¿Diplomacia, negociación?

Por Mohamed Abu Nimer, American University, Washington, Estados Unidos. Traducción: Laura Manero Jiménez (LA VANGUARDIA, 24/07/06):

Qué sucederá ahora? ¿Cuándo va a parar? Éstas son las preguntas más habituales que reciben los analistas en relación con la guerra abierta contra Líbano y Palestina. La verdadera respuesta a estas preguntas se encuentra, de hecho, en Washington y Europa.

Los políticos y la cúpula militar israelíes han estado jugando con las vidas de millones de civiles israelíes, palestinos y libaneses. La monstruosa y descabellada respuesta a la captura de tres soldados israelíes (uno en Gaza y dos a manos de Hezbollah) es desproporcionada e indica sin lugar a dudas que el objetivo no es liberar a los soldados. Este ataque no puede explicarse si no es con el convencimiento de que el Gobierno israelí está llevando a cabo una política respaldada por Estados Unidos con miras a provocar a Irán y Siria.

El pueblo y el Estado libaneses han sido sacrificados por los poderes regionales para acabar convertidos en el escenario en que Estados Unidos, Israel, Irán y Siria llevan a cabo su confrontación militar. Esta guerra abierta contra civiles palestinos y libaneses no pretende liberar a los soldados israelíes, sino que sobre todo va dirigida a aislar aún más a los gobiernos sirio e iraní, y tal vez a empujarlos a una confrontación militar. Es más, Israel intenta imponer decisiones unilaterales a los palestinos, que se niegan a aceptar las condiciones de la gran cárcel de Gaza o la continua ocupación de Cisjordania.

Los misiles lanzados por Hezbollah a territorios septentrionales israelíes están extendiendo el miedo y el terror entre civiles inocentes, además de suponer un asedio para más de medio millón de habitantes de la región. Los misiles han matado a decenas de personas y han herido a cientos. Aun así, esos proyectiles han sido la respuesta a los ataques masivos llevados a cabo por el ejército israelí contra el inocente pueblo libanés, la expulsión de medio millón de libaneses de sus hogares - que han quedado convertidos en desplazados dentro de su propio país- y la muerte y el hostigamiento de miles de civiles inocentes, así como el asedio militar al que han sometido al país entero. Se trata del equivalente a un crimen de guerra, y los políticos y los jefes militares israelíes, con el respaldo de una silenciosa y ufana comunidad europea, deben responder por ello ante un tribunal internacional.

Podría decirse mucho más en cuanto al análisis del conflicto de la reciente guerra declarada por Israel y desencadenada por Hezbollah, pero considero que todos deberíamos centrarnos ahora en el desastre humano y en el sufrimiento de los civiles causado por los constantes ataques militares. Los gobiernos europeos y estadounidense deben intervenir para detener la implacable destrucción que está perpetrando Israel en Líbano y Palestina. Darle a los israelíes otra semana para atacar, como ha hecho el presidente Bush, implica que estamos dispuestos a contemplar de brazos cruzados las matanzas de civiles en ciudades libanesas y la destrucción de toda la infraestructura que Líbano ha pasado los últimos quince años construyendo. Si esta guerra se prolonga otra semana, sólo logrará enconar más aún el odio y la desesperación de las sociedades árabes y musulmanas. Estados Unidos y las comunidades europeas perderán, además, todo posible apoyo para sus políticas en cualquier otra región. Es responsabilidad del mundo actuar cuanto antes y dejar de mirar como meros espectadores.

Gran parte de la opinión pública árabe y musulmana contempla con incredulidad cómo el ejército israelí es capaz de infligir semejantes atrocidades en Líbano con un consentimiento total por parte de la mayoría de los gobiernos de Europa y Estados Unidos. ¿Por qué equivalen las vidas de dos soldados israelíes a las vidas de millones de libaneses y palestinos? ¿Cómo puede el mismo Gobierno estadounidense que defiende la democracia y la libertad respaldar la destrucción de los únicos dos sistemas políticos de la zona que han logrado celebrar unas elecciones democráticas el último año?

Esta guerra ha devuelto a la región a la mentalidad y las dinámicas de la década de 1940. Los misiles de Hezbollah contra territorios del norte de Israel han dado la razón a la propaganda sionista israelí, que habla de una "existencia amenazada": "Nos vemos atacados y tenemos derecho a defendernos con todos nuestros medios". Esto refleja el sentir más extendido entre la opinión pública israelí; se trata de una nación con manía persecutoria. A causa de esta percepción, los ciudadanos israelíes han ofrecido su apoyo incondicional para que la cúpula militar del país dé rienda suelta a su poder devastador, y se han sentado a contemplar cómo una poderosa potencia militar destroza a niños e inocentes libaneses y palestinos. A lo largo de toda la historia de este conflicto, cuando el Gobierno israelí ha logrado transmitir esta sensación de manía persecutoria a la opinión pública de su país, los resultados han sido más carnicerías, la expulsión masiva de palestinos y una guerra absoluta con sus vecinos árabes. La actual guerra abierta contra Líbano es un ejemplo más de estas políticas.

La opinión pública libanesa y palestina también ha adoptado actitudes parecidas de existencia amenazada.Así pues, también ellos han dado apoyo a sus dirigentes y sus movimientos de resistencia para utilizar cualquier medio con tal de defenderse. No obstante, la diferencia es que, de hecho, ni las fuerzas libanesas ni las palestinas tienen poder suficiente para medirse con la máquina militar israelí. Por ello, el resultado es un descomunal sentimiento de victimismo y rabia, con la sensación de haber sido traicionados por el mundo. Aun así, ambas sociedades están firmemente decididas a no rendirse ante el poder israelí.

Para palestinos y libaneses, además, resulta irónico ser ellos quienes se ven retratados como terroristas mientras ambos pueblos están defendiendo su tierra y su dignidad nacional porque los gobiernos israelíes han ocupado sus territorios y han desplazado a sus civiles, destruyen sus fuentes básicas de sustento y se han negado a cumplir todas las resoluciones de las Naciones Unidas.

¿Qué es lo siguiente? Gracias a la historia reciente y pasada (Iraq o Afganistán, por ejemplo) sabemos que la violencia y la guerra no dan seguridad ni traen la paz. La única forma de que Israel logre paz y seguridad en Oriente Medio es que acceda a la creación de un Estado palestino soberano y viable que conceda a ese pueblo su derecho natural a tener patria y dignidad nacional. La única vía hacia la aceptación de Israel en Oriente Medio y el mundo árabe es una paz genuina con los palestinos. Mientras los gobiernos israelíes continúen alentando el sueño de que pueden gobernar por la fuerza a los palestinos y amedrentar a los libaneses o a los árabes desplegando su potencial de superpotencia, no habrá seguridad ni paz.

Esta guerra está educando a la próxima generación de niños árabes e israelíes en lo que históricamente se percibe como una guerra existencial,que transmite la creencia de que no hay forma de convivir y de compartir la tierra, sino que sólo una comunidad podrá sobrevivir. ¿De veras es esto lo que los israelíes quieren legar a sus hijos o a la próxima generación? ¿Acaso no hemos aprendido, después de todo un siglo de conflicto violento, que árabes y judíos israelíes no lograrán exterminarse unos a otros?

Ha llegado el momento de que las voces compasivas y justas de ambas partes se alcen y detengan esta locura. Ha llegado el momento de que Estados Unidos dé un paso al frente, actúe como defensor de los derechos humanos y asuma el papel que le corresponde a la cabeza de la comunidad internacional.

Ha llegado el momento de transmitir un mensaje diferente de paz y justicia, y no la hipocresía y el respaldo ciego y unilateral al asesinato de libaneses y palestinos, así como al sacrifico de vidas de israelíes inocentes.