Disidencias y terceras vías

La empobrecedora experiencia de Ciutadans no ha servido para disuadir a los promotores de un nuevo partido bisagra que, basado en el movimiento cívico Basta Ya, inspirado por Fernando Savater y encabezado por Rosa Díez, se dispone a irrumpir en el ambiente preelectoral en que ya estamos sumidos. Díez, bien conocida por su vigorosa lucha democrática contra ETA y su entorno, ha dado el paso anunciado desde hace tiempo: ha devuelto el carnet del PSOE, ha abandonado el Europarlamento y va a dedicarse "a tiempo completo" a auspiciar el nacimiento de una fuerza política denominada provisionalmente Plataforma Pro, surgida con vocación de partido "nacional" y "sin complejos" que será presentada en sociedad el 29 de septiembre.

Fernando Savater ya ha anunciado que no tendrá cargo alguno en la nueva formación: "Yo digo como Groucho Marx: nunca pertenecería a un club que admitiese como socios a personas como yo", ha ironizado el ilustre filósofo tras señalar que se limitará a "ser un rostro y una voz que oriente a la gente al respecto de adónde van a ir las cosas".

Como es bien conocido --Díez nunca lo ha ocultado--, la disidencia que origina esta operación proviene del fracaso de la coyuntural asociación no nacionalista que, encabezada por Mayor Oreja (PP) y con el apoyo de Redondo Terreros (PSOE), intentó provocar la alternancia política en Euskadi en las elecciones vascas del 2001, cuando los efectos de Lizarra estaban todavía candentes. Con posterioridad, aquella alianza informal fue decayendo pero algunos movimientos sociales como Basta Ya y personas como Díez siempre mantuvieron obsesivamente la tesis de que el objetivo monográfico de la política vasca, incluso de la política española, había de ser la derrota de ETA y el desplazamiento del nacionalismo periférico.

Díez no se aclimató a los tiempos nuevos y fue cociéndose la ruptura con el PSOE que ahora se ha producido, precisamente cuando soplan de nuevo en Euskadi vientos saludables de transversalidad que podrían germinar y volverse fecundos si Imaz consigue sacar adelante su opción y mantenerse al frente del PNV.

Ahora, la formación en ciernes Plataforma Pro pretende convertirse en "un partido nacional defensor de un Estado fuerte que lime los excesos de los nacionalismos periféricos y las hipotecas clientelares y localistas que lastran tanto al partido socialista como al PP". Para ello, la plataforma defenderá una reforma de la Constitución que "blinde las competencias estatales y cierre definitivamente el debate territorial". En esta línea, propondrá una reforma de la ley electoral que "evite el excesivo peso" de los nacionalistas en la gobernabilidad de España. Su pretensión es convertirse en "bisagra no nacionalista" desde la que pueda mediatizar a los grandes partidos. Savater, por su parte, ha manifestado que la nueva fuerza tendrá como ejes "el progresismo y la unidad".

Sucede, sin embargo, que con estos mimbres no se construye un partido, que ha de basarse en la articulación y defensa de un completo y complejo modelo de sociedad. Lo que Díez y Savater pretenden es erigir un grupo de presión, no un partido político, que es otra cosa. Y la capacidad de liderazgo de Díez está por ver: es conocida por ser valiente, pero su única experiencia en el intento de subir peldaños en la política nacional, su candidatura a la secretaría general del PSOE en el 2000, terminó en estrepitoso fracaso. Finalmente, parece claro que, aunque en teoría se trate de una operación cocida en el caldero de la izquierda, la dilatada beligerancia de Rosa Díez contra el PSOE le proporcionará sobre todo adeptos en sectores de la derecha más conspicua, por lo que el nuevo partido puede tener pronto enfrente a quienes más lo jalean hoy.

Decía D'Ors que "los experimentos, con gaseosa". Y, efectivamente, estas magníficas ideas de personalidades valiosas deberían salir del terreno experimental y mantenerse en el campo del posibilismo. En nuestro modelo de representación, los partidos son elementos vertebrales de participación política, y lo saludable es que los aportes ideológicos se tramiten por su intermedio, y no mediante la creación de organizaciones nuevas, que tendrán grandes dificultades para conseguir espacio de subsistencia.

Por decirlo más claro, no es razonable que estos movimientos sociales que surgen al calor de una disidencia con probable fundamento --hay una familiaridad teleológica innegable entre Ciutadans y Plataforma Pro-- traten de convertirse ellos también en actores del sistema de partidos: lo razonable es que pugnen por ser escuchados, por influir políticamente sobre la opinión pública y, por supuesto, sobre los partidos existentes. Ya se sabe que no es fácil intentar influir intelectualmente mediante la palabra y la idea, pero, desde luego, la ocurrencia de hacerlo mediante un partido nuevo, apenas vinculado a un único criterio --el antinacionalismo en este caso-- y sin el basamento doctrinal e ideológico que lo justifique, tiene muy escasas posibilidades de prosperar. La aventura será, en fin, un despilfarro de tiempo, de energías y de prestigio.

Antonio Papell, periodista.