Dinero y política en Endesa

"Se meten en un gran lío los que están haciendo un favor al Gobierno o los que creen estar haciéndole un favor al Gobierno o los que han sido llamados por el Gobierno y acuden en ayuda de él (...) Tales ayudas tendrán consecuencias en el futuro". La amenaza a los empresarios colaboracionistas fue pronunciada por Eduardo Zaplana cuando José Manuel Entrecanales, presidente de Acciona, tomó posiciones en Endesa. El astuto portavoz parlamentario del PP sabía que los empresarios son muy sensibles a estas advertencias, sobre todo cuando el poder político parece impotente para aplicar sus planes. La clase empresarial repele el intervencionismo gubernamental, salvo que se ejerza en su beneficio, pero castiga por falta de autoridad cuando fracasa.

El Gobierno no podía perder la batalla del respeto: había apoyado sin éxito la opa presentada por Gas Natural el 5 de septiembre del 2005, se había quedado con los ojos a cuadros cuando Manuel Pizarro trajo a Wulf Bernotat de Berlín y, finalmente, cuando Miguel Blesa comprometió el 10% de Cajamadrid a un euro menos del ofrecido por la coalición hispanoitaliana, y el presidente de Endesa primó la representación en la compañía de la alianza del cajero madrileño con el gigante alemán. Para colmo, Manuel Conthe, puesto por el Gobierno al frente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) a instancias del vicepresidente Pedro Solbes, pero que es como un electrón libre, actuó a contrapelo de la Moncloa.

¿Intervencionismo, por tanto? Por supuesto: intervencionismo y politización, pero desde el momento en que Aznar colocó al frente de la primera eléctrica española a gente de su partido; primero, a Rodolfo Martín Villa y después, a Manuel Pizarro.

La politización de Endesa tiene una apariencia formal respetable en la pugna entre los proteccionismos nacionales y la libertad de movimientos en la Unión Europea que, dicho sea de paso, es más un virtuoso objetivo que una realidad. Pero la cuestión política relevante no es ni la españolización de una compañía ni la importancia del efecto sede, la conveniencia de que el centro de decisión permanezca en España, o el libre juego de los mercados en una comunidad supranacional. El verdadero leit motiv de la encarnizada lucha por la primera eléctrica española, que ha durado año y medio, tiene que ver con quién ocupa el alto sillón de la misma, si la persona puesta por Aznar o alguien mejor visto por el Gobierno, como el amigo de Zapatero José Manuel Entrecanales.

EL PP ha atacado con denuncias ante los tribunales españoles y las instancias europeas, con severas intervenciones en el Congreso y en la prensa a cargo de sus primeros espadas: Mariano Rajoy, Eduardo Zaplana, Miguel Arias Cañete y Vicente Martínez Pujalte, mientras Esperanza Aguirre organizaba mociones en la Asamblea madrileña y emitía su dictado sobre Cajamadrid.

Por parte del Gobierno ha habido división de opiniones. Zapatero no estaba en principio muy decidido a entrar en este asunto, pero le convenció su mejor amigo, Miguel Sebastián, a quien en cambio no pudo sostener como director de su oficina económica para no crearse dificultades con Solbes. El vicepresidente económico, por su parte, que fue comisario en la Unión, se mostraba reticente a toda intervención que pusiera en cuestión el compromiso europeo de España. Mensajes contradictorios se cruzaban en el Gobierno y aledaños. Solbes colocó a Manuel Conthe, un hombre de su confianza, al frente de la CNMV, que desempeña un papel importante en esta historia, y lo sostiene hasta su amago de dimisión. Sin embargo, Sebastián logra colocarle al vicepresidente, gracias al apoyo de ZP --que para eso le ha dado la cabeza de Sebastián a David Vegara, que era su numero dos en la Moncloa como secretario de Estado de Economía--, a su fiel Taguas, que sigue a pie juntillas su política. En esta misma posición se encontró, primero, Montilla, que patrocinó a Gas Natural, y está ahora su sucesor, Joan Clos. En el último momento, el presidente Zapatero impuso su autoridad.

La lucha política ha ocultado la dinámica de los mercados y los intereses de los consumidores, pero no hay que engañarse: la política vigila, pero los verdaderos actores han sido los empresarios. A Zapatero le resultará más cómodo levantar el teléfono para hablar con su amigo Entrecanales, el futuro presidente de Endesa, que comunicarse con Wulf Bernotat en el lejano Berlín, por muy automáticas que sean las comunicaciones. El lenguaje es bien distinto. Pero casi todos los agentes económicos han ganado algo en este singular combate. Entrecanales (Acciona) ha saltado del ladrillo a la primera eléctrica; Conti (Enel) fortalece su presencia en España, pasando de la pequeña Viesgo a la primera división; y Bernotat (E.ON), que hubiera perdido la cabeza ante un fracaso en toda regla, puede presentarse ahora en Berlín con un balance positivo. Bernotat fue de compras a España, no consiguió su objetivo, pero se lleva en su carrito Viesgo, de Enel, tres centrales de Endesa que suman 1.475 megavatios y las filiales de esta compañía en Francia, Italia, Turquía y Polonia. Las únicas víctimas reales han sido Manuel Pizarro y Manuel Conthe.

Moraleja: en un sector regulado, en el que el Gobierno marca las tarifas y, por lo tanto, los beneficios, no se puede hacer una operación de este tipo contra él.

José García Abad, periodista.