Dobles aficiones, el poliamor en la Academia

He asistido con cierta sorpresa a la reciente sucesión de noticias sobre la investigación española y a sus vínculos, supuestamente viciados, con ciertos países e instituciones del Oriente Próximo que se producen porque, básicamente, estas instituciones quieren escalar posiciones en los rankings internacionales apoyándose para ello en los curriculos (CVs) de nuestros investigadores, para ser más precisos, en aquellos que se conocen como highly cited, o sea, que reciben cientos o miles de citas por sus trabajos científicos.

No formo parte, para mi desgracia, de ese grupo. Pero conozco a algunos colegas que sí y desde luego siento envidia hacia ellos. Ojalá yo formara parte de ese escogidísimo club al que sólo se entra por la estrecha puerta de un talento sobresaliente y con muchísimas horas de trabajo.

Pero mi sorpresa tiene que ver con un par de aspectos de la situación que no veo contemplados ni comentados en las noticias. Primero, ¿hay algún supuesto en las leyes que regulan la ciencia española que prohíba tales colaboraciones? Segundo, ¿han declarado los investigadores involucrados estos ingresos extraordinarios? Para información del lector diré que, en efecto, hay un límite respecto al número de horas que los investigadores de la universidad pública española pueden dedicar a actividades fuera de su entorno laboral inmediato (universidad o instituto de investigación); desde luego, si se han rebasado estos límites o no se han declarado los ingresos, yo sería el primero en exigir que se investigue, pero, si no ha sido así, ¿cuál es el problema?

En nuestro país tenemos numerosos deportistas que han sido generosamente pagados por prestar sus servicios en estos mismos países; miles de españoles viajan allí por razones turísticas o laborales, y decenas de empresas trabajan con estos países sin que ello parezca ofender a nadie. ¿Por qué los investigadores son objeto de un escrutinio especial? Cuando estas mismas personas colaboran con otras universidades europeas o americanas, se considera un logro, en cambio, si lo hacen con los países árabes es algo censurable. Más aún, de forma un tanto incoherente, estamos dispuestos a atraer talento, por utilizar la palabra al uso, a nuestras universidades pagándolo generosamente como se ha publicado también recientemente pero no a la inversa.

La idea de que estos investigadores viajen allí, impartan docencia, investiguen, formen a otros investigadores, etc. parece no pesar en la balanza, lo único que cuenta es que, a cambio, firman papers en dichas universidades (exactamente igual que lo hacen en otros países o instituciones si realizan estancias allí, con la diferencia de que, en muchos casos, estas otras son pagadas con dinero de las instituciones de origen, o sea por todos nosotros).

Lo que parece molestar es que cobren abultadas cantidades por hacerlo (irrisorias si se comparan con los deportistas) y que las instituciones receptoras utilicen este procedimiento para subir en los rankings, práctica habitual en numerosos países, incluido el nuestro. Dicho de otra manera, la presunta deshonestidad en la práctica de la institución receptora se convierte en causa contra un investigador que se beneficia de un prestigio que se ha labrado con su esfuerzo y del que al parecer no es dueño, los dueños somos los demás, su institución, el país o no tengo claro quién, en fin, una monogamia forzada.

Personalmente detesto el sistema político de muchos de estos países, pero mientras nuestras autoridades no prohíban todo contacto con ellos, como sucedió en el pasado por ejemplo con África del Sur, no veo razón para que los científicos estén en una categoría especial de restricciones agravadas. Y, si ese día llega, corremos el riesgo de perder las capacidades de estos profesionales que a lo mejor deciden ausentarse del todo de nuestro país en busca de un reconocimiento mayor que el que encuentran en su país de origen.

La fidelidad en las relaciones personales está de capa caída entre las parejas pero por lo visto entre los profesores y sus universidades es un vínculo mucho más exigente. El poliamor no ha llegado a la Academia o, al menos, no está bien visto.

Dr. Evaristo Jiménez-Contreras es coordinador del programa de Doctorado de Ciencias Sociales.

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