Diez años ya sin Miguel Angel Blanco

Hoy se cumplen 10 años del asesinato de mi compañero Miguel Angel Blanco Garrido, después de permanecer secuestrado 48 horas dramáticas, que vivieron con intensidad millones de ciudadanos en toda España y que muy pocos han podido olvidar con el paso del tiempo. Pero bien cierto es también que, 10 años después, hay personas que parecen haber olvidado la reacción, las consecuencias y el aprendizaje de aquellos días en los que nos cambió la vida a más de uno.

Compartía con Miguel Angel Blanco organización juvenil, partido y responsabilidad institucional como concejal de un municipio vizcaíno. Estábamos estrenándonos, llevábamos poco más de un año representando a nuestros vecinos -él a los de Ermua y yo a los de Bilbao-, cuando ETA decidió poner plazo público a su vida. Fue el comienzo de la caza a los ediles de base; la banda terrorista se fue a por el eslabón más débil y fácil de la política. A partir de entonces, empezaron a ponernos escolta a los concejales populares y, posteriormente, a los socialistas. De hecho, sólo tres meses después, en octubre de 1997, la Guardia Civil desarticuló un comando en Bilbao en el que yo mismo figuraba como objetivo terrorista y que planeaba una actuación parecida a la de Miguel Angel.

Aquellos días me cambiaron la vida para siempre, al menos hasta el día de hoy. Primero, porque voy camino de cumplir las bodas de plata de protección policial y, segundo, porque entonces me hice la promesa de no abandonar la lucha por la libertad hasta conseguir que el asesinato de mi compañero dejara de entenderse como un accidente, y que el sufrimiento de Miguel Angel y su familia sirviera para acabar con el terrorismo. Una década después, y tras haber llegado a la política espoleado por las ganas de cambiar las cosas tras el asesinato de Gregorio Ordóñez, reconozco que en ocasiones he flaqueado, he pensado en tirar la toalla y llevarme a mi familia a otro lugar de España más tranquilo. Pero, siempre que he tenido esa debilidad, he pensado en que ése precisamente ha sido el objetivo de quienes liquidaron a mi compañero de Ermua y a otros más de 900 inocentes.

Por todo ello, pretendo que el aniversario del asesinato de Miguel Angel Blanco sirva para homenajearle, para reconocerle, para recordarle y, sobre todo, para que nos anime en la derrota de ETA. Sé que no soplan vientos favorables, porque en estos años se ha instalado la idea de la negociación, de que algo hay que dar, de que lo que hay que hacer es ceder, de que por la paz, un Ave María. Es decir, en algunos ámbitos han conseguido que domine la idea de que cuando ETA chantajea la mejor respuesta es la cesión, que es tanto como decir que cuando los terroristas amenazaron con asesinar a Miguel Angel si en 48 horas no se acercaban a los delincuentes de su banda a cárceles vascas, quizás habría que haberlo hecho.

Por eso me atrevo a decir que defender la negociación es absolutamente inútil, porque ya ha quedado demostrado que ETA es insaciable y siempre vuelve a exigir y a encontrar motivos para matar. Sin ánimo de molestar a nadie, considero que amparar la negociación con los terroristas es rematar a Miguel Angel Blanco, porque es como justificar que algo de razón tenía ETA y porque es asumir que mi compañero estuvo bien asesinado. No hay ninguna posibilidad de acuerdo válido con quienes mantienen como argumento principal las pistolas y las bombas.

Podrá adornarse de la manera que mejor convenga, pero la negociación con la banda terrorista sólo contribuye a consolidar un chantaje político o a legitimar a unos terroristas por el hecho de haber matado. La única tarjeta de presentación que tiene ETA es la destrucción y los asesinatos, entre los que se encuentra de manera destacada el de Miguel Angel, y ése es el único motivo por el que algunos pretenden negociarEl clamor del conjunto de la clase política en contra del terrorismo que provocó el secuestro y crimen del concejal de Ermua ha ido diluyéndose con los años, en parecida proporción a la que han aumentado las tentativas de negociar con ETA entre algunos altos responsables políticos de nuestro país. En los últimos 10 años, se han cometido muchos errores, pero el fundamental ha sido creer que se puede rebajar la exigencia de los terroristas. Han dado una y más muestras de que el talante gubernamental sólo lo entienden los etarras como debilidad estatal. Se han burlado de todos con los que han compartido mesa, manteniendo inalterable su esencia terrorista y aumentando sus expectativas. Las treguas les han servido de reconstituyente moral y rearme material.

El mejor homenaje y recordatorio que podemos hacer hoy a Miguel Angel Blanco, y el apoyo que necesita su familia, es el de la derrota del terrorismo, que, sin ninguna duda, también es el mejor favor que se pueden hacer a la sociedad vasca y al conjunto de la española. Me gustaría que fuéramos capaces estos días de echar si quiera un vistazo atrás, de recorrer estos 10 últimos años, para darnos cuenta de lo importante que es en nuestra democracia la unión de todas las fuerzas políticas para acabar con ETA y del daño que producen los intentos de negociación con los terroristas.

En estos 10 años, hemos visto cómo los terroristas perdían su fuerza, a su gente y la calle, cuando se produjo la unitaria reacción contra ese mundo en el inicio del espíritu de Ermua o cuando empezó a aplicarse la receta de la firmeza, con el Pacto Antiterrorista, la Ley de Partidos, el ataque a la financiación de la banda, etcétera. Por el contrario, hemos sufrido la revitalización de la banda después de cada proceso de negociación. Durante esta década, se ha comprobado que es posible vivir sin ETA, porque se puede acabar con ella, y hemos visto que la banda tiene la habilidad o la suerte de que siempre que está en una posición complicada hay alguien que pica el anzuelo, en Moncloa o en Ajuria Enea, y le echa una manita.

Ermua significa unidad de los demócratas en la derrota y aislamiento de los violentos. Es el símbolo de la rabia y los deseos de paz de todos los ciudadanos, una reacción expresada sin aderezos políticos de ninguna clase. Ermua es Paz y Libertad, el único camino capaz de ganar la democracia en el País Vasco. ETA desapareció después de Ermua por la reacción de la ciudadanía y no fue capaz de recuperarse hasta Lizarra. ETA volvió a desparecer tras la unión de PP y PSOE en la derrota del terrorismo, y no volvió a reaparecer hasta el proceso de paz, no lo olvidemos.

El asesinato de Miguel Angel Blanco fue profundamente injusto; no permitamos que se convierta ahora en útil para sus verdugos y en inútil para los demás; que al menos sirva para acabar con quienes le mataron a él y a otros 900 inocentes como él. Que sirva, 10 años después, para alcanzar la Paz y la Libertad.

Antonio Basagoiti, presidente del Partido Popular de Vizcaya.