¡Desterrados y decididores!

No fue nada irrealizable… y sin mérito alguno ver a menudo a Andy Warhol (allá o aquí ) ¿sin que los más se dieran cuenta de que era Andy Warhol? No fue nada irrealizable… tratar a Jack Kerouac, a Jean-Michel Basquiat, a Tom O’Horgan, a Allen Ginsberg… siguiendo los consejos que me prodigó –sin conocer a ninguno– la inolvidable Madre Mercedes.

No fue nada irrealizable… preguntar en la calle 14 de NY a un policía en 1959 si su comisario me permitiría ponerle las esposas a una vanguardista bailarina que quería lucirlas.

No fue nada irrealizable… que al poeta Arroyo (co-fundador del «postismo» y enfermero) el cirujano le confiara mantener mi corazón en el Hôpital Foch.

No fue nada irrealizable… que hasta su ocultación el 25-XII-63 (v) el desterrado Tristan Tzara recordara sus partidas de ajedrez con Lenin en Londres ¿Y no las de Zúrich…?

No fue nada irrealizable… oír al «Sátrapa» del Colegio de Patafísica Joan Miró (de la quinta y talla de Picasso) presentarse «como el marido de Pilar Juncosa».

No fue nada irrealizable… asistir durante años a las reuniones cotidianas del grupo surrealista, sin ningún decididor, en la «Promenade de Vénus».

No fue nada irrealizable… ir a tomar un vasito de ron blanco en el trapense habitáculo de André Breton.

No fue nada irrealizable… saber que el primer pánico e hispánico que defendió en 1933 al «pordiosero» Gaudí fue Dalí.

No fue nada irrealizable… escribir los primeros textos pánicos (los había mucho mejores) que alcanzaron a ser publicados por André Breton en el número 3 de la Brèche.

No fue nada irrealizable… y sin merecerlo ni remotamente ver a menudo al desterrado Marcel Duchamp (aquí o allá) ¿sin que los más le dieran el poder de decididor?

No fue nada irrealizable… que el desterrado Cioran le pidiera al poeta Benjamin Ivry (entonces en «Newsweek») que generosamente publicara (como lo hizo) mi sencillo punto de vista.

No fue nada irrealizable… charlar con el desterrado Samuel Beckett en su buhardilla. ¿Más pequeña que la de Cioran? A menudo vienen a verme especuladores (¡qué insensatez!) que quisieran comprar todas sus cartas, y , con más empeño, la que envió al tribunal que me juzgó en Madrid…

No fue nada irrealizable… que al final de una de nuestras humildes deambulaciones nocturnas con el desterrado «Sátrapa» Ionesco le ayudara a perfumarse la boca.

No fue nada irrealizable… recibir inmerecidamente la autorización de entrar en la mansión de Picasso (por el policía del partido a su puerta) como merecidísimamente la obtenía el famoso Dominguín.

No fue nada irrealizable… la sorprendente excusa del siempre franco desterrado Luis Buñuel cuando le propuse que subiera a ver a Piccaso («demasiado solitario»): «No, no vaya a ser que me muestre sus cuadros».

No fue nada irrealizable… comprobar que la más fecunda reunión de científicos de la historia fue pagada rumbosamente por Dalí.

No fue nada irrealizable… recibir inmerecidamente los últimos correos desde Australia del desterrado «Sátrapa» Simon Leys.

No fue nada irrealizable… dirigir una última película –¿la «menos mala» de mis siete largometrajes?– con y sobre Borges, poco antes de ocultarse.

No fue nada irrealizable… oír a Oscar Niemeyer acogerme sorprendentemente a sus 104 años en Copacabana con «¡nos veremos en París!».

No fue nada irrealizable… que la desterrada Louise Bourgeois comentara altruistamente cuando recibió la «orden» patafísica el último año de su vida: «Me encanta que su predecesor como “promotor insigne” fuera Boris Vian (… y entre los dos Ionesco)».

No fue nada irrealizable… (sin mérito alguno por parte mía) entregar en Nueva York al desterrado Benoît Mandelbrot la «orden» de «Sátrapa» (por su creación de los objetos fractales), que le había concedido el Colegio de Patafísica.

No fue nada irrealizable… escribir con Catherine Millet y Michel Houellebecq, gracias a sus méritos, la soberbia «Disciplina de amor».

No fue nada irrealizable… escribir el poema «Clítoris» que inesperadamente traducirían a sus propias lenguas decenas de desterrados, y entre ellos Milan Kundera, al checo.

No fue nada irrealizable… tratar a Nathalie Sarraute, a René Magritte, a Jean Benoît, a Guy Debord…gracias a las sugerencias que recibí de niño en Miróbriga.

No fue nada irrealizable… ser defendido (encarcelado en 1967) por cinco colegas que misteriosamente alcanzarían el premio Nobel: en 1969 Beckett; en 1977 Vicente Aleixandre; en 1981 Elias Canetti; en 1989 Camilo José Cela y en 1990 Octavio Paz.

No fue nada irrealizable… que por pura coincidencia mi hermano estudiara en San Javier con el Rey emérito… y que yo fuera por casualidad el único de mi gremio que asistiera en un patio de pueblo al acto final de curso del Rey Felipe VI ...para asistir también al de mi inolvidable sobrino (q.e.d.).

No fue nada irrealizable… leer la excelente línea de intuición de la mano del Rey emérito durante una cena con ministros que pensaron que… Aunque todo mi saber lo había descubierto en dos libros científicos.

No fue nada irrealizable… haber escrito varios centenares de libros «normales» y más de un millar de libros «raros» o de bibliofilia como muchos de mis colegas.

No fue nada irrealizable… haber escrito con los «The five lights of Chinese Art» (Yue Mingju, Wang Guangyi, Wang Qingsong, Yang Shaobin y Zhang Xiaogang) 750 libros de bibliofilia… que ¿sólo interesan a los especuladores?

No fue nada irrealizable... asistir en minoría a la mayoría de los campeonatos del mundo de ajedrez.

No fue nada irrealizable… que me tocara escribir la página de opinión de El País durante años, o todos los domingos una página de «arrabalescos» en El Mundo, o todas las semanas una crónica en «l’Express»… o ayer y hoy la Tercera de ABC.

Pero fue completamente irrealizable… que los seres creativos que inmerecidamente me rodearon pudieran decidir la norma y el ritmo.

Y aún más irrealizable... que lo que ellos me regalaron lo que está en mi nido conservado desde el primer día del destierro, pueda interesar a los que hoy y ayer deciden.

Fernando Arrabal, dramaturgo.

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