Dificultades ideológicas

Por Xavier Bru de Sala (LA VANGUARDIA, 22/01/05):

Por si no se lo creían, ahora constatan los babélicos la dificultad de ser anticatalanista y de izquierdas. No la dificultad de serlo cada cual en su casa (familiar o regional), porque las combinaciones y rarezas de lo privado son infinitas, pero sí de articular un discurso público, de acotar y mantener un territorio propio capaz de influir en el juego de vectores significativos de nuestra sociedad. Hubo un tiempo en que, ilusionados por el frentismo vasco, creyeron los anticatalanistas de izquierdas que tenían opciones, pero aquello no pasó de efímero espejismo. La explicación de esta dificultad, casi imposibilidad ontológica, no hay que buscarla en avatares de la política, ni que sean tan sustanciales como el pacto del Tinell, sino en algo mucho más profundo: los primeros interesados objetivos en la profundización de un espacio nacional catalán son lo que antes llamábamos las clases populares y hoy medias y bajas.

La ecuación inamovible es: a más autogobierno, mayor reparto del bienestar. ¿Significa eso que los agentes económicos no están por principio interesados en el catalanismo, el autogobierno y el control de la propia fiscalidad? De ningún modo. Ocurre sólo que en ese otro campo social hay bastante menos predisposición a las reformas y sus riesgos, por un lado, mientras por el otro pesan aún tanto el poder político sobre la economía, que se ejerce en Madrid, como la escasa clarificación de los costes y beneficios de primar el escenario propio a posicionarse en el hispano. En todo caso, el expolio fiscal que sufre Catalunya merma las posibilidades de negocio de los ricos, pero no las disponibilidades de su bolsillo, mientras que a los del medio y a los pobres les afecta de modo bastante más directo y cotidiano.

Si de todos modos, y a pesar de lo dicho, las doctrinas del catalanismo cundieran entre la derecha natural, toparían sus defensores y administradores con dificultades parecidas a las reseñadas para el anticatalanismo de izquierdas. Ser catalanista y conservador tiene bemoles, ya que significa llevar a cuestas la carga de una penosa contradicción, al quedar por naturaleza atrapado entre las aspiraciones del país y el ariete contra ellas que con tanto ímpetu porta la derecha española, inseparable de la catalana comoh a sido mil veces comprobado. Tal vez en el futuro eso cambie, pero en el pasado y el presente ha sido y es así. ¿Cómo se explican entonces Cambó y Pujol? En último término y sin caricaturizar demasiado, ensarronades. Cambó engatusó a la izquierda al presentarse como víctima del militarismo español intransigente. De ahí la crucial Solidaritat Catalana, liderada por la misma Lliga que iba a propiciar la primera dictadura, la de Primo de Rivera, y apoyar a Franco en la Guerra Civil. Víctima directa de la represión dictatorial, Pujol consiguió agrupar a la mesocracia autóctona blandiendo los peligros que acechaban a ambos lados, la derecha españolista y la inmigración de preferencias socialistas, al tiempo que tranquilizaba a los que excluía. La fórmula, de todos modos transitoria, exigió un arco que fuera del centroderecha a la izquierda, pero CiU se fue decantando cada vez más a la derecha, hasta aguantar a Aznar lo mismo que le habría aplaudido Cambó.

En el pasivo de Pujol figuran el freno que supuso para el ascenso político-social de los catalanes de origen español más destacados (pasivo que Maragall iguala), así como el subsiguiente retraso en configurar alianzas objetivas de intereses entre los más perjudicados por el neocentralismo de Madrid, autóctonos o provenientes de la inmigración interna. La apuesta de ERC por el PSC pretende, en última instancia y a pesar de tantos anquilosamientos acumulados, poner fin a la anomalía convergente (y socio-vergente), para formar un nuevo liderazgo en Catalunya, de izquierda y centroizquierda, a partir del encuentro entre el grueso de la mesocracia y cinturón, por decirlo en pocas palabras. Es otra apuesta, puede que mejor a la de Pujol.

¿Dónde queda entonces el catalanismo de derechas? Depende. Mientras prosiga en CDC la ilusión de recuperar el poder (o sea, perpetuarlo) por la vía de la excepción nacional (no otra cosa teorizó Pujol, acuérdese) que agrupa a nacionalistas de derecha e izquierda, un catalanista de derechas encontrará buen refugio en Unió.No en CDC, porque sólo aspiran sus dirigentes a repetir lo de Pujol, pero aliados con ERC. Pero si pasan unos años y el poder se revela inalcanzable, no habrá en CiU otra opción que un pacto entre la derecha nacional y la derecha nacionalista. La formación de un bloque de catalanismo moderado, mucho más moderado que el de izquierdas, que achique el espacio de la derecha españolista. ¿Y si prosigue el pujolismo, con la vuelta al poder de sus herederos? Será decantando hacia el centroizquierda. Se mire por donde se mire, ser de derechas y catalanista tiene grandes dificultades. Y las tendrá hasta que se las traspase a la derecha españolista.