Diccionarios «marca España»

¿Qué hay de malo en escribir rash en un texto médico en español si cualquier profesional sabe que ese término inglés hace referencia a una erupción cutánea? En principio, nada. El lenguaje está para entendernos y todas las lenguas se prestan mutuamente palabras. ¿Pero tiene sentido recurrir a una palabra extranjera existiendo una española como es exantema? En principio, tampoco lo tiene. Sin embargo, hoy más que nunca estamos en condiciones de proporcionar a la sociedad médica hispanohablante criterios que impidan la dispersión lingüística y posibiliten la consolidación de un lenguaje común en español para el ámbito de la salud.

Nadie discutirá que el inglés es hoy día una lengua franca universal. El lenguaje de la salud, en cambio, se encuentra profundamente arraigado en el español vernáculo, y prueba de ello es que la mayoría de sus términos vienen del griego y del latín, y no se trata de cultismos incorporados después, que también, sino términos que han viajado por la historia del español, han sufrido los avatares de los siglos, la historia y los hablantes, y por ello se han impregnado del espíritu de nuestro idioma.

Pero no cabe negar la evidencia: el inglés se ha convertido en la lengua de intercambio científico internacional y nada más ridículo que atrincherarnos en las fronteras de nuestro propio idioma. Debemos aceptar neologismos. Faltaría más, pero también debemos saber adaptarlos a los cimientos de nuestra morfología, ortografía y gramática. Lo que carece de toda lógica es incorporar anglicismos crudos por mera comodidad o esnobismo. Como ha dicho el profesor Víctor García de la Concha, exdirector de la Real Academia Española, ahora se abusa de anglicismos como antes se hizo con galicismos y antes con italianismos. Ahora bien, aclaraba el académico, «conviene evitar extranjerismos cuando tenemos a mano términos españoles igual o más expresivos».

La lengua es un componente esencial del capital humano y social de una comunidad. Se estima que un 15 por ciento del producto interior bruto de un Estado está vinculado a la lengua. La importancia de un idioma está estrechamente relacionada con los índices macroeconómicos. No exageraba Antonio Colino, director del Diccionario español de ingeniería, cuando hace poco señalaba que la primera industria de España es el idioma y que no convenía dejarlo en manos de un solo Ministerio. Un idioma que dominan cientos de millones de personas resulta cada vez más útil en las relaciones comerciales. Un instrumento clave en la difusión de la Marca España.

El idioma de Cervantes no es una lengua más entre las 7.000 que hay el mundo. No lo es por cantidad (unos quinientos millones de hablantes) y porque su aprendizaje se demanda cada vez en más países. Otro tanto pasa en internet: solo el inglés y el chino tienen más presencia en la red. Pero en Ciencia sería un error confundir cantidad con calidad. En la lista de los veinte países con mayor aportación científica, solo figura una nación hispanohablante –España– y en posición poco destacada. Aun así cabe ser optimistas: la publicación científica en español está creciendo. El número de revistas en la base de datos del ISSN constituye el 5 por ciento del total, lo que supone que, en términos absolutos, su crecimiento ha sido del 115 por ciento en los últimos 10 años.

Los mejores investigadores nacidos en alguno de los veintiún países donde el español es lengua oficial seguirán, por descontado, publicando en inglés, pero eso es compatible con que disfrutamos de una lengua en expansión y hay que aprovecharse de que el viento sopla a favor. En esa línea la Real Academia Nacional de Medicina (RANM) viene asumiendo desde hace más de diez años un compromiso, que es también uno de sus objetivos fundacionales: la defensa del uso del español en el ámbito de las ciencias médicas. El primer resultado de este esfuerzo fue la publicación, hace justo tres años, del Diccionario de Términos Médicos, el primero pensado y escrito en español y ya pieza imprescindible para convertir nuestro idioma en una lengua de comunicación científica de primer orden. El segundo fruto, aún más ambicioso, se hará realidad por iniciativa de la RANM y de la mano de las academias hispanoamericanas de Medicina: un diccionario panhispánico de términos médicos (unos 80.000 términos) con toda la riqueza del léxico biomédico y las peculiaridades y diversidades de cada región.

Este gran proyecto se presenta la primera semana de octubre en Asunción, Paraguay, durante la Reunión del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Academias Nacionales de Medicina, España y Portugal (Alanam). Allí, en representación de la RANM, plantearé la necesidad de abordar esta obra para consolidar nuestro lenguaje médico, manteniendo la unidad dentro de la diversidad, y se establecerán las bases para hacer del español una de las grandes lenguas internacionales de la ciencia.

Joaquín Poch Broto, Presidente de la Real Academia Nacional de Medicina.

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