Distorsiones sobre el Líbano

Por E. N. LUTTWAK , experto del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales (CSIS), Washington. Traducción: Robert Falcó Miramontes (LA VANGUARDIA, 28/08/06):

Tras la guerra de octubre de 1973, el mundo árabe se regocijó porque el mito de la invencibilidad israelí había quedado hecho añicos gracias al ataque sorpresa egipcio al cruzar el canal de Suez y a la ofensiva siria que arrasó los altos del Golán. Incluso los analistas más objetivos admitieron el fracaso de las fuerzas aéreas israelíes, ya que no pudieron repetir sus proezas de 1967 y, además, perdieron una cuarta parte de sus aviones de combate por culpa del fuego de artillería, mientras cientos de tanques israelíes resultaron dañados o destruidos por los ataques llevados a cabo por una serie de valerosos soldados de infantería egipcios, armados con sus misiles y cohetes transportados por ellos mismos. En Israel se desencadenó una avalancha de duras críticas contra los máximos dirigentes políticos y militares por igual, a los que se culpó de la muerte de tres mil soldados en una guerra que finalizó sin una victoria clara. La primera ministra Golda Meir, el ministro de Defensa Moshe Dayan, el jefe del Estado Mayor David Elazar y el jefe de los servicios de inteligencia militar quedaron desprestigiados y acabaron dimitiendo.

Hasta al cabo de un tiempo no se recuperó un cierto sentido de la proporción, y los primeros que lo hicieron fueron, irónicamente, los dirigentes egipcios y sirios. Mientras los analistas de Israel y del resto del mundo no paraban de lamentarse o de regodearse por la pérdida de la supremacía militar por parte de Israel, tanto el presidente Sadat de Egipto como el sirio Assad reconocieron con gran sensatez que sus países habían estado más cerca de una derrota catastrófica que en 1967, y que era de vital importancia evitar otra guerra. Esas declaraciones dieron pie a la paz de Sadat y al cese del fuego de Assad en los altos del Golán en 1974, que no se ha roto desde entonces.

En retrospectiva, resulta muy fácil analizar la guerra de 1973. A Israel lo cogieron por sorpresa porque nadie supo interpretar de forma correcta la información de los servicios de inteligencia, ya que reinaba un clima de arrogante exceso de confianza. Gran parte de los sectores fronterizos, que apenas tenían protección, fueron invadidos. Los egipcios tenían un plan de guerra excelente y lucharon bien, los tanques sirios avanzaron con audacia, y si alguna brigada israelí logró ofrecer algo de resistencia, no dejó de sufrir un ataque tras otro durante tres días y tres noches. Al cabo de 48 horas, Israel parecía al borde de la derrota en ambos frentes. Pero en cuanto logró movilizar a todo su ejército, en cuanto las brigadas reservistas que conforman el noventa por ciento de sus fuerzas estuvieron listas para el despliegue, resultó que lograron detener en seco a los ejércitos egipcio y sirio e iniciar su avance de manera casi inmediata. La guerra acabó con las fuerzas israelíes a poco más de cien kilómetros de El Cairo, y a treinta de Damasco. En cuanto a las fuerzas aéreas israelíes, su capacidad de ataque en los campos de batalla se vio mermada a causa de los cañones y de los misiles antiaéreos concentrados, pero su supremacía en el combate aéreo dio al traste con casi todos los ataques de las fuerzas aéreas egipcias y sirias, mientras que las israelíes pudieron bombardear prácticamente allí donde quisieron. Ése fue el verdadero balance militar de la guerra de 1973, que quedó minimizado por la inmensa sorpresa inicial, las reacciones exageradas y la dificultad para ver las cosas como son a través del velo de la guerra.

Ahora que la guerra de Líbano ha acabado, vuelve a ocurrir lo mismo. Sin lugar a dudas los historiadores del futuro verán las cosas con mayor claridad, pero aun así se están cometiendo algunos errores de bulto a la hora de analizar lo ocurrido.

A nadie debería sorprender que los misiles antitanque más modernos pudieran dañar los tanques más pesados y mejor protegidos, ya que éstos no pueden ser invulnerables y ya habían cumplido con su cometido al impedir que aumentara el número de bajas israelíes. Asimismo, la falta de defensas contra cohetes de corto alcance con cabezas pequeñas es algo de sentido común. No son lo bastante potentes para justificar el gasto de varios miles de millones de dólares para construir unos sistemas de armas guiadas por láser y del tamaño de varios campos de fútbol.

No es éste el único error grave de percepción. En lugar de hacer caso omiso de las fanfarronadas de Nasrala, muchos analistas de todo el mundo no se han cansado de repetir y de corroborar su afirmación de que los guerrilleros de Hezbollah habían mostrado una valentía superior a la de los soldados de los otros estados árabes en sus anteriores guerras con Israel. En 1973, después de cruzar el canal de Suez, miles de soldados de infantería egipcios lograron ofrecer una resistencia estoica ante el avance de los tanques israelíes de cincuenta toneladas, para luego atacarlos y vencerlos gracias a sus ridículas armas de mano. Se encontraban en el desierto llano y abierto, sin la protección y el refugio de que gozaba Hezbollah en sus poblados de edificios de piedra, en el escarpado terreno de Líbano. Posteriormente, en los pocos kilómetros cuadrados que conformaban la llamada granja china que estaba cerca del canal de Suez, los israelíes perdieron más soldados en una batalla contra los egipcios que duró sólo un día y una noche que durante un mes de guerra en Líbano, donde murieron 116 personas, incluidas las víctimas de accidentes de coche y fuego amigo. Incluso en 1967, las mejores tropas israelíes sufrieron 37 bajas en cuatro horas para conquistar menos de un kilómetro y medio de trincheras en la colina de la Munición de Jerusalén. La infantería jordana no dejó de luchar hasta el final, a pesar de que estuvieron rodeados desde el principio y de que los superaban en número.

Sin duda, Hezbollah no quería retirarse y no cedió terreno, pero su mediocridad queda de manifiesto gracias al número de víctimas que ha provocado, que han sido muy pocas. Cuando una compañía de reconocimiento israelí atacó el pueblo montañoso de Bint Jbeil y perdió ocho hombres en una noche, Israel y todo el mundo consideraron esa cifra como una pérdida desastrosa. A buen seguro muchos de los veteranos supervivientes de la campaña italiana de 1943-1945 debieron de quedar atónitos ante esta reacción. Entonces también se encontraron con muchos pueblos con edificios de piedra, y aunque ganaban a los alemanes en número, en potencia de fuego y en suministros, cualquier compañía que se enfrentara a ellos consideraría la pérdida de sólo ocho hombres un resultado afortunado, porque las fuerzas atacantes podían sufrir un porcentaje de bajas del 150% o del 300% (esta imposibilidad matemática se explica gracias a la necesidad de un segundo, tercer o cuarto ataque para tomar un pequeño pueblo). Esa cifra, incluso, no resulta tan alarmante en comparación con los 6.821 estadounidenses que perdieron la vida para conquistar los veinte kilómetros cuadrados de Iwo Jima. Por supuesto, no cabría esperar tanto de Hezbollah, pero, en general, no mostraron la misma fiereza que los egipcios en 1973 o los jordanos en 1967, tal como demuestran las cifras de bajas israelíes.

Lo que es del todo cierto es que los israelíes carecían de un plan de guerra coherente, por lo que sus bombardeos fueron muy destructivos (aunque tuvieron un efecto disuasorio, tal como demostró la inmovilidad de Siria), mientras que las acciones terrestres fueron vacilantes y no concluyentes desde el principio hasta el final del conflicto. Entre los planes de contingencia, por supuesto, había una estrategia totalmente planificada: consistía en una compleja mezcla de penetraciones anfibias, aéreas y terrestres para alcanzar de forma rápida la retaguardia del enemigo, e iniciar un ataque para destruir las posiciones de Hezbollah una a una hasta llegar a la frontera israelí de nuevo.

Ese plan no se puso en práctica debido a la ausencia de bajas entre los civiles israelíes. Había sido un acierto asumir que si Hezbollah lanzaba miles de cohetes en ráfagas concentradas mataría a muchos civiles, tal vez a centenares de ellos a diario. Estas cortinas de misiles compensan la falta de precisión de los cohetes no guiados con una serie de potentes explosiones en cadena. Eso habría provocado la imperiosa necesidad de llevar a cabo una ofensiva a gran escala formada por más de 45.000 soldados, y habría justificado desde el punto de vista político los centenares de víctimas que, sin duda alguna, habría causado.

Sin embargo, Hezbollah distribuyó sus cohetes entre las milicias de los distintos pueblos, que eran expertas en ocultarlos durante sus ataques aéreos. Y aunque los protegieron de la artillería y de los aviones israelíes sin tripulación, fueron incapaces de lanzarlos de modo efectivo, en ráfagas simultáneas contra los mismos objetivos.

En lugar de sufrir la muerte de cientos de civiles, los israelíes sólo han tenido una o dos bajas al día, e incluso al cabo de tres semanas, el número total de víctimas ha sido inferior que el que han provocado algunos atentados suicidas. Eso hizo que, desde el punto de vista político, resultara imposible lanzar la ofensiva militar planeada, que habría matado a jóvenes soldados y a padres de familia, y que no habría acabado con Hezbollah, ya que se trata de un movimiento político armado, y no sólo de un ejército o de un puñado de pistoleros.

Por ese mismo motivo, es probable que el resultado de la guerra sea más satisfactorio de lo que muchos creen ahora. Hassan Nasrala no es otro Arafat, que luchaba por una Palestina eterna y no por los palestinos vivos, cuya prosperidad y seguridad siempre estuvo dispuesto a sacrificar por la causa. Nasrala ha ordenado a Hezbollah que se centre en la rápida reconstrucción de los pueblos y ciudades hasta la frontera israelí. No puede iniciar otra oleada de ataques, ya que una decisión como ésa volvería a destruirlo todo de nuevo. Sin embargo, otro resultado inesperado de la guerra es que la base de poder de Nasrala en el sur de Líbano es ahora rehén del buen comportamiento de Hezbollah.