidad, el nuevo papel de la diplomacia saudí, la revitalización de los esfuerzos del cuarteto y la meritoria perseverancia de la secretaria de Estado Condoleezza Rice por crear una dinámica de contactos regulares entre israelíes y palestinos sobre el "horizonte político" merecen el reconocimiento público de todos los que hemos trabajado en la zona y sabemos de la convicción que requiere esta labor. Difícilmente el prometedor contexto actual hubiera surgido sin la visión y la habilidad políticas del presidente Mahmud Abbas. El Gobierno de Unidad Nacional ha rescatado a la sociedad palestina del abismo de la guerra civil y su programa ha supuesto un incuestionable avance que permitirá una mejor interlocución y cooperación con el nuevo ejecutivo palestino. Es muy destacable el mandato claro y exclusivo que el acuerdo del GUN ha otorgado al presidente Abbás para que negocie con Israel en nombre del pueblo palestino.

Sabemos que la oportunidad actual es tan innegable como frágil. La reaparición de la esperanza perdida no ha traído todavía consigo el establecimiento de la confianza entre las sociedades palestina e israelí. La inestabilidad de toda la región, con riesgos nuevos, ahonda las suspicacias de las partes. Los enemigos de la paz en ambos bandos, minoritarios aunque fuertes, se muestran activos. Estoy convencido, sin embargo, que los palestinos y los israelíes tienen hoy una buena oportunidad de derrotarles políticamente, siempre que sean capaces de tomar las decisiones apropiadas, asumiendo cada uno de ellos los sacrificios necesarios que propicien la aceptación por la otra parte de los términos de un acuerdo justo y definitivo.

Hace más de medio siglo Abba Eban lanzó la boutade de que los palestinos nunca perdían la oportunidad de perder una oportunidad. Un juicio más imparcial repartiría las responsabilidades entre los palestinos, los israelíes y los demás actores. Golda Meir dijo una vez con humor que en Oriente Próximo quien no cree en los milagros no es realista. Realmente no es necesario un milagro para dejar abierta la actual ventana de oportunidad. Basta con que todas las partes tengan la visión y la convicción necesarias para aplicar la solución de los dos Estados. España seguirá asumiendo su responsabilidad para ayudarles a encontrar soluciones efectivas que proporcionen por fin un horizonte de esperanza a sus ciudadanos. Así, los destellos podrán transformarse en el fulgor de la paz.

Miguel Ángel Moratinos, ministro de Asuntos Exteriores.