Diez eslóganes independentistas y su traducción al castellano

1. España nos roba

Traducción aproximada al castellano: Pagar impuestos es de pobres y yo soy rico así que no me doy por aludido.

Popularizado por un experto en el asunto (el patriarca de una familia investigada por la Audiencia Nacional por fraude fiscal y blanqueo de capitales) el de "España nos roba" fue el primer y más famoso eslogan nacionalista de la democracia española. Actualmente en desuso, ha sido sustituido por un largo listado de agravios, la mayoría económicos aunque también los hay culturales. Ninguno de ellos lo suficientemente gravoso, en cualquier caso, como para evitar que Cataluña sea la cuarta comunidad más rica del decimoquinto país más próspero del mundo y goce de un nivel de autonomía mayor que el de ninguna otra región europea.

2. Votar es democracia

Traducción aproximada al castellano: ¡Se voten, coño!

Uno de esos eslóganes claros, rectos y falsos que requiere para su desmantelamiento de dos cosas: unos mínimos conocimientos jurídicos y la mayoría de edad mental de nuestro interlocutor. Porque votar es democracia dependiendo de qué y cómo se vote. Y eso porque el Estado de derecho no es sólo el acto físico de meter una papeleta en la urna sino la obediencia a un sistema de leyes emanadas de una Constitución y promulgadas de acuerdo a un procedimiento concreto.

Visto de otra manera, el voto es sólo la manera menos mala que los humanos hemos inventado para conocer la opinión de los ciudadanos acerca de un tema determinado. Porque hay otras bastante más fiables. ¿Qué hace ese ciudadano con su dinero? ¿En que país ha escogido vivir? ¿A qué escuela lleva a sus hijos? Pero unas elecciones que se basaran en tales evidencias fácticas serían probablemente rechazadas por ese sector de la sociedad que prefiere autoengañarse creyendo las mentiras que salen de su boca antes que las verdades que se deducen de sus actos.

3. Derecho a decidir

Traducción aproximada al castellano: En esta casa mando yo aunque en ella también vivas tú.

La clave del éxito del eslogan "derecho a decidir", inexistente jurídicamente tal y como lo plantea el nacionalismo, está en su minusvalía. Porque al eslogan le falta, como es obvio para cualquiera que pretenda ir un paso más allá de la propaganda, su segunda mitad. ¿Derecho a decidir el qué? Invocado por nacionalistas, el derecho a decidir implica el derecho a decidir privar al 50% de los catalanes y al 100% del resto de los españoles de su propio derecho a decidir. Ese que les reconoce la Constitución con un término bastante menos ambiguo: soberanía nacional. Lo absurdo del derecho a decidir queda al descubierto cuando se le da la vuelta al concepto. ¿Tienen derecho los andaluces a expulsar unilateralmente a los extremeños de España? ¿Y los valencianos a venderle Gerona a los alemanes? ¿Y los catalanes a retirarles la nacionalidad a los gallegos? Eso es la soberanía nacional. Y eso es lo que el derecho a decidir pretende violar.

4. Ofrecemos diálogo

Traducción aproximada al castellano: Dame lo que quiero y dámelo ya.

Cualquiera que haya charlado durante cinco minutos con un adolescente conoce a la perfección la diferencia entre el verbo hablar, que sólo implica el acto físico de hacer vibrar las cuerdas vocales con el objetivo de articular sonidos, y el verbo dialogar, que exige, en primer lugar, el reconocimiento previo de un terreno común a ambos interlocutores sobre el que desarrollar ese diálogo y, en segundo lugar, la asunción de unas reglas previas sobre las que se llevará a cabo este y que excluyen amenazas no previstas por la ley. Hablar lo hacen hasta los loros, aunque generalmente sin resultados destacables.

El diálogo en el que una de las partes a) no reconoce el mencionado terreno común (en este caso, la democracia, la supremacía de la ley y el Estado de derecho), y b) sólo está dispuesta a debatir acerca de cómo y cuándo se le conceden sus demandas, no es diálogo, sino cháchara.

En el caso del independentismo, además, el diálogo se solicita únicamente con el objetivo de legitimar estéticamente las pretensiones ilegales de una de las partes, sin la intención final de llegar a ningún acuerdo. E ir para nada es tontería.

5. Facha

Traducción aproximada al castellano: Soy facha.

Las mismas personas que consideran que la Constitución del 78 es ilegítima porque no la votaron ellos (un narcisismo como cualquier otro) consideran también que el franquismo, que lleva muerto cuarenta años y cuyos rescoldos apenas humean en algunos hogares de jubilados, sigue plenamente vigente a día de hoy. La disociación cognitiva alcanza el grado de patología cuando el calificativo de facha se emplea para arremeter contra cualquiera que ose discrepar del pensamiento dominante en la comunidad de procedencia del enfermo.

6. Tenemos un mandato del pueblo

Traducción aproximada al castellano: Oigo voces y esas voces me dicen que no eres mi amigo.

En manos de populistas, el pueblo coincide exactamente con el porcentaje de ciudadanos que les ha votado. El resto somos no pueblo, antipueblo, malpueblo o fachas (véase el punto anterior). Históricamente, nadie ha esgrimido con más entusiasmo el término pueblo que el Nationalsozialistische Deutsche Arbeiter Partei, es decir el partido nazi alemán, durante los años previos a la II Guerra Mundial. El éxito del concepto fue tan rotundo que durante unos años el pueblo consiguió silenciar, reprimir, marginar y, con el tiempo, exterminar, a todos aquellos que no pertenecían al pueblo.

En los países civilizados, en democracia y entre gente civilizada, el concepto pueblo ha sido sustituido por el mucho más moderno, progresista e inclusivo ciudadanos. Y de ahí que la única utilidad del término pueblo en 2017 sea como infalible detector de totalitarios. Si esos totalitarios, además, dicen obedecer el supuesto mandato de ese pueblo telúrico, primigenio y rural, mejor ponerse a cubierto porque se avecinan chuzos de punta.

7. Sólo queremos votar

Traducción aproximada al castellano: Sólo quiero una casa.

Claro. El nacionalismo sólo quiere votar. Y el okupa, una casa. ¿Y quién no quiere una casa? El detalle de que el legítimo propietario de la vivienda sea otro es sólo una argucia legal destinada a impedir un derecho aparentemente fundamental como es el de hacer nuestra santa voluntad pisoteando al prójimo si es menester.

8. Somos diferentes

Traducción aproximada al castellano: Somos mejores.

La famosa diferencia catalana, inapreciable para cualquier guiri de viaje por España así se fría las pestañas en el intento, coincide punto por punto con la definición que da la psicología del complejo de superioridad. Los afectados por este complejo, en realidad un mecanismo psicológico de defensa que oculta un complejo de inferioridad, obvian todos aquellos detalles que les recuerdan su normalidad, en el sentido de correspondencia con los rasgos medios de la población a la que pertenecen.

Son orgullosos, sentimentales, mantienen expectativas irreales sobre sus propias capacidades, viven en el autoengaño, presumen de una admiración ajena inexistente, le dan una importancia exagerada a rasgos banales, son emocionalmente frágiles y se sienten humillados con facilidad. ¿Les suena? La obviedad de que sólo aquellos que se consideran mejores que el prójimo aluden a supuestas diferencias con respecto a ese prójimo no parece hacer mella en su visión distorsionada de la realidad.

9. Somos gente pacífica

Traducción aproximada al castellano: Tenemos otras maneras de presionarte.

Los mecanismos de marginación social del discrepante ya no son los que eran en 1936. Las redes sociales y la omnipotencia de las administraciones públicas, que absorben todo el oxígeno político, financiero y cultural a su alrededor, permiten mecanismos de presión social muy efectivos incluso sin violencia física de por medio. Esa violencia, ejemplificada a la perfección en la película La caza (Thomas Vinterberg, 2012), no es por supuesto menos violenta por el hecho de ser menos televisiva. De hecho, lo es incluso más precisamente por eso.

Por otro lado, ¿qué más violento que la voluntad de acallar a la mitad de la población y de negarle sus derechos civiles? Eso es lo que ocurrió en el Parlamento catalán los días 6 y 7 de septiembre cuando la Mesa violó sus propios reglamentos para silenciar a la oposición. Desde aquel entonces, el Parlamento permanece secuestrado y la voz de la mitad de los catalanes, enmudecida.

10. No existe fractura social

Traducción aproximada al castellano: La hemos liado parda.

No, no existe fractura social. El hecho de que nuestra clase política, la casi totalidad de los ciudadanos de Cataluña y todos los medios de prensa, radio y TV españoles y catalanes lleven un mes hablando del mismo tema es la prueba fehaciente de que aquí no pasa nada. Circulen.Nota: Gracias a Ramón Arcusa por regalarme la idea para este artículo.

Cristian Campos, periodista.

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